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La historia oculta de cuando Barcelona acogía el nazismo

El libro «La ciudad y la esvástica» reúne información desconocida sobre hitlerianos en la capital catalana

Imagen de una exposición de literatura nazi en el paraninfo de la Universidad de Barcelona, en los años cuarenta
Imagen de una exposición de literatura nazi en el paraninfo de la Universidad de Barcelona, en los años cuarentaANC

La historiografía alrededor de Barcelona está viviendo un buen momento con la publicación de una serie de títulos que nos invitan a conocer más y mejor del pasado, en ocasiones incómodo, de una ciudad en constante transformación. Un nuevo título viene a sumarse a esa bibliografía, aunque no se trata de un libro más sino de una auténtica aportación que, a partir de ahora, deberá ser tenida en cuenta cuando hablamos de la capital catalana en las década de los años treinta y cuarenta. Se trata de «La ciudad y la esvástica», un monumental trabajo del investigador Manu Valentín que llega de la mano de Comanegra.

Esta obra es fruto de una ambiciosa investigación que ha permitido la localización de documentación inédita, siendo especialmente valiosa la procedente del Archivo Estatal Ruso de Historia Político-Social. Gracias a este material podemos saber mucho más de la impunidad que tuvo el nazismo en Barcelona durante los años republicanos y en los primeros tiempos de la posguerra, sin olvidar lo vivido en el tiempo en el que duró la Guerra Civil.

Valentín dibuja un retrato de un tiempo y una ciudad que se inicia con la llegada de la Segunda República y el papel de las colonias alemanas e italianas en Barcelona que se fueron nazificando hasta el punto de ver con muy buenos ojos todo el poder que iba acumulando Adolf Hitler. No se trataba de algo local. Buena prueba de ello es que el 24 de septiembre de 1932, la Agencia de Inteligencia francesa recibió un documento de uno de sus confidentes en Barcelona. En él se indicaba que «la banca y las principales casas de comercio y firmas industriales alemanes de la ciudad» estaban financiando al grupo nazi de la capital catalana. Igualmente otro confidente informaba de la creación, en el número 17 de la calle Ferran Puig, de un centro dedicado a Hitler.

También hubo voces críticas dentro de la ciudad, como es el caso del líder de la Unió Socialista de Catalunya, Joan Comorera, quien advirtió en sede parlamentaria que Barcelona se estaba convirtiendo en «campo de maniobras del fascismo internacional». Comorera también apuntaba al hecho de que «los funcionarios de los consulados de Italia y Alemania no son más que espías a sueldo de las respectivas dictaduras». Nadie le hizo caso pese a la seriedad de sus advertencias.

Una de las muchas virtudes de «La ciudad y la esvástica» es la de construir la cartografía del terror en Barcelona, señalando dónde se encontraban los centros en los que se promovía el nazismo. Uno de los casos más significativos es el de la avenida República Argentina que en los años treinta, en palabras de Manu Valentín, se convirtió en «una pequeña Berlín». En ella había «comerciantes exitosos, nazis enfervorecidos, refugiados anarquistas, espías huidizos, zapateros remendones, fotógrafos vanguardistas, etcétera»..

Cuando el golpe de Estado militar fracasó en Barcelona, muchos refugiados antifascistas aprovecharon el momento para asaltar algunas de las entidades que estaban relacionadas con el entramado nazi en la ciudad. En el libro quedan reflejadas cuáles eran, como el Colegio Alemán, en la calle Moià, 4; la Cámara de Comercio Alemana, en la Ronda Universitat, número 10, Sedas Gutermann S.A. en la calle Diputació, número 239, o la Caja de Socorro Alemán, en la calle Canuda. El Hotel Falcón, considerado un centro de difusión del ideario fascista, también fue asaltado.

La operación se venía preparando, todo hay que decirlo, desde finales de 1935. El cónsul general de Alemania, en un informe del 24 de julio de 1936, aseguraba que detrás de la operación estaba «el liderazgo de judíos y comunistas alemanes». Precisamente, un día después de ser redactado ese documento, una publicación, el «Boletín del Servicio de Información de CNT-FAI-AIT» aseguraba que se había desmantelado el entramado nazi barcelonés.

Cuando el 26 de enero de 1939, las tropas de Franco entraron por la avenida Diagonal, muchos de los súbditos alemanes e italianos que habían huido, regresaron a Barcelona para seguir en los cargos que habían dejado en 1936. En este sentido es significativo que casi un mes más tarde, el 24 de febrero, la organización nazi Auxilio Social Alemán envió a Barcelona un barco lleno de víveres, «un obsequio del régimen nazi al Gobierno municipal, para paliar la crisis de suministros que estaba padeciendo la ciudad». Es el inicio de una colaboración «sin complejos» y en la que muchos se beneficiaron con suculentos beneficios. En un capítulo del libro aparecen esos «intocables» alemanes que lograron hacer fortuna.