Vacaciones paradisíacas
Las 20 mejores playas y calas de la Costa Brava
El verano invita a buscar sitios paradisíacos, y qué mejor que empaparse en la costa mediterránea
Llega el calor, el verano, y con ello las imágenes idílicas de playas mediterráneas como las de la Costa Brava (Girona). Los anuncios de cerveza han influido mucho en nuestro imaginario de cómo imaginamos unas vacaciones en el litoral gerundense.
Culpamos a los spots de Estrella Damm de nuestras altas expectativas en verano. De imaginar arroces, mariscadas, ensaladas y gazpachos bajo la sombra, los pies en la arena y con vistas al Mediterráneo. Siestas bajo un acantilado. Leer un libro en las rocas. Fiestas en la playa que empiezan con la puesta del sol. Olor a mar y a crema solar. La Costa Brava, en definitiva.
Sin ir más lejos, el último anuncio de la cervecera se rodó en la Costa Brava. En concreto, en la Cala Montjoi de Roses, donde los protagonistas eran reputados chefs como Ferran Adrià, los hermanos Roca o David Muñoz. En otras ocasiones también escogieron calas y playas de la Costa Brava como la Cala s’Alguer y la playa del Castell, en Palamós. Aprovechando unas antiguas barracas de pescadores.
La Costa Brava, en las comarcas de la Selva y el Ampurdán (l’Empordà, en catalán), recorre 214 km, de sur a norte empieza en Blanes y acaba en Portbou, la frontera con Francia. Un litoral con una oferta de paisajes abrumadores y con todo tipo de playas, que varían mucho de una punta a otra. Donde uno puede encontrarse desde un memorial para Walter Benjamin (Portbou), hecho por el artista israelí Dani Karavan, hasta el mejor chiringuito de fritura de pescados.
Aviso: todo lo paradisíaco requiere sacrificio, así que para las siguientes recomendaciones aconsejamos llevar calzado deportivo o de montaña. También es bueno saber dónde alquilar kayaks en la Costa Brava.
Cala s’Alguer, en Palamós
Treinta metros de largo y cuatro de ancho. Como dice el refranero catalán: “al pot petit hi ha la bona confitura”, el equivalente a “el perfume bueno viene en frasco pequeño”. Coloridas antiguas barracas de pescadores, rodeadas de un bosque de pino blanco. Perfecta para aislarse en este pequeño tesoro a unos cuarenta minutos de Girona.
Platja del Castell, en Palamós
Más de trescientos metros de arena fina incrustados en pleno espacio de interés natural del Castell-Cap Roig (cerca de donde se celebra el festival de Cap Roig). Es la desembocadura del río Aubi. Lejos de urbe, pero sin ser desértica: tiene una escuela de kayak y está adaptada para personas con movilidad reducida. También cuenta con un parking (de pago durante el verano) no lejos de la playa. Está cerca del pueblo ibérico de Castell.
Cala Senià, en Palamós
Se puede llegar sólo a pie por el Camí de Ronda o en barco. Está sí es una cala virgen y rodeada de acantilados. Es de sesenta metros de longitud y cinco metros de ancho. Eso sí, arriba la custodia la casa donde veraneaba el legendario escritor americano Truman Capote, autor de Desayuno en Tiffany’s y A sangre fría, esta última su obra más reconocida y que acabó de escribir con vistas a la Cala Senià. Hasta allá le acompañó la también escritora Harper Lee, autora de Matar un ruiseñor.
Cala del Vedell, en Mont-Ras
Cincuenta metros de longitud y diez de ancho, rodeada por rocas y guijarros romos por los temporales, la Cala del Vendrell es de difícil acceso. Muchos de los que disfrutan de ella llegan por mar, pues el camino de piedras no es sencillo. No es una cala donde tumbarse a tomar el sol al ser algo incómoda por muy salvaje. Sus aguas, sin embargo, son muy ricas y esconden variedad de arrecifes para ser buceadas y gozadas a fondo.
Platja del Golfet, en Calella de Palafrugell
Está cerca de la civilización, pero la playa del Golfet parece bien aislada, aunque allí se encuentre el castillo de Cap Roig. De setenta y cinco metros de largo y veinte de ancho, esta playa es de arena gruesa. Está parapetada por altos acantilados donde los pinos hacen ejercicios de funambulismo. El agua, de lo limpia que es, es de un color verde-azulado, como si siempre estuviera encuaresmada. Se puede llegar por el Camí de Ronda, pero también tiene un parking cerca, por lo que es ideal para disfrutar en familia.
Cala Pedrosa, en l’Estartit
En pleno Parque Natural del Montgrí hay una alargada cala virgen a la que se llega por un camino pedregoso. De ahí que se llame Pedrosa. Aquí se mezcla la planicie del Ampurán y los bravos acantilados de roca calcárea. Frente a la cala está la Isla de la Pedrosa, a la que se puede llegar a nado.
Cala d’Aigua Xelida, en Tamariu
A esta cala, una de las más completas de la Costa Brava, se puede llegar tanto a pie, como en coche y, claro, por el agua. Cerca de Tamariu, son veinticinco metros por doce de playa grava, arena dorada y tranquilidad. Pues aunque sea accesible no cuenta con ningún servicio y nunca suele estar completamente llena.
Cala Sa Tuna, en Begur
No es fácil acceder a Cala Sa Tuna, aunque está habilitada con accesos para personas con movilidad reducida y complementada con servicios de ducha. A la playa de grava de ochenta metros de longitud por veinticinco de ancho la rodean antiguas casas de pescadores. Por el Camí de Ronda se llega también a la cala de S’Eixugador.
Cala Sa Riera, en Begur
A cinco minutos de Begur nos encontramos con otra cala, aunque de grandes dimensiones. Cala Sa Riera son 230 metros de longitud por 75 de ancho de arena granada. Es de fácil acceso tanto a pie como en coche o por el agua. Y cuenta con todos los servicios (habilitada para personas de movilidad reducida. A esta cala la flanquean otras dos: Port des Pi y Cala del Rey.
Cala Morisca, en Lloret de Mar
A esta agradable y cómoda cala virgen se puede acceder a pie desde las playas de la Bahía de Llorell. Sin edificios a la vista, sin accesos y la poca afluencia la hace uno de los rincones con más encanto de la costa de Girona.
Cala Montjoi, en Roses
En pleno parque natural del Cabo de Creus (Cap de Creu en catalán) esta es una cala de aguas tranquilas y oscuras. La forma de cruasán favorece que corra poco el viento y que no haya demasiado oleaje. Aquí es donde estaba ubicado El Bulli de Ferran Adrià. Al lado tiene un complejo turístico que proporciona servicios esenciales. En esta cala descansa a su manera Manuel Vázquez Montalbán, que dejó escrito en su testamento que esparcieran sus cenizas justo ahí.
Platja de Portlligat, Cadaqués
Si por algo es conocida la playa de Portlligat es porque ahí sita la casa-museo de Salvador Dalí. Pero también porque los ciento noventa metros de largo y veinte de ancho de piedras y arenisca hacen de esta playa una de las más encantadoras de la Costa Brava. Perfecta para ir en familia por ser de fácil de acceso.
Cala de Sa Conca, Platja d’Aro
Es de las más concurridas de la Costa Brava en verano, pero no porque sí, sino porque está al lado de la urbanización de S’Agaró y porque cuenta con uno de los mayores espacios. Son cuatrocientos metros de longitud por cuarenta de ancho de arena fina. Ideal para familias por su fácil acceso y por contar con todos los servicios. Pero que todo lo anterior no os engañe: la cala está rodeada por un frondoso bosque de pinos en un entorno de lo más natural.
Cala del Senyor Ramon o ‘La Corcollada’, Santa Cristina d’Aro
Amplia, abierta y de aguas cristalinas. Es un pequeño rinconcito entre altos acantilados. La riqueza del fondo marino también es sobrecoger. Su difícil acceso la convierte en una de las mejores calas de la Costa Brava. Ah, sí, también es un paraíso para los nudistas.
Cala Bramant, en Llançà
Si la llaman la ‘Cala de los enamorados’ no es por casualidad. La extraña forma de sus rocas forma una bañera con un arenal de 20 metros de largo en mitad del Mediterráneo, convirtiéndola así en una las calas más extraordinarias de la Costa Brava. El acceso no es fácil: a pie desde Llancà, que está a un kilómetro, o por el agua. Ya sea en barco o en kayak.
Cala Mateua, en l’Escala
De muy fácil acceso para todo lo que esconde, sobre todo en su fondo marino: desde corales, peces, posidonia a langostas e incluso el Cotentin, un remolcador francés. Naufragó en los sesenta y ahí sigue la proa. A la Cala Mateua también se le conoce como Illa Mateua porque frente a ella hay un islote. Cómo no, esta es una de las calas preferidas para los amantes del submarinismo.
Cala Futadera, Tossa de Mar
Una de las favoritas para quienes han podido explorar gran parte de la Costa Brava. Sólo se puede llegar a pinrel o por agua. Eso siempre asegura tranquilidad. Los acantilados que la sitian hace que no sea una de las que más sol tiene durante todo el día. Sin embargo, su vigorosa naturaleza la convierte en un paraíso terrenal en Girona, en el Mediterráneo, al lado de casa.
Cala de la Roca del Paller, en Sant Antoni de Calonge
Playa de arena fina, fondo marino rocoso. Se llama así por lo pedregosos y rocosos que son sus acantilados. Es una cala salvaje, aunque hay algunas construcciones encima de los acantilados. Es de las calas salvajes más cómodas por la arena y porque es de muy fácil acceso. Se puede acceder por el Camí de Ronda y también en coche. Al lado, a quince minutos, está la playa Can Cristus, que dispone de aparcamiento.
Cala Bona / Cala Sant Francesc, en Blanes
A dos kilómetros de la primera localidad de la Costa Brava: Blanes. Es más una playa que una cala, pero la forma la protege de los vientos del norte. Es de arena fina y fondo marino suave. Su fácil acceso hace que disponga de todos los servicios esenciales, hasta un restaurante (Cala Bona) famoso por sus arroces y pescados fritos a buen precio.
Platja de Sant Martí d’Empúries
Bañarse en esta playa es bañarse en historia. Ahí desembarcaron fenicios, griegos y romanos. Al lado, en Ampúrias, podemos ir a visitar las ruinas griegas y romanas a pie de playa. Es uno de los lugares más emblemáticos de la Costa Brava. La playa es muy extensa y de fácil acceso. Un día de playa puede convertirse en un día culturalmente enriquecedor.
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