Salud
Generación miope
La miopía en menores de ocho años aumenta de manera alarmante por el uso diario del móvil
El hombre, igual que los lobos, las lechuzas o los tigres tiene los ojos al frente y no en los lados como los caballos o las vacas. Como al ser humano le gusta saber el porqué de todas las cosas, hay investigaciones al respecto. Y aunque no hay una sola conclusión, sea para cazar, ver a través de las hojas o saltar de rama en rama, los ojos al frente sirven para tener una mejor percepción de la profundidad. La mirada humana no está hecha para pasar muchas horas delante de una pantalla, al menos, por ahora. La muestra es que la miopía se ha disparado entre niños y jóvenes por el uso diario del móvil y un estilo de vida más sedentario.
La graduación de los nativos digitales menores de ocho años se ha incrementado en 1,75 dioptrías en los últimos cinco años, tienen una media de ocho décimas más que los jóvenes que hoy tienen entre 17 y 27 años.
Cuando a una persona se le diagnostica miopía de manera precoz tiene más posibilidades de tener más dioptrías en el futuro. Y cuando alguien llega a las cinco dioptrías, «se eleva hasta 20 veces el riesgo de sufrir un deprendimiento de retina y hasta 50 la probabilidad de sufrir maculopatías», según constató ayer el presidente del Colegio Oficial de Ópticos y Optometristas de Cataluña (COOOC), Alfons Bielsa.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta de que los niños de 0 a 2 años no deberían tener contacto con una pantalla. De los 2 a los 5, como mucho, tendrían que estar expuestos una hora al día y de los 5 a los 12 años, sólo dos horas al día. Pero según una encuesta del COOOC las familias incumplen estas reglas. Ocho de cada diez padres saben que las pantallas son perjudiciales para la vista de sus hijos, pero permiten su uso el doble del tiempo recomendado.
La encuesta desvela que dos de cada diez niños menores de ocho años utiliza pantallas entre una y dos horas al día. Un 5,1 % llega a estar entre dos y cuatro horas al día al frente de un dispositivo. Un 10% mira el móvil o la tableta mientras come; el 9,7% cuando está en un restaurante, y el 5,3 %, antes de ir a dormir.
Mirar la pantalla no sólo afecta a la vista. El uso intensivo de las pantallas en la infancia tiene otras consecuencias. Existe evidencia científica de que mirar una pantalla antes de acostarse o en la oscuridad modifica los ciclos circadianos del sueño, además de generar fatiga y dificultar el descanso. Se cree que, de media, el sueño se reduce 20,6 minutos por día.
Hasta los dos años, limita el desarrollo social y afectivo del niño porque le quita tiempo para interactuar con otras personas. También disminuye la inteligencia emocional, porque les incapacita para entender las emociones de los otros. Antes de los 18 meses, puede afectar al desarrollo del lenguaje y generar déficit de atención. Como pasar horas delante de una pantalla se relaciona con menos tiempo al aire libre y dedicado al juego, el uso del móvil genera sedentarismo, obesidad y limita la creatividad. Finalmente, la relación paterno-filial puede verse resentida porque el niño se acostumbra a respuestas instantáneas. Los oftalmólogos llaman a hacer actividades al aire libre. «Más luz natural inhibe la miopía», asegura Bielsa.
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