Historia

¿Quién fue el “unabomber” de Barcelona?

Juan Rull y su banda sembraron el terror en la capital catalana a principios del siglo pasado

La fotografía policial de Juan Rull
La fotografía policial de Juan RullAjuntament de Barcelona

El 26 de marzo de 1908 tenía lugar en la Audiencia de Barcelona uno de esos juicios que marcaron una época. En el banquillo de los acusados se juzgaba a Juan Rull i Queraltó, además de a los miembros de su banda. Oficialmente Rull era zapatero, pero no se le juzgaba por ese motivo sino por ser acusado de terrorismo con los miembros de su cuadrilla formada por su hermano Hermenegildo, los padres de ambos José y María, los hermanos Antonio y Juan Andrés Roig, un maestro de obras llamado José Perelló, el corredor de comercio Raimundo Burguet Sagot, además de Mateo Ferrán, Amadeo Trilla, Francisco Trigueros Callis -conocido como Mantequilla-, Jaime Perals Camps y el trapero Jaime Balasch. El proceso, largo y complicado, tuvo varios giros de guion por el camino, como que uno de los principales encausados, Mateo Ferrán, se hubiera suicidado en la celda poco antes de que el jurado concluyera sus deliberaciones.

Durante demasiados días los barceloneses se dedicaron a hacer cola y dar empujones para poder ser uno de los asistentes a un juicio que fue ampliamente cubierto en los diarios del momento. Había en el ambiente la idea de que podrían salir a la luz algunas revelaciones importantes, que por debajo había una trama de conspiración que no se había querido contar a la ciudadanía. Era el momento de que todo se contara, pero no fue así. ¿Quién era Juan Rull para que se creara tanta expectación, para que toda una ciudad estuviera en vilo ante sus declaraciones?

Nacido el 14 de noviembre de 1881, Rull, también conocido como “el cojo de Sants”, era hijo de una familia humilde donde el padre había trabajado como secretario de un ayuntamiento, el de Vilabella, hasta que fue fulminantemente despedido por sus corruptos manejos. Entre 1901 y 1905 Rull se hizo asiduo de una entidad llamada Centro Obrero de Estudios Sociales. Fue allí donde conoció a algunos anarquistas con los que empezó a trabajar en el manejo y la construcción de artefactos explosivos. Tomás Caballé y Clos, en sus apasionadas memorias “La criminalidad en Barcelona”, asegura que al protagonista de esta historia se le acusaba de varios delitos. “Se lucraba fingiendo poder bastante, como conocido anarquista, para descubrir y señalar a los autores de los explosivos que anteriormente habían producido males, daños, terror y alarma en Barcelona, así como también para evitar posteriores hechos de igual naturaleza, produciendo engaño a las autoridades a que ofreció sus servicios”, escribió Caballé y Clos. ¿Quiénes eran estas autoridades? Rull no se mordió la lengua y apuntó que eran tres gobernadores civiles duque de Bivona, Manzano y Ossorio Gallardo.

A Juan Rull se le identificó como responsable de varios ataques terroristas con víctimas de todo tipo. Una de las bombas estalló en unos baños públicos en las Ramblas, quedando herida una persona. Era el 26 de diciembre de 1906, dos días después de que se hubiera encontrado un artefacto que no explotó en un portal de la Rambla de San José. El 20 de enero Rull y su banda hirieron a dos personas en Canaletas. Siete días más tarde aparecieron un par más de bombas en las Ramblas: una dejó un herido y la otra no se activó, aunque cuando fue llevada a un campo para no provocar víctimas, acabó afectando a un capitán y un soldado. Dejemos que sea Caballé y Clos lo que ocurrió un poco más tarde: “En 8 de abril, una en el portal de la casa número 26 de la calle de la Boquería, causando lesiones graves a Ramona Farré Terrés, a consecuencia de las cuales falleció, a María Rodó (a la que hubo que amputar el brazo derecho), a Juan Rico (al que se le amputó una pierna), a María Moncunill, a Montserrat Comas y a Ángel Antón de Latorre, y otra en el Salón de San Juan, que sólo causó alarma”.

El juicio sirvió para demostrar lo elevada que era la factura de Rull y los suyos a cambio de ser confidentes. Al terrorista lo que más le interesaba era una “existencia regalada y viciosa, con juergas continuas, mujeres y vino”. Todo se planificaba en una casa de la calle de Roca, con cenas que se alargaban hasta el amanecer.

Finalmente el juez dictaminó tres penas de muerte: Para Juan Rull, su hermano Hermenegildo y la madre de ambos, María Queraltó, aunque estos dos últimos vieron conmutada la pena por la inmediatamente inferior. El resto de la banda acabó en la cárcel y hubo dos absoluciones.

Juan Rull fue ejecutado en el garrote vil el 8 de agosto de 1908, a la una de la tarde, en la cárcel Modelo. Hasta el último momento pensó que se salvaría.