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Al son del baile y el chascarrillo

Enrique Viana, en el centro, coronado de plátanos
Enrique Viana, en el centro, coronado de plátanoslarazon

Obra de Francisco Alonso. Voces: Jesús Castejón, Gurutze Beitia, Estíbaliz Martyn, Nuria Pérez, Enrique Viana, Rafaela Chacón, Ángel Ruiz, Cecilia Solaguren, María José Suárez. Director de escena: Jesús Castejón. Director musical: Carlos Aragón. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 29-VI-2018.

Típica comedia musical con mucho de revista clásica, aunque con argumento desarrollado, esta obra es un mecanismo de enredo al uso, con equívocos, suplantaciones, engaños y chascarrillos. Base literaria –de Francisco Ramos Carrión y Joaquín Gasa– sobre la que Francisco Alonso supo engarzar unos pentagramas ligeros, de fácil melodía, que discurren sobre un cañamazo de ritmos variados, más o menos usuales en la época del estreno en Logroño (1947): swing, fox, chotis, guajira, fado, samba, pasodoble, ranchera, vals y marcha. Un «totum revolutum» relativamente afín a la simplona anécdota que ha sido revisado, a cuenta de la Sociedad General de Autores, por Saúl Aguado de Aza, que casa con la adaptación practicada por Alfredo Sanzol, quien ha modificado el argumento introduciendo alusiones al presente, a la corrupción en primer lugar, y prescindiendo de algún personaje, lo que hace algo menos inteligible la confusa narración. Con el añadido de que en muchos casos los actores no vocalizan del todo bien. Claro que tampoco importa gran cosa, porque a la postre es lo pegadizo de la música lo que prima; más allá de los problemas de los arruinados Casto y Casta y de las argucias que idean para salir del trance. En la samba que cierra el primer acto fue estrella Enrique Viana, que interpreta a un improbable mayordomo –en el original se trataba de una criada– y que, coronado de plátanos, otorga al número esa gracia suya tan especial, entre el despiste y la sorpresa y que da un pequeño curso de emisión vocal: de pecho, de cabeza, en falsete, a plena voz, con escaladas a la zona aguda. Junto a la excelente y chisposa labor de Jesús Castejón –que movió estupendamente la escena, con todos los subrayados exigidos– y la inigualable Gurutze Beitia, destacaron Ángel Ruiz, en una soberbia caracterización de argentino, Cecilia Solaguren en su temblorosa costilla, Rafaela Chacón, que cantó con estilo un pasodoble, y María José Suárez, en el cometido de la señorona esposa de un político corrupto, Bombardini –en el original, ex director de orquesta milanés– aquí José Luis Martínez. Bien la soprano Martyn como Totó, que exhibió, por encima de lo escrito, sus limpios agudos, pero que apechuga con una tesitura en exceso grave para ella. La pareja Pérez-López brilló en su dimensión actoral, no tanto en la canora: voces aún sin formar del todo, la de él algo desabrida y tremolante. Provienen del proyecto Zarza. En lo musical todo fue llevado con la mayor de las naturalidades, dejando fluir la música y bañándose en los cambiantes ritmos, sin buscar refinamientos quizá fuera de lugar, por la cadenciosa batuta de Aragón. Orquesta muy a tono, partes corales ad hoc, vestuario (Ana Garay) en sintonía, como la coreografía (Nuria Castejón). La escenografía (Carmen Castañón), en dos alturas, piso y sala de fiestas, muy bien diseñada y funcional