Empresas
Los hermanos del Bulli han perdido todos sus restaurantes en Barcelona
“Estoy triste pero mentalizado para asumir nuevos retos”
«Tengo miedo de ser olvidado», decía Albert Adrià en el documental «Chef’'s table» emitido por la cadena de televisión Netflix. Pero a Albert Adrià difícilmente se le puede olvidar. Su genialidad y carisma en cada una de sus creaciones culinarias le han convertido en el Rey Midas de la cocina. Suyas son las famosas aceitunas esféricas (nacidas en El Bulli de Ferran Adrià) del célebre restaurante El Tickets en Barcelona y ahora en concurso de acreedores. Este genial cocinero, cuya carrera se forjó en El Bulli, está pasando por uno de los momentos más amargos de su vida por la reciente desaparición de ElBarri, el conglomerado de restaurantes de la familia Iglesias con cuatro estrellas Michelin ganadas, de la que Albert formaba parte como socio y a la que se dedicó los últimos diez años de su vida.
De ElBarri formaban parte los restaurantes Tickets, Bodega 1900, Hoja Santa, Pakta y Enigma, que convirtieron el barrio Paralelo de Barcelona en un auténtico Silicon Valley de la cocina, como lo denominó Andoni Aduriz. Todo eso se ha desvanecido. Los hermanos Iglesias no han podido afrontar la abultada deuda de 7,5 millones que arrastraban sus locales y presentaron concurso de acreedores. Un concurso generado por la falta de turistas en Barcelona y las limitaciones de horarios que les han restringido las aperturas. El único restaurante que se mantendrá es Enigma, 100% de Albert y que goza de una estrella Michelin.
Hay mucho dolor en la familia de Albert Adrià. «La triste noticia del concurso de acreedores de las empresas de la familia Iglesias es el reflejo de una situación tan triste como demoledora para todos los sectores, pero en especial para la hostelería. Estoy muy triste, pero mentalizado para asumir nuevos retos y concentrarme en los proyectos que continúo desarrollando», señala Albert Adrià a LA RAZÓN.
Siempre a la sombra de su hermano mayor Ferran, el talento de Albert le llevó a liderar un nuevo mundo de restauración. Su trayectoria no podría entenderse sin El Bulli, el famoso restaurante situado en Cala Montjoi (Gerona) y que Ferran convirtió en el mejor centro gastronómico del mundo con tres estrellas Michelin. Aquel sencillo local con vistas al mar regentado por un matrimonio austríaco recibió el nombre de su bulldog Bulli. En él recalaban muchos cocineros aprendices a los que se pagaba barato, entre los que se encontraba Ferran. Albert dejó de ver a su hermano mayor a los ocho años y a los 15 le dijo a su padre que no quería estudiar. «En El Bulli necesitaban mano de obra barata, ni siquiera sabía si eso me iba a gustar, no tenía ni idea del mundo de la gastronomía, pero siempre admiré a mi hermano y me fui con él a trabajar», explica Albert.
El Bulli era todavía un restaurante para iniciados, un sitio de ocio, poco conocido, incluso muchos días nadie se acercaba a comer allí. Empezó a coger fama cuando Ferran llevaba ocho años en él desarrollando una cocina muy innovadora. Albert consiguió hacerse un hueco al año y medio de llegar al Bulli. «Me hice pastelero. La gente venía a comer los postres que era lo que se estilaba en esa época. Tuve que espabilarme, evolucionar para ir a la velocidad a la que iba a la cocina salada. Me dediqué entonces a la creatividad», explica. El Bulli consiguió la atención mundial, mientras que Albert reinventaba todo el género de los postres y cambió el mundo de la pastelería.
Albert y Ferran querían un sitio donde desarrollar nuevas técnicas y crearon un taller de cocina. Albert pasó así a dirigir un equipo con los mejores cocineros del Bulli. En 2003 El Bulli se convierte en un icono de la cocina modernista, Ferran se hace muy famoso y la revista «Times» lo incluye entre los 100 personajes más influyentes del mundo.
La publicidad y la fama internacional que adquirieron los hermanos hizo aumentar la presión más y más y Albert empezó a desarrollar un cierto sentimiento de tormento. «Le dije a Ferran que necesitaba coger aire y decido dejar El Bulli». En 2011 éste se cerraba y Albert aterrizó en ElBarri. «Quería hacer algo diferente, un bar de tapas. Me centré en Tickets. Tuvimos que empezar de cero. Mucha gente pensaba que íbamos a hacer un nuevo Bulli. Mi pasado no me dejaba tranquilo, El Bulli era como un fantasma. Fuimos evolucionando, la gente empezó a admirar nuestra comida», explica ahora Albert. Tickets fue en ascenso y se colocó en el top 20 de los mejores restaurantes del mundo y Albert se ganó el respeto del mundo culinario, que lo tenía por un genio. Entonces llegó el tsunami del coronavirus que todo lo arruinó. Todos sus locales tuvieron que cerrar. Albert Adrià se tomará ahora un tiempo para decidir cuáles van a ser sus próximos pasos. «No tengo urgencias ni prisas», explica sosegado.
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