Xbox, SEGA y un gran problema de márketing
Microsoft podría anunciar hoy mismo la compra de SEGA y escurrir así el bulto de la confusión que provoca el nombre de su nueva consola
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Tras el anuncio por parte de Sony de la fecha de lanzamiento y precios definitivos de su PlayStation 5, era el turno de Microsoft de mover ficha y seguir adelantando novedades de su próximo gran proyecto: Xbox Series X y Xbox Series S. Así, el gigante de la tecnología usó sus redes sociales para anunciar un acuerdo de compra con Zenimax, la compañía que controla Bethesda y todas sus franquicias: a la sazón, los contenidos de “Fallout”, “Doom” o “The Elder Scrolls” ahora serán jugables en su plataforma.
El anuncio, que pilló por sorpresa a millones de jugadores en todo el mundo y se entendió como un golpe encima de la mesa de Microsoft después del mal ejercicio de Sony y sus juegos a casi 80 euros, parece que puede quedarse en anecdótico. En la tarde del día 22 de septiembre, supuestas filtraciones comenzaron a circular (desde portales tan poco fiables como 4Chan) sobre una posible compra de SEGA por parte de Microsoft. En teoría, y siempre atendiendo a las filtraciones y a las posibles pistas que han ido dejando las compañías, la compra podría anunciarse hoy mismo.
De este modo, la casa del erizo Sonic formaría parte del universo Xbox, pero en las filtraciones no se aclara qué ocurriría con los acuerdos de colaboración con Nintendo que nos han traído, por ejemplo, varios juegos arcade con los juegos olímpicos como temática. Más allá de la rumorología, la compra de estudios y compañías parece el único remedio efectivo en la lucha por la supremacía de la mercadotecnia. Frente a sagas exclusivas y propias desgastadas, tal y como optaron ya gigantes del audiovisual como Disney, la compra de propiedades externas y contrastadas a nivel económico parece el modelo a seguir por las grandes empresas del entretenimiento.
Lo único cierto es que, a la hora de la verdad, parece que la pelea por las ventas obedece a elementos mucho más rudimentarios. En la tarde del 22 de septiembre, Amazon abrió las reservas anticipadas de la nueva consola de Microsoft, la Xbox Series X, con el precio de 499 euros anunciado. Bien, para cuando había caído la noche, se registraba una subida de un escalofriante 747% en las reservas, pero no de la nueva consola, si no de la antigua, que lleva por nombre Xbox One X, considerablemente más baratas. Este problema de “naming”, que la consola del aspa lleva arrastrando en sus dos últimas generaciones, parece el último tiro en el pie de una compañía que lucha por un mercado en el que Sony lleva media cabeza de ventaja solo “viéndolas venir”.