Gastronomía

Lotería a la carta, el sabor de la suerte

El azar es el guardián involuntario del éxito de ciertas sobremesas navideñas. Sin ensombrecer el futuro de la cena de fin de año, convendría preguntarse la influencia de la suerte al reservar un restaurante desconocido sin referencia alguna

Convendría preguntarse la influencia de la suerte al reservar un establecimiento desconocido sin referencia alguna
Convendría preguntarse la influencia de la suerte al reservar un establecimiento desconocido sin referencia algunalarazonLa Razón

Aunque caminamos entre barras y estrellas con la urgencia de aprovechar las vacaciones navideñas, el impulso de hablar de lo que supone una auténtica lotería al descubrir un restaurante al azar, es una necesidad periódica y natural que se acentúa obviamente entre el sorteo del Gordo y el del Niño. Convendría preguntarse la influencia de la suerte al reservar un establecimiento desconocido sin referencia alguna.

La lotería, como una compañía natural que nos recuerda al menos la existencia de una restauración con indicios de eternidad y, por contra, otra de abandono para no volver a pisar más. Para romper el tedio que mejor que metamorfosearse en pacientes comensales, sin ensombrecer el futuro de la cena de fin de año, y pensar en las recientes experiencias de Navidad. Los astros se conjuran para que coincidamos con amigos y familiares que exigen a cuatro manos. En apariencia, disfrutamos del éxito de la convocatoria pero las discusiones se suceden entre plato y plato.

Ante lo inevitable, paciencia casi jubilosa para asumir lo que puede ocurrir y no podemos controlar. El azar se expresa de un modo inapelable y en otras ocasiones se presenta emparentado con la satisfacción.

Los paladares viajan rebotando de forma fecunda por todas las dimensiones hoteleras conocidas. No debemos renunciar al tono gourmet pero no se distancien mucho de la sencillez que debe caracterizar estos encuentros.

Poco a poco, con una discreción que en absoluto implica invisibilidad, nuestro último anfitrión nos habla del azar al reservar. Nos quedamos en silencio, es aconsejable tener siempre un grupo de frases ocultas para casos de emergencia como este. Es preciso hacer gala de la prudencia necesaria para escuchar los tópicos que tratan de maridar la suerte con la intuitiva certeza al elegir un restaurante.

En su reserva del local desconocido hay mucho de tanteo, de merodeo, de mover el móvil en la oscuridad para poder llegar al sitio. En plena calle, cuando aparecen las dudas y se achican las referencias, todo se decide en un este sí o un este no. El porvenir no es poco, vamos directo al horizonte más cercano a merced de su intuición. La lotería gastrónoma nos atrapa y conduce por sitios inesperados. Hay ocasiones en que lo culinariamente lúcido, que se agazapa en lo lúdico, salta a la superficie de ciertas sobremesas de un modo destellante, con hallazgos memorables.

Ahora que ya sabemos con certeza que ciertas reservas (no) son inocentes, si aparcáramos el asunto medular de la lotería, sin sobredosis de ínfulas gastrónomas, la eficacia del azar resulta (in)contestable. Atrapados en las obligaciones de las fiestas navideñas, para escapar a este destino consentido, no debemos olvidar el conjuro que puede detener el falso hechizo gourmet. Es una gran paradoja, sin duda, y aunque nos incomode, el reproche y cierto desprecio al azar no deben ser obligados.

Con esta asfixiante coyuntura como telón de fondo, la suerte hace que los paladares que pasaban por dificultades vieran cómo cambiaban sus circunstancias. Incluso con algún pellizco sumiller gracias al champagne y vino ofrecido. Los afortunados que logran el gordo gastrónomo y los agraciados que resultan ganadores de pedreas gustativas son mayoría. Hasta los premios al catering más exigente no quedan exentos.

La realidad de la futura cena de fin de año en un desconocido hotel es incierta pero la esperanza persiste. Siempre hacemos planes aunque muchos se los llevan las circunstancias. Ya se sabe, el comensal regresa donde nunca estuvo pero la sobremesa siempre le parece familiar. Hay que barajar con soltura, los registros de la rutina y la sorpresa, ya que cualquier cosa puede ocurrir: espontaneidad culinaria, desconcierto gastrónomo y ensoñación gourmet bienhumorada que reaviva los paladares.

Quien quiera vivir una experiencia diferente tiene una opción inmejorable. Para enredar aún más la madeja, si no tienen posibilidad de reservar en un restaurante conocido no se decanten por el ahorro de consecuencias desconocidas. Aunque la hostelería a veces resulta caprichosa, la probabilidad se encuentra a su favor. Los restauradores siempre ansían dar premios altos de satisfacción.

Aunque la frase «la lotería te cambia la vida» no es unánime, en gastronomía el motivo sí. No pretendemos abarcar toda la respuesta pero al menos nos gustaría apuntar un elemento que explica el título de este artículo a tenor de lo vivido y escuchado.

Existe, sí, existe relación entre el azar y conocer cierta restauración. Muchas son las razones, pero una está en el centro de todo, algunas veces, para encontrar la fortuna gastronómica durante las fiestas navideñas es necesaria la suerte. Lotería a la carta.