Amamantando la vida

Las verdades científicas que debes saber sobre la lactancia materna

Cada vez son más mujeres que amamantan a sus bebés, pero las tasas a partir de los seis meses de vida aún son bajas

La cultura de la lactancia materna se está recuperando poco a poco
La cultura de la lactancia materna se está recuperando poco a pocoLa RazónLa Razón

La cultura de la lactancia se ha perdido en los últimos decenios como consecuencia de los cambios sociales y las falsas creencias de que la leche artificial es igual que la materna. Pese a que en los últimos años las cifras de mujeres que amamantan han ido en aumento, todavía la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida y mantenida hasta los dos años de edad sigue estando por debajo de las recomendaciones de las sociedades científicas que reconocen el riesgo de no amamantar y el poderoso valor de la leche humana, la cual beneficia por igual a los niños, a las niñas que a las madres.

Con todo, siguen existiendo obstáculos que interfieren en la capacidad de las mujeres para amamantar en condiciones óptimas.

La industria de leche de fórmula se ha encargado de difundir sus productos, promocionándolos como un sustituto tan bueno como la leche materna, y una opción que se adapta mejor al modo de vida actual, dando como resultado una mayor alimentación con biberón y debilitando la promoción del amamantamiento, sin considerar que el no amamantar o una duración más breve de la lactancia tiene consecuencias económicas y para la salud.

No es cierto que la leche de fórmula es similar a la materna, ni tiene componentes casi idénticos, es más, ambas leches no son ni serán nunca iguales, ya que, ni de lejos actúan igual en el organismo del lactante. La única verdad, comparando ambos tipos de alimentación, es que el lactante crecerá tome la leche que tome. Ambas leches proporcionan energía y nutrientes.

En cambio, la leche humana es algo más que alimento, contiene: anticuerpos que protegen al bebé de enfermedades, aporta hormonas que regulan su apetito, células, glóbulos blancos y bacterias, oligosacáridos (prebióticos) que ayudan al desarrollo y reparación de sus órganos, luchan contra infecciones y preservan el sistema digestivo de tu bebé. Además de ácidos grasos que contribuye al desarrollo de su cerebro. No se puede pedir más a un alimento.

La leche materna es un fluido vivo con propiedades exclusivas, y una gran capacidad de adaptarse durante la toma, en cada momento del día y al desarrollo del bebé, incluso cuando está enfermo, el cuerpo de la madre producirá más anticuerpos, para luchar contra las infecciones, una vacuna natural que todas las mujeres tenemos a nuestro alcance.

Una de las cosas que mayormente preocupa a las madres lactantes es si el bebé come lo suficiente o se queda con hambre y, en consecuencia, no gana peso suficiente. Sabemos que los lactantes alimentados con leche materna, pierden más peso en los primeros días de vida, que los alimentados con leche de fórmula.

El peso

Es de esperar una mayor pérdida de peso, dado que el establecimiento de la producción láctea en la madre ocurre entre el segundo y tercer día después de iniciar la lactancia, lo cual, no quiere decir que el bebé este en ayunas, sino que está tomando el preciado calostro.

La ganancia de peso es más rápida y mayor en los bebés alimentados con leche de fórmula. Existen varias explicaciones en estas desigualdades, algunas de ellas están relacionadas con la diferente composición nutricional entre la leche materna y la fórmula láctea.

El mayor contenido de proteína en las leches de fórmula estimula un crecimiento acelerado en los bebés. La leche materna es rica en grasa y baja en proteínas, (grasas importantes para el desarrollo del sistema inmune, la visión y el desarrollo cognitivo y motor del bebé), mientras que la fórmula infantil, al contrario, es baja en grasa y alta en proteínas.

Este contenido mayor de proteínas, a grandes rasgos, contribuye en un aumento temprano de la adiposidad y en consecuencia a un mayor riesgo de sobrepeso y obesidad posterior.

Por otro lado, la forma de alimentarse al pecho difiere de los bebés alimentados con biberón. Mientras que el bebé amamantado es capaz de autorregular el consumo de leche, apartándose del seno o dejando de succionar cuando se siente satisfecho, en los lactantes alimentados con fórmula, es la persona que alimenta, quien regula la cantidad de leche que toma.

Es importante destacar que este rol activo que presentan los lactantes alimentados con leches materna es debido a la acción de una serie de hormonas presentes en la leche humana, las cuales se encargan de regular la sensación de apetito y saciedad en el bebé.

Prevenir la obesidad

Es decir, gracias a estas hormonas, presentes en la leche, el lactante amamantado es capaz de decidir cuándo y cuánto comer, y, por lo tanto, en el momento que se note saciado parará, tomando exclusivamente la cantidad de leche que necesita.

Se trata, por tanto, de una manera de regular el apetito que no presentan los alimentados con leche de fórmula. Estos últimos continúan succionando de un biberón hasta que la leche se termina, ingiriendo más cantidad de leche. A largo plazo, este hábito repercutirá en una menor identificación de los signos de saciedad.

Por lo tanto, el ganar menos peso en esta etapa, lejos de ser un riesgo, supone un beneficio en la disminución de la de obesidad y en sus consiguientes complicaciones tardías en la infancia y en la edad adulta. La leche de fórmula, como ya hemos mencionado, contiene más proteínas, lo cual se ha relacionado con un aumento en el número de células grasas.

Por el contrario, la leche materna no solo aporta los nutrientes que el lactante necesita para un correcto crecimiento y desarrollo, sino que puede resultar clave para el buen desarrollo de la regulación del apetito, un valioso recurso para aminorar o prevenir la epidemia de sobrepeso y obesidad existente hoy en día, así como, a la vez, evitar una serie de enfermedades relacionadas, como la diabetes, enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer.

Es necesario divulgar la evidencia científica a las familias sobre la importancia que tiene mantener la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses de edad y también junto con una alimentación complementaria adecuada como mínimo hasta los dos años de edad, ya que es la forma ideal de prevenir muchas de estas enfermedades no transmisibles.

La sociedad en su conjunto debe reconocer que la lactancia es la norma para construir una sociedad más saludable, más libre, más solidaria y más plena.

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