Alegrías y nostalgias
Hace unos días tenía lugar un concierto en el Auditorio Nacional en el que, dentro de los homenajes a García Abril por su 80º cumpleaños, 500 niños, la Orquesta y Coro Filarmonía con Pascual Osa al frente, interpretaron su obra «Alegrías». Dificilísimo trabajo de encaje para intentar que el numeroso coro estuviese siempre cuadrado, máxime pensando en los problemas de los niños para ensayar juntos. Curioso cómo los sentimientos pueden ser contrapuestos, cómo lo que se supone una fiesta puede transformarse en algo totalmente diferente a través de pensamientos inevitables. En el escenario recitaba un niño cuyas formas expresivas reavivaron recuerdos. En el programa de mano aparecía su nombre: Antón García Abril Beca. Rápidamente surgió un «flashback». En diciembre de 1979, en el Teatro Real, Odón Alonso dirigía la partitura con la Orquesta de la RTVE. Entonces, en el escenario, el recitador era Antón García-Abril Ruiz, el hijo del compositor y padre del niño que, casi treinta y cinco años después, afrontaría el mismo cometido.
¡Cuánto ha cambiado la música en nuestro país en este tiempo! No sólo la música. Curioso que en aquel entonces España vivía la segunda crisis del petróleo y los españoles lo pasábamos tan mal como ahora. Entre mayo y septiembre, el PSOE daría un gran salto adelante en tremenda convulsión cuando Felipe González dimitió para volver a la Secretaría General tras forzar la renuncia al marxismo. Treinta y cuatro años después, en una crisis no menos aguda, no ha habido congreso extraordinario, sino una «conferencia política» en la que, eso sí, ha tomado protagonismo la versión femenina de González. ¡Qué diferencia abismal entre el González de entonces y el Rubalcaba de hoy!
Todo ello bloqueó las «Alegrías» junto a las imágenes de algunos artistas que acaban de pasar por Madrid: Anne-Sophie Mutter, Mariella Devia, Leo Nucci, Ivo Pogorelich, Alfred Brendel o el mismo Evgeny Kissin. En aquel 1979, Mutter fue nombrada «artista del año» en Alemania y grababa su segundo disco –LP de vinilo– con Karajan. Devia debutaba en Nueva York. Nucci lo hacía en Viena con «Barbero». Pogorelich estaba a falta de un año de su escándalo en el Concurso Chopin... justo cuando se presentaría a la industria el nuevo soporte musical, el CD, que treinta y cuatro años después agoniza. Y, volviendo la mirada a los asientos del anfiteatro había otras personas en los lugares de Fernández Cid, Enrique Franco, Antonio Iglesias... Ahora la primera línea de críticos la constituyen los Reverter, Arteaga... y yo mismo. ¡Menudas «Alegrías» transformadas en nostalgias y deseos de que hoy las cosas tuvieran, al menos, la grandeza de ayer!