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Semana Santa sin procesiones, pero Semana Santa

Las cofradías y hermandades cobran estos días más sentido que nunca debido a su misión de atención a los desfavorecidos y enfermos

La Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad de Valladolid durante la procesión de Penitencia y Caridad de Jueves Santo
La Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad de Valladolid durante la procesión de Penitencia y Caridad de Jueves Santolarazon

En estos días difíciles, complicados e inciertos por la pandemia que asedia y asola el mundo, se han ido cancelando paulatinamente todos las actividades, culturales, populares o religiosas hasta llegar a la situación de confinamiento en la que, de una forma u otra, nos encontramos millones de personas a lo largo y ancho del mundo. Un confinamiento que por lo demás parece, según los expertos, es la mejor y junto con la escrupulosa higiene personal son las únicas armas con las que contamos ante una situación en la que nos sentimos inermes, desconcertados y porque no desamparados.

Nuestra sociedad, sobre todo la occidental, ha permanecido, las más de las veces, ajena a los sufrimientos y padecimientos que a diario llegaban hasta nuestras oídos y nuestros ojos a través de medios de comunicación o RRSS y de las que nos creíamos inmunes, sobrevalorando nuestro pequeño poder, y sobre todo nos sentíamos ajenos. Parecía que esas tragedias cotidianas para muchos de nuestros coetáneos a nosotros nunca podrían alcanzarnos por nuestras solidas estructuras, que en estos días nos parecen de endeble papel que se las lleva el viento de un ligero soplido.

También nos reiteran y bombardean con mensajes sobre el deterioro que estamos causando a nuestro planeta, recordemos el único hábitat que hasta la fecha es adecuado para el ser humano, y también le prestábamos atención pero no como algo que nos afectará de modo inminente, sino como muestra de lo que puede suceder en un futro sin determinar, ignorando que la naturaleza es un ente vivo con inmensa fortaleza que aunque tenga paciencia infinita, a veces se defiende de forma contundente a modo de: tsunamis, terremotos o cualquier otro fenómeno natural incontrolable, no por eso impredecible. Y ante este hecho actuamos de forma tremendamente irresponsable y egoísta sin pensar en el devenir de las siguientes generaciones con las que tenemos el deber moral de entregarles un planeta habitable una sociedad mejor, más justa y equitativa como hicieron nuestros antepasados.

Por cierto que esta pandemia, también amenaza con llevarse nuestra memoria de un plumazo, pues cada anciano que muere se lleva una biblioteca de conocimiento que ya no podrá trasmitirse a futuras generaciones. Una situación, la de nuestros mayores que no ha merecido para nuestros gobernantes, a nivel global, más atención que la de pedirles el voto, en los países democráticos, cada vez que se aproxima una cita electoral. Unos gobernantes muy interesados en gobernar a golpe de click de lo que dictan las RRSS, y por la tanto muy preocupados por la opinión que se genera en estos círculos que las más de las veces responden a la visceralidad y no al rigor, a la sensatez o al conocimiento. Se me viene a la memoria un refrán que repetía mi querida abuela cada vez que una situación lo requería; “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”.

Los pasos volverán a permanecer dentro de los cofradías
Los pasos volverán a permanecer dentro de los cofradíasMónica Martínez

En este contexto hace unos días se oficializó, no sin dudas dimes y diretes, la suspensión de las procesiones de Semana Santa. Un hecho sin lugar a dudas histórico y no causado por asuntos políticos, sociales o religiosos, sino por un enemigo microscópico al que, como nos lleva muchas veces nuestra prepotencia, no hemos valorado en su justa medida hasta que nos ha hecho un daño atroz e irreparable.

Una suspensión que por otro lado, en un terreno más inmediato, pero no por ello menos relevante causará grandes perjuicios económicos en sectores vitales de nuestra economía como: el turismo, la restauración y la hotelería y hostelería. Además sentiremos ese vació en las calles de nuestra principales poblaciones en las que las procesiones de Semana Santa tienen una especial relevancia. Así mismo causará una tremenda frustración en miles de cofrades, hermanos y hermanas sobre todo en los más pequeños y más aún en los niños y niñas que iban a vivir sus primeras procesiones como integrantes de alguna de las Cofradías. Los que hemos sido cofrades desde niños entendemos perfectamente esa emoción única y por lo tanto esta frustrante situación.

Como decía muchos medios de comunicación hablaban en estos días de la suspensión de la Semana Santa una afirmación coloquial pero creo no ajustada a la realidad. Efectivamente de forma excepcional se van a suspender las procesiones de Semana Santa pero no es posible suspender la Semana Santa para los millones de personas que al margen de los desfiles procesionales tienen creencias religiosas.

Más aún creo que este año es la Semana Santa en la que más podemos acercarnos a la Pasión y sufrimiento de Jesús, que es lo que realmente conmemoramos. Es más las Cofradías, las Hermandades cobran en estos días más sentido que nunca y su misión es más cercana a su labor fundacional de atención a los desfavorecidos y enfermos, que es una de sus principales tareas junto a su advocación.

Quien puede decir que no habrá Viernes de Dolores, Sábado de Pasión, Vía Crucis, Penitencia, Crucifixión, Amargura, Lágrimas de Pedro, Coronación de Espinas, Soledad… tan palpables y latentes en los rostros de sufrimiento y padecimiento de miles de enfermos, de muertos despedidos en absoluta soledad, de familiares que no pueden siquiera dar un último adiós a sus seres queridos.

Quien no puede ver en estos días al Cireneo en la imagen de miles de personas que ayudan a sus vecinos mayores, muchos de ellos jóvenes, que aportan su pequeño granito de arena para paliar la soledad y el dolor de muchas personas.

Quien puede negar que no habrá sonido ronco de tambores y cornetas sí sentimos emocionados ese sonido todos los días cuando cantamos unidos “nuestro himno”: Resistiré

Quien puede decir que no habrá Domingo de Ramos y palmas sí se hacen visibles en esos aplausos que a diario dedicamos desde nuestros balcones, nuestras ventanas a: médicos, sanitarios, repartidores, transportistas, reponedores, cajeros, servidores públicos que hacen más llevadero y posible nuestra subsistencia en esta dramática situación.

Y quien puede dudar de que habrá Domingo de Resurrección palpable en la esperanza que todos y todas albergamos de que este drama terminará y volveremos a renacer a resurgir y esperemos que a “Resucitar” como especie como personas, como individuos hacia una sociedad más justa, más equilibrada más humana.

Así sea, Amén, Feliz SEMANA SANTA 2020.

Carlos Ramírez es cofrade de La Muy Ilustre Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de La Piedad de Valladolid y de La Cofradía del Discípulo Amado y Jesús de Medinaceli