Cine entre corcheas
La relación de algunos matrimonios artísticos no es tan idílica como puede parecer. Dierctores y autores de bandas sonoras han tenido, en ocasiones, sonoros desencuentros
Indiana Jones cabalgando por el desierto, Norman Bates a punto de asesinar a una atractiva huésped de un motel de carretera, un tiburón que acecha a los bañistas de una playa... ¿Son capaces de imaginar alguna de estas míticas escenas sin las melodías de sus bandas sonoras? Muchas de ellas han trascendido la propia película hasta el punto de reconocerlas sin haber visto nunca un solo fotograma de la cinta. Seguramente, muchas no merecerían la etiqueta de "clásico"ni, ni siquiera, nos hubieran emocionado. Uno de los grandes, Ennio Morricone, incluso contribuyó enormemente a la creación de un género, el "spaghetti western". Sobran ejemplos para ilustrar la relación de dependencia entre música y cine pero, la lucha de egos entre directores y músicos, ¿quién la gana? El ejemplo más reciente de divorcio artístico lo protagonizó precisamente Morricone, al asegurar a unos estudiantes de cine en Roma que no estaba contento con el uso de su canción "Ancora Qui"en "Django desencandenado", y que no volvería a colaborar con el director ya que "pone la música en sus películas sin coherencia". Otros matrimonios, sin embargo, conservan la pasión de los primeros años, como el de Steven Spielberg y John Williams, que comenzó en 1974 con "Loca evasión"y llegará, como poco, hasta la cuarta parte de "Parque Jurásico".
"Existe cierta relación de dependencia entre algunos directores y sus compositores. Hay muchos que están habituados al lenguaje del compositor y se convierten en un tándem. Generalmente, es el director el que elige al compositor, aunque, en ocasiones, lo hace el productor. En todo caso, durante la historia del cine se han producido verdaderos matrimonios estéticos que perduran toda la vida", asegura el compositor Antón García Abril, responsable de 150 creaciones para cine y televisión. Pedro Almodóvar y Alberto Iglesias, Fellini y Nino Rota, Tim Burton y Danny Elfman, David Lynch y Angelo Badalamenti, Win Wenders y Ry Cooder, Álex de la Iglesia y Roque Baños, Hitchcock y Bernard Herrmann, David Fincher y Trent Reznor... Son sólo algunas de las colaboraciones más estables, en las que el músico, desafortunadamente, lleva las de perder. "Los compositores de bandas sonoras no tienen el control en absoluto: es la servidumbre de la música de cine. El músico tiene que tener la humildad de saber que su obra está tratada por el director, o, incluso, por el editor, muchas veces, por exigencias del montaje. El problema es que muchas veces se maltrata", añade García Abril. Otro de los grandes compositores de cine de nuestro país, Roque Baños, no percibe que sus creaciones se hallen tan desprotegidas. "El compositor, como autor que es, tiene el derecho moral sobre su obra, que es algo a lo que no puede renunciar por ley, pero también existen otros derechos como el de transformación de una obra, que depende de si está dispuesto o no y bajo qué condiciones. Kis directores habituales y noveles con lo que trabajo cuentan conmigo para que supervise los niveles y ajustes de la música", aclara.
¿Se desentendió Morricone entonces de su obra en "Django"? Según Baños, no necesariamente. "Hay excepciones. En ocasiones se hace un uso arbitrario de la música, cortándola, pegándola y moviéndola donde les plazca, y lo que es peor, sin contar con el compositor o el editor de música. Así, el compositor puede resultar seriamente perjudicado, ya que el espectador siempre señalará al creador de la música cuando algo no le guste". Las consecuencias negativas de componer para el cine no terminan en la exposición del músico al público a través de una obra sobre la que pierde el control; la consideración artística de este tipo de creación ha sido puesta en duda por los expertos en numerosos foros. No es ésta, sin embargo, la opinión de los autores que han compaginado la música de auditorio con la del séptimo arte. "Decir que la música de cine es un género menor es una apreciación banal: la música es buena o mala, como ocurre en todas las artes, al margen del género. Y, en ningún caso, es menor", asegura García Abril. Baños, que no se ha sentido menospreciado por dedicarse principalmente al cine, cree que "en este sentido, algo está cambiando. Los compositores del mundo clásico buscan, incluso, un lugar en este mundo, y la música, cada vez más, vuelve a escribirse para que sea escuchada y, sobre todo, entendida, por el gran público", comenta.
Si bien director y productor tienen la última palabra en la banda sonora, los músicos, gracias en buena parte a las alianzas que hemos visto, han conseguido a lo largo de la historia del cine imponer o, como poco, influir de una forma determinante en la realización cinematográfica. "Ennio Morricone, por ejemplo, impuso al "spaghetti western"una personalidad muy acusada. Después de sus primeras películas, muchos rodaban con su música en la cabeza. En ocasiones, se ha decidido alargar una escena para dotar a la música de una mayor protagonismo", dice García Abril. Sin duda, a Spielberg le habrá pasado en alguna ocasión con la música de Williams. "Mi relación con Steven es el resultado de un montón de incompatibilidades muy compatibles", bromea el músico sobre su relación con el director, que se desvive en elogios hacia Williams cada vez que la ocasión lo permite: "De no ser director, mi sueño siempre fue componer bandas sonoras, y esto se debe a mi admiración por John Williams. Mucho tiempo antes de que lo conociera ya tenía una colección de su obra. Por fortuna, puedo trabajar con él", confesó el director. Esto sólo puede ocurrir, sin embargo, en la que se denomina música argumental (la mal llamada música de fondo), que poco tiene que ver con las bandas sonoras formadas por canciones sin relación alguna con la trama. "En el primer caso, sí que puede alterar de algún modo la película, como alargar alguna escena. En el segundo, es mucho más acusado: las canciones producen más dinero que la película en sí, por lo tanto, la transformación y su influencia es mayor. Son bandas sonoras con fines comerciales". Influida o influyente, menospreciada o consagrada, ensalzada o maltratada, la música continuará siendo para el cine la mejor, sino esposa, pareja de baile, la parte, en palabras de García Abril, "más expresiva, con la capacidad de ingresar de una forma sutil en nuestras emociones más profundas".
Con sonido español
Alberto Iglesias ("Todo sobre mi madre", "El topo"), Roque Baños ("El maquinista", "Celda 211"), Pablo Cervantes (compositor habitual de José Luis Garci)... La composición musical de cine en nuestro país no tiene que envidiarle a la de cinematografías con mayor tradición. Sus composiciones no sólo acompañan a las producciones nacionales; muchos de ellos son requeridos en el extranjero en multitud de ocasiones. El futuro es también alentador, según explica García Abril: "Tengo alumnos jóvenes con excelentes aptitudes. Pero no son sólo las promesas; en la actualidad se escribe muy buena música de cine, tanto en España como fuera. Voy al cine con frecuencia y me sorprende en muchas ocasiones lo bien que se trabaja la música en el cine actual", añade. ¿Un consejo para los futuros compositores? "Que su objetivo sea convertir la música en imagen".