Gastronomía
Puerta a puerta, delicatessen logístico
Sin hacer ruido la restauración a domicilio se ha consolidado a golpe de pedal y continúa su expansión sin bajar las expectativas
Nada acelera, tan rápidamente, como las querencias culinarias. Por eso, de vez en cuando, los astros gustativos se alinean y una conjunción mágica brilla en el cielo de la gastronomía para fomentar una inercia irrefrenable que nos lleva a asomarnos inevitablemente a la posibilidad de disfrutar de la comida para llevar.
Aunque comenzamos a gobernar la agenda gastronómica, como antesala a la desfibrilación horaria y al capítulo final de las limitaciones, el diagnóstico real es que este hábito que ha crecido exponencialmente durante la pandemia ha llegado para quedarse. Sin hacer ruido se ha consolidado a golpe de pedal y continua, hoy todavía, su expansión sin bajar las expectativas.
Por más que el refrán insista en lo contrario, sobre gustos hay mucho escrito. Lo que para unos suena lejano para otros se convierte en un objeto de deseo habitual. Por mucho que haya y vengan modas hosteleras quedan pocos rituales tan claros. La posición jerárquica entre la restauración presencial y la gastronomía a domicilio se ha quebrado.
En resumidas cuentas, la situación actual nos manda un mensaje claro de que el futuro de un buen número establecimientos pasa por la distribución capilar al domicilio. La logística y el transporte ganan espacio en la gastronomía. La restauración, no solo las franquicias, se han convertido en el equipaje más deseado.
A pesar de la pregonada neutralidad, déjense mimar antes de iniciar el recorrido telefónico de las reservas. La comida para llevar seguirá siendo el colágeno que genera la elasticidad de las sobremesas a domicilio. Aunque siguen en pie las mismas incógnitas que mantienen en vilo al mundo de la restauración, inclinémonos por la tentación de reflexionar sobre las cosas evidentes que exigen como mínimo calibrar hasta dónde seguirá creciendo la comida a domicilio cuando se ejecute la desescalada definitiva.
La identidad de esta restauración no es compleja y puede ser delimitada con facilidad. Los restaurantes escenifican la realidad en diferentes grados. El flechazo es evidente, por eso nunca dejarán de ocupar un lugar preferente. La foto fija de adhesiones incondicionales hacia esta restauración explica su pluralidad entre cuyas virtudes siempre destaca la fertilidad de ofertas. Su versatilidad es tan concluyente que no hay temor a una sobreexplotación.
Los hábitos de acceso al consumo de cierta restauración han cambiado por momentos, algo aparentemente positivo por fuerza mayor, al aparecer las limitaciones como mediadores y el algoritmo de la necesidad de reinventarse como mano visible.
Aunque conviene no anticipar las consecuencias futuras en los hábitos de la restauración, como un canon perdurable, por culpa del civil, los cambios de criterio de clientes y profesionales, aunque sean puntuales son necesarios, especialmente, ahora que todo está en la cuerda floja de la relatividad.
Hasta algunos que no tenían una visión edulcorada de la distribución de la comida a domicilio, comienzan a dar voz propia a la logística al visibilizar experiencias cercanas. El poder omnímodo de la distribución a domicilio, para cualquier tipo de restauración, puede ser un fin en sí mismo y al mismo tiempo un medio para alcanzar un objetivo tan loable como el éxito de la supervivencia.
Mientras tanto, los «road runners» de la comida a domicilio seguirán viajando enchufados a la batería del menor tiempo posible. Siempre tendrán a mano una máxima para salir airosos, en el terreno mutante de las calles, al interpretar la victoria como un espaldarazo al feliz destino de la entrega. Usos, costumbres, ritos y normas compartidas nos someterán, inevitablemente, de manera puntual los próximos años a la restauración a domicilio.
Ante la (in)estable (in) certidumbre de la restauración presencial por las todavía limitaciones impuestas seguiremos buscando el cobijo puntual en la fidelidad al «take away» que refleja su idoneidad cotidiana y ejerce todavía un magnetismo necesario.
No hay pasado, ni futuro, solo el presente en un trayecto de corto recorrido. Al escuchar el timbre del domicilio, las pulsaciones son más que motivadas al abrir la puerta. La comida se convierte en horas, luego en minutos, después en emoción compartida donde surge el retrato del share de la satisfacción y se asimila el poder la distribución del puerta a puerta como un delicatessen logístico.
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