Amamantando la vida

La regla de dar de mamar 10, 15 o 20 minutos en cada pecho

Dedicado a todas las madres que creyeron que no pudieron amamantar porque no tenían leche

La producción láctea es una actividad fisiológica, pero también depende del aprendizaje
La producción láctea es una actividad fisiológica, pero también depende del aprendizajeLa RazónLa Razón

Todavía se siguen imponiendo absurdos horarios y restricciones de tiempo en las tomas al pecho. Una de las grandes dudas que las madres preguntan, es la frecuencia de las tomas y el tiempo que esta debe durar. Es este uno de los mitos más extendidos entre generaciones que hace que los profesionales sanitarios oigamos a los padres decir: «A ver si los sanitarios se ponen de acuerdo en estas recomendaciones».

El problema no solo está en que los profesionales sanitarios dicen cada uno una cosa, sino también que las madres obtienen consejos contradictorios de su propia madre, suegra, vecina... El motivo es que por desgracia estamos inmersos en una sociedad con cultura de lactancia artificial.

Hoy nos preguntamos ¿de dónde procede esta regla tan absurda de establecer horarios a la alimentación del lactante?

La producción láctea en la mujer tras el parto es una actividad fisiológica que forma parte del proceso de reproducción, pero que también depende del aprendizaje, de las creencias y las normas según el contexto sociocultural y temporal.

Así la lactancia es un proceso determinado por la biología en donde las creencias y supersticiones desafortunadamente pueden condicionar y determinar el momento que el lactante debe ser puesto al pecho, la duración de la toma y del amamantamiento y la alimentación con leche de otra especie como sustitutivo o complemento de la leche materna.

La recomendación de establecer horarios y un tiempo en la toma al pecho se estableció principalmente a principios del siglo XX con la introducción de la leche de fórmula. Sabemos también que durante el siglo XIX, antes de la existencia de las leches de fórmula, a consecuencia del número insuficiente de nodrizas, más de la mitad de los lactantes recluidos en las inclusas morían de hambre durante sus primeros días de vida.

Para poder alimentar a un mayor número de bebés, se ideó como estrategia que una nodriza en lugar de amamantar a demanda a un solo lactante, lo amamantara diez minutos, aumentando así el número de bebés que podían ser amamantados. De este modo, las tasas de mortalidad descendieron, posiblemente los que sobrevivían eran aquellos que tenían una succión más fuerte y eficaz, y «puede» que consiguieran una buena toma durante ese tiempo establecido.

El siglo XX no solo acabó con las nodrizas, sino también fue cuando se hizo posible la administración de leches de fórmula adaptada al lactante. Este tipo de alimentación se fue incorporando de forma exagerada como pauta desplazando a la lactancia materna alegando en muchas ocasiones razones de poco peso.

Anterior a la década de los años sesenta la mayoría de los nacimientos se producían en el domicilio familiar, el tránsito de parir en casa a hacerlo en los hospitales dio lugar a un cambio de paradigma, y a una concatenación de hechos que no beneficiaban en nada a la lactancia.

Tras el parto en los hospitales los recién nacidos eran separados de sus madres con el propósito de que ambos descansaran. A ello se unía la idea de no alimentar al recién nacido hasta que pasaran incluso 24 horas tras el parto y, para dificultar más el proceso, la madre sólo podía ofrecer unos minutos de cada pecho. Así el pobre bebé, cansado de llorar, separado del nicho natural que es el cuerpo de su madre, no tenía otro remedio que dormirse, hasta que se le dejara mamar de nuevo, algo que solo podía hacer cada tres horas, limitando de este modo el estímulo del pezón que provoca un aumento de las hormonas encargadas de la producción láctea, por lo tanto, a menos estimulo, menos leche.

A la vez, las restricciones de las tomas, producían en esa fase de inicio del establecimiento de la lactancia que los pechos de las madres aparecían duros y pletóricos de leche, unido a la poca fuerza y energía del bebé, dificultaba una adecuada extracción y vaciado de la mama. La repetida presión de la boca de la criatura que intentaba agarrarse y comer de un pecho duro como el mármol, causaba heridas llegando a producir grietas en el pezón. Esto suponía un intenso dolor para la madre, un inconveniente para que el lactante consiguiera extraer la leche, y una gran dificultad para conservar y aumentar la producción láctea. Si el bebé no mama, o no es efectivo extrayendo la leche, el pecho deja de producir.

En definitiva, fuese cual fuese la situación, si el bebé no conseguía comer, el pecho dejaba de producir leche y cada vez perdía más peso. Así que era fácil encontrarse con madres doloridas que intentarán dar de mamar, a un bebé que duerme mucho y no come, o que llora porque quiere comer, y ante tales circunstancias era fácil que apareciera en escena el biberón de leche de fórmula, que reforzaba la convicción de que el pecho de la madre no tenía leche, y el pobre bebé muerto de hambre se terminaba todo el biberón.

Este mito que todavía persiste :«Mi madre no pudo amamantar, porque no tenía leche» o «a mi madre no le subía la leche, y me dejaron sin comer dos días». No se tuvo en cuenta que, con la maternidad científica de principios del siglo XX, se estaban poniendo muchas zancadillas a la lactancia.

El deseo de calcularlo todo cambió la alimentación a demanda del bebé por una alimentación determinada por los «expertos», quienes calculaban la cantidad de alimento y el intervalo entre tomas, extrapolándolo a su vez a aquellos pocos bebés que conseguían mantener la lactancia materna. Con todo ello era habitual que las madres salieran de los hospitales con un recién nacido, una muestra de leche e instrucciones para preparar el biberón.

Aun con los conocimientos actuales, no es fácil enmendar el desatino que hizo que más de una generación de mujeres no amamantara, no porque no tuvieran leche, sino porque en los hospitales se establecieron rutinas que contribuyeron a dificultar enormemente la lactancia materna, interrumpiéndose con ello no solo la transmisión de conocimientos sobre lactancia, sino propagando a la vez, la idea de que muchas mujeres no pueden amamantar.

Para transmitir una información válida y coherente en lactancia materna a las madres que actualmente desean amamantar, los profesionales sanitarios deben actualizar los conocimientos teóricos y prácticos en lactancia materna, y abandonar la alimentación con horarios que ha sido en gran parte la causa de que muchas mujeres se quedaran sin leche y debieran abandonar la alimentación al pecho, puesto que, lactancia a demanda, es clave para favorecer el éxito y la producción de leche materna.

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