Coronavirus

La Barceloneta, saturada ahora por el desconfinamiento

Los barceloneses se desplazan al paseo marítimo a correr, ir en bici o a pasear. La plataforma de vecinos pide medidas urgentes

Vida cotidiana durante la pandemia de coronavirus
Varios ciudadanos en el Paseo Marítimo de Barcelona, este domingo.Quique GarcíaAgencia EFE

La Barceloneta, uno de los barrios más populares de la capital catalana, afronta una nueva primavera saturada ahora por el desconfinamiento. Este fin de semana, el primero oficial de desescalada, se han sucedido las imágenes de ciudadanos practicando deporte en un abarrotado paseo marítimo, una fotografía no apta para la crisis sanitaria más importante en décadas.

Su cercanía con el resto de la ciudad -apenas a 10 minutos del Gótico-, la ausencia de turistas, su singularidad urbanística y, especialmente, sus playas se convierten en una especie de imán para los barceloneses que buscan ir a correr, patinar, caminar o en bici al lado del mar. Los vecinos, no obstante, piden el cierre del barrio para protegerse del coronavirus.

En una cadena de mensajes publicados ayer sábado, la plataforma en defensa de la Barceloneta denunció la situación con varias fotografías y vídeos. “Ahora nos encontramos con el poco espacio abierto del que disponemos invadido por un ejército de falsos runners. Egoístas que aprovechan para poner en riesgo una zona saltándose los mínimos de distanciamiento”, aseguran para luego lanzar un reclamo concreto: “Por motivos de seguridad sanitaria exigimos el cierre de la Barceloneta para evitar un muy probable repunte en la pandemia”.

Hoy, pese a que la congestión no era tan exagerada como ayer sábado, el paseo marítimo se ha vuelto a llenar de vecinos, una estampa que se repite por la mañana y por la noche en las franjas habilitadas para hacer deporte.

Saturado siempre por el turismo -cada verano se suceden imágenes de altercados y sus vecinos no se cansan de reclamar medidas urgentes a las administraciones- hay que tener en cuenta, además, que el barrio lo conforman pequeñas callejuelas que dibujan una ratonera en plena fachada litoral, con viviendas muy pequeñas -de apenas 30 metros cuadrados, los famosos “quartos de piso”-, numerosos bajos a pie de calle y decenas de apartamentos de uso turístico, ahora liberados.