Crítica de cine

Dennis Bots: «Los secretos de los adultos son las pesadillas de los niños»

El director Dennis Bots narra en «Secretos de guerra» la amistad de dos niños en la Holanda de 1943 y su duro despertar a la realidad

«Secretos de guerra»
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El director Dennis Bots narra en «Secretos de guerra» la amistad de dos niños en la Holanda de 1943 y su duro despertar a la realidad

Dennis Bots viene a retratarnos el último otoño de la infancia, ese momento crepuscular en que las ensoñaciones de la imaginación ya no bastan para ocultar por más tiempo el mundo de los adultos. Un despertar que se narra a través de la niñez de Tuur y Lambert, dos chavales que aún contemplan la guerra que ocupa a los mayores como una distracción, un entretenimiento que se puede imitar jugando con pistolas de maderas. «Son dos amigos, dos chicos procedentes de familias distintas. Uno de los padres trabaja para la resistencia; el otro, es un colaborador de los alemanes. Sus vidas, sin duda, cambiarán», explica el director. Es Holanda. Año 1943. Un instante en que los árboles de los bosques no pueden ocultar ya los estragos del nazismo: las deportaciones, las batallas aéreas, la persecución de los judíos, los racionamientos, los bombardeos.

- Bajo el Tercer Reich

La amistad que los dos amigos entablan con una estudiante nueva, que se incorpora a clase en medio del curso, les obligará a abrir los ojos a lo que sucede a su alrededor. La presencia de esta compañera inesperada les llevará a comprender muchas de las miradas que existen a su alrededor y entender algunas de las palabras que los mayores sólo pronuncian en susurros. Ninguno de ellos sabe que su amiga es judía, pero pronto averiguarán qué significa eso cuando se vive bajo la bandera del Tercer Reich. «Los secretos de los adultos se convertirán en las pesadillas de los niños. Esta historia justamente cuenta la destrucción de la inocencia», comenta el realizador. Las viejas promesas de lealtad que se habían hecho Tuur y Lambert se pondrán a prueba en un mundo donde los trenes han dejado de transportar ganado para comenzar a llevar personas. El propio Bots recuerda cómo sus abuelos le contaban trágicas historias de la ocupación alemana y cómo, en el sur de su país, al menos, los niños pudieron, durante un breve periodo de tiempo, mantenerse alejados de la tempestad de la guerra: «Los críos podían permanecer juntos, estar cerca unos de otros, pero este filme no es un libro de historia y sí una historia de emociones».

La trama aborda un tema poco explorado por el cine: la situación de los colaboracionistas en los territorios ocupados, y los odios, rencores y resentimientos que fueron creciendo a su alrededor. Bots parece decirnos que los hijos no son culpables de los pecados de los padres y parte de la redención de esta película proviene de Lambert, que es capaz de engañar a su padre, al asegurarle que va a inscribirse en las juventudes hitlerianas, para ayudar a sus amigos. «Creo que la amistad es la esperanza para el futuro. Hoy en día es muy importante para todos. Me refiero a tener respeto por todos los demás y ayudar a la gente. Creo que éste es el gran mensaje que contiene este trabajo». Tuur y Lambert conocerán el sabor amargo de la traición, el dolor de la pérdida, el distanciamiento que suponen los prejuicios de la sociedad. Pero ellos sabrán liberarse de esa tupida madeja de ideas y sentimientos apelando a su vieja amistad, que no es otra cosa que la nostalgia de su infancia, porque en ese punto han dejado de ser niños y se han convertido en hombres.

El jardín de la inocencia

No es la primera vez que el director Dennis Bots (en la imagen) viaja al mundo de los niños –con anterioridad lo había hecho en «Los chicos cool no lloran», por ejemplo–, pero en esa ocasión, el realizador empaña la cinta de una cierta añoranza. Rueda con nostalgia esta despedida de la inocencia, que él presenta arropada por una naturaleza que es casi como un jardín salvaje y virgen; un territorio para la fantasía que poco a poco va diluyéndose y desapareciendo por una presencia más incómoda que los monstruos de nuestra fantasía: soldados, paracaidistas y resistentes. O sea, la guerra.