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Solomeo, el sueño de Brunello
“Mi habitación, en donde dormía en la misma cama con mis dos hermanos, era pequeña , y la vieja puerta de madera maciza, que con el peso se había ido cayendo, se restregaba sobre el pavimento”. Brunello Cucinelli, el “Rey del cashmere”, lo cuenta tal cual en su libro El sueño de Solomeo.
“En el invierno, cuando hacía mucho frío, abríamos la escotillas que daban a donde dormían los animales, para recibir su calor y su “¡olor!”
Entrar en una de las tiendas de Brunello Cucinelli, es transportarse a un mundo ideal, a un espacio exquisito, a unos materiales preciosos y a unas prendas que emocionan. A veces es mejor no hacerlo, pues se sabe de antemano que saldrá uno sólo con lo que ha quedado en la retina. Muchas veces quisiera uno pensar, que el gordo de la lotería llegará y los sueños se convertirán en realidad, pero aún si no sucediera, merece la pena el regocijo momentáneo del tacto del cashmere.
Ahora que ha cumplido 40 años de haber empezado algo que nadie nunca le creyó, lo ha celebrado como sólo un soñador lo sabe hacer. En su pueblo, Solomeo, el pueblo en donde empezó su aventura empresarial y que ahora su negocio juega en la bolsa de Milán, nos ha reunido, a los que contamos las noticias, a los que mostramos al mundo lo que los inventores hacen. Fuimos 500 periodistas, de todo el mundo, de varios continentes. Informadores de realidades pero también de sueños y en esta ocasión, de sueños hechos realidades.
Solomeo fue edificado a fines del siglo XII y la primera mitad del siglo XIII. Este pequeño pueblo medieval se encuentra a tan solo 17 km. de Perugia, la capital de la Región de Umbria. Perugia es sin duda una ciudad preciosa con más de 160.000 habitantes y Solomeo es todo lo contrario, es el típico pueblito medieval, perdido en los valles y montañas que estaba prácticamente abandonado.
Brunello Cucinelli ha querido reconstruirlo entero y así lo ha hecho. Solomeo para él es su infancia, es su origen, son los sonidos de las campanas de la iglesia que anuncian lo bueno y lo malo, para él su pueblo es su esencia.
No puede olvidar su infancia como hijo de campesinos, es un constante en su discurso. Brunello desde pequeño, salía temprano de la casa en la que vivía con sus abuelos, sus padres, sus tíos y sus hermanos. Todos apilados y como el mismo dice “- no nos despertaba el sonido el Iphone, sabíamos que era la hora de levantarnos porque entraba el sol por la pequeña ventana de la casa de piedra. Caminábamos con la mano delante del candelabro para que las velas no se apagaran, no había luz, no había agua”, pero para el pequeño Brunello, había salido el sol y era la hora de salir al monte y sacar el ganado, era un nuevo día para vivir.
Ya en la Universidad de Perugia superó muchos momentos de inseguridad por sus orígenes, pero Brunello siempre ha estado en contra de lo no digno para los que trabajamos.
Ahora que todo es diferente, ahora que ha conseguido la mayor parte de sus metas, sigue soñando, y soñando a su manera, siempre a lo grande. Según nos contó estando con él en su ahora reconstruido pueblo, tiene en mente algo. No reveló exactamente lo que piensa hacer, sólo dijo que será algo que servirá a la humanidad por varios siglos. Por mucho que le doy vueltas a la cabeza no se me ocurre que puede ser, pero viniendo de Cucinelli, cualquier cosa inmensa nos podemos imaginar.
La luz natural de cada rincón de la fábrica en Solomeo, pasear por los campos aledaños y subir a la plaza donde Brunello le ofrece un tributo a la dignidad del hombre, anima a pensar que muchos de los sueños se pueden realizar.
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