Sociedad
Familias al límite que luchan por un futuro mejor
En el Día Internacional de la Justicia Social, Castilla y León cuenta con casi 437.000 hogares que tienen dificultades para llegar a final de mes
Castilla y León goza de un Estado del Bienestar que funciona y de calidad, con una Red de Protección y Apoyo a las Familias Necesitadas y un modelo de Servicios Sociales envidiado, en el que ya han mostrado interés varias Comunidades Autónomas, como Andalucía esta semana, e incluso otros países.
Pese a ello, casi 437.000 hogares de la Comunidad -cuatro de cada diez familias y un 3 por ciento más que hace un año-, tienen dificultades para llegar a fin de mes, según datos de un informe de la Fundación Adecco sustentado en una encuesta sobre condiciones de vida del Instituto Nacional de estadística (INE). Familias, la gran mayoría, que prescinden de servicios básicos como el energético, y que necesitan ayuda alimentaria o económica para un alquiler de un piso donde vivir lo más digno posible.
Personas y hogares con perfiles muy distintos, porque la imagen del pobre de hoy es la de una persona con un empleo, pero precario. Es el caso de Pedro, ecuatoriano que vive en Burgos desde 2017 junto a su esposa y dos hijos de ocho y tres años, y que vino a España para labrarse un futuro aquí. LA RAZÓN habla con él en un momento delicado puesto que hace apenas una semana se ha quedado sin su empleo de oficial de segunda en una empresa del sector de la Construcción que se ha declarado en suspensión de pagos. Su mujer no trabaja y se encarga del cuidado de los niños, y aunque reconoce que la situación está complicada, ve el vaso medio lleno en lugar de medio vacío.
«Hay meses buenos y otros malos. Depende del trabajo. Pero de momento voy poco a poco saliendo adelante y veo opciones en la Construcción», señala Pedro, quien, sin embargo, admite estar algo inquieto por la desaceleración y el aumento del paro en nuestro país.
Recuerda con agradecimiento la ayuda que le prestaron en Cruz Roja en materia de formación y a la hora de elaborar y enviar su curriculum, y asegura que, pese a las estrecheces económicas que le privan, según cuenta, de tener calefacción en casa, está contento con su vida en Burgos y que no tiene pensado regresar a su país, salvo para visitar a su familia, porque quiere pelear para conseguir lo mejor para los suyos.
Agarrados a su hija
Otro ejemplo de familia coraje que lucha por sobrevivir es la que forman Carol, madre soltera de una niña de diez años que se llama igual que ella, y Antonio, su pareja desde hace cinco, y al que conoció en Valladolid. Ahora viven en la localidad gallega de Mondáriz, a la que se desplazaron a vivir porque un constructor le ofreció trabajo a Antonio y se marcharon con esperanza de mejorar su vida.
Pero ocurrió todo lo contrario, el empresario les dejó de pagar y se quedaron con lo puesto, teniendo que pedir en la calle y vivir con su hija un tiempo en una casa abandonada. Cuenta Carol que ahora vive en un piso de alquiler por el que paga 350 euros al mes, pero que su situación es casi insostenible puesto que ella está en paro y con depresión, y viven con lo justo y sin ayuda ninguna con los apenas 600 euros que ingresa su pareja por trabajar a días como panadero. «Llevamos un año que no levantamos cabeza, pero si lo hacemos es por nuestra hija, que es en quien nos agarramos para salir adelante», señala.
Carol solo pide un pequeño empujón en forma de empleo, y que la gente no les esquive, como afirma que les está ocurriendo en Galicia. Pese a todo, tiene esperanza en que la vida tarde o temprano les sonreirá y lucha por ello cada día. No descarta irse de Mondáriz «dónde sea» que le ofrezcan un trabajo más o menos estable para remontar de cero y darle un futuro a su hija. Incluso volver a Valladolid, donde recuerda con agradecimiento la ayuda alimentaria que recibían de Cruz Roja cada mes de forma más continuada que ahora, «que dependemos de que nos llame una trabajadora social que no se ha vuelto a poner en contacto con nosotros desde Navidad», lamenta.
También evoca con gratitud la ayuda que recibieron en Valladolid de la oenegé Cooperación Internacional y su proyecto de Ayuda Directa a las Necesidades, que promueve el voluntariado social y forma a jóvenes en ayudar a cubrir las necesidades básicas de familias con graves dificultades para acceder a productos de primera necesidad como leche, pasta, aceite o de higiene infantil.
Un programa en el que también realizan tareas de mantenimiento de hogares en mal estado. «Lo que nos diferencia es que las familias no vienen a pedirnos ayuda, sino al revés, logrando un contacto más directo», señala a este periódico Ismael Negro, delegado de Cooperación Internacional en Castilla y León, quien destaca que a raíz de estas visitas hay voluntarios implicados que facilitan material educativo o de limpieza, que ayudan en una mudanza o simplemente hacen compañía.
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