Análisis
El independentismo: en declive y sin hoja de ruta un año después de las elecciones
La quiebra del Govern entre Esquerra y JxCat se antoja lejana, aunque es una posibilidad
¿Por qué el independentismo ha dado tanta importancia a la victoria del 14-F?
El nacionalismo catalán, convertido en independentismo hace poco más de una década, lleva gobernando en Cataluña desde el regreso de la democracia, pero nunca había conseguido sumar más del 50% de los votos: gobernaba gracias a que le beneficia la Ley electoral y sobrerrepresenta las zonas menos pobladas, que es donde más votante tiene. Y, desde que empezó el «procés» en 2012, ha intentado hacer un referéndum que permitiera contabilizar cuánta gente quiere la independencia. Como no lo ha conseguido, ha bautizado los últimos procesos electorales (2015, 2017 y 2022) como plesbicito: el 14-F consiguió rebasar el 50% de los votos, una cifra histórica, pero quedó muy descafeinada porque se registró una alta abstención.
¿Tiene hoja de ruta del independentismo?
Es una de las asignaturas pendientes del independentismo desde el referéndum ilegal del 1-O de 2017. Desde entonces, la división se ha impuesto porque todos los actores divergen entre sí sobre qué camino tomar: Esquerra apuesta por agotar la vía dialogada con el Gobierno; JxCat aboga por materializar la independencia y mantener la confrontación; y, la CUP defiende un referéndum antes de 2025. Pere Aragonès se ha reunido con todos los partidos y entidades independentistas en las últimas semanas para buscar un punto de encuentro, aunque se antoja complicado la unidad estratégica y trazar una nueva hoja de ruta al estilo de los del inicio del «procés» (aunque aquella recibió críticas porque al final se comprobó que era muy difícil de cumplir y generó mucha frustración).
¿La divisón de Esquerra y JxCat puede quebrar el Govern?
Parece muy difícil que se dé ese escenario. En Esquerra prefieren gobernar en solitario. Sin embargo, aspiran a que se dé ese escenario dando el paso JxCat: es decir, saliendo los posconvergentes del Govern por iniciativa propia, cosa que tampoco parece posible porque la palanca de la Generalitat es muy importante para un partido que todavía está en plena fase de despliegue. Los choques entre ambas formaciones se han asumido como algo natural y se dan por amortizados, lo que tampoco puede ser motivo de ruptura en el Govern. Habrá que ver también cómo se desarrollan las próximas elecciones municipales, que pueden convertirse en un punto de inflexión en las relaciones y romper la dinámica de los bloques independentistas y constitucionalistas. Y es que ya en 2019 se dieron pactos entre Esquerra y PSC y entre JxCat y PSC (muy puntual) y en 2023 se pueden extender, lo que podría dinamitar todos los puentes entre republicanos y posconvergentes en función de en qué lugares se den (Barcelona, por ejemplo).
¿Qué apoyos tiene el Govern para esta legislatura?
La CUP se había convertido en el socio preferente del Govern, pero, a las primeras de cambio, se ha descolgado. Los anticapitalistas han votado contra medidas tan importantes como los presupuestos de 2022 y los proyectos de energía renovables. Ante el «no» de la CUP, los Comunes han salido al auxilio del Govern y han ido aprobando las medidas más sensibles del ejecutivo catalán. Si falla la formación morada, que ha amenazado en los últimos días con dejar de dar respaldo por la reforma laboral (que ERC no apoyó), podría aparecer el PSC. Aragonès ha ido levantando poco a poco el veto a los socialistas catalanes, que reclaman protagonismo tras su victoria de hace un año y en la nueva etapa de la política catalana, marcada por una menor tensión. El PSC ha pactado con ERC y JxCat la renovación de los cargos públicos (entre ellos, TV3) que llevaban ya mucho tiempo caducados y se abre a seguir por esta vía del acuerdo.
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