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La revista «Matador» dedica su número Q a la fotografía con la selección del editor Robert Pledge y lo acompaña del cuaderno de trabajo del fotógrafo Joan Fontcuberta

Joan Fontcuberta es un fotógrafo entusiasta de las metáforas, y en su último proyecto ha desarollado una de ellas hasta sus últimas consecuencias, hasta que las idea han dejado de serlo y se ha convertido en la realidad plausible. «Me guiaba la idea del metabolismo de la imagen. La perspectiva de que una fotografía nace, crece, llega a la senectud y después a su declive». El artista materializó ese comportamiento «biológico» de la imagen en la sociedad contemporánea: sirvió imágenes como alimento a los caracoles que habitan en su buzón. Ellos completaron la obra y el resultado se puede ver en una exposición en la editorial La Fábrica y en un número nuevo de la revista «Matador», dedicado por completo a la fotografía. Junto al número, coordinado por el editor gráfico Robert Pledge, se entregan los cuadernos de trabajo de Fontcuberta para este proyecto. Un banquete de estímulos de alta calidad en el papel de alto gramaje donde se imprimen las metáforas.

Nutrirse del arte

Con «Gastropoda», como se llama el proyecto, Fontcuberta (Premio Nacional de Ensayo y de Fotografía) ha introducido el arte en la cadena trófica. «Exacto, y he descubierto que ya otros artistas habían tratado la idea de nutrirse del arte, y la idea de la digestión como hilo conductor. En todo caso, creo que he hecho apología de la ‘‘slow food’’ también. Es un canto a todo eso», dice con humor y con veracidad, porque la muestra la completa un vídeo en el que se puede ver a los caracoles engullir, despacio y con deleite, las postales. La idea de la pieza nació de una vivencia: «Vivo en el campo, cerca de Barcelona, en una zona con mucha humedad. Viajo con frecuencia y al regresar descubría que los caracoles se habían comido parte de mi correspondencia. Al principio me preocupaba, hasta que dejaron de llegar notificaciones importantes porque todo lo recibo por correo electrónico. Así que deliberadamente dejaba las invitaciones a exposiciones y de galerías de arte en el buzón y comprobaba qué hacían los caracoles con ese ‘‘spam’’. Después, de los centenares de invitaciones, elegí las que resultaban reconocibles o abstractas». Aunque Fontcuberta no se haya comido los caracoles, alguien o más bien algo puede que sí lo haya hecho, y de esa manera el arte estará ya en la cadena alimentaria. «En realidad, la idea es que, cuando se exponga la obra en museos, se presente el terrario, los caracoles y que cada cierto tiempo se vaya sacando una de ellas para que se cuelgue como obra. Cuando se clausure la exposición, en lugares donde haya tradición gastronómica con caracoles, está previsto que se haga un guiso con ellos», explica el artista. Y es que, a su juicio, en la cultura visual contemporánea hay algo que ha cambiado: ahora las fotografías no toman como referente la realidad, «sino otras imágenes preexistentes. Hoy, más que con la realidad, nos las vemos con ellas».

Así lo atestiguan los artistas seleccionados por Robert Pledge para el número de la revista, todos especializados en la fotografía documental. Nombres de tres generaciones y 11 nacionalidades distintas unidos por las mismas intenciones: «Las de profundizar en un aspecto de la realidad. Investigar, en muchos casos, durante años en situaciones o temas que no están al alcance de todo el mundo. Buscar un ángulo estético. Y finalmente exponerlo todo con veracidad y honradez», señala. Grandes nombres como los de Sebastião Salgado, Catherine Leroy, Edward Burtynsky, Stephen Dupont, Annie Leibovitz y Sammy Baloji están en el número especial. Parece que la mejor fotografía documental no se hace hoy en los periódicos. «No, por muchas razones. Por los recortes, la creciente precariedad y la falta de medios. Hace un mes, ‘‘The New York Times’’ despidió o prejubiló a todo su departamento de fotografía, muchos de ellos veteranos profesionales. ‘‘Sports Illustrated’’ ha hecho lo mismo apenas a unos días de la Superbowl, el mayor evento deportivo de EE UU... Para que haya buenos trabajos hacen falta años de experiencia y preparación.Hoy, la mayor parte de los fotógrafos se financian sus trabajos. Por eso, aunque cualquiera pueda tener una cámara, no se puede comparar con alguien que dedica todo ese esfuerzo a una labor. La fotografía sobrevivirá a este cambio tecnológico». Fontcuberta: «Eso sí, quedará para minorías o para círculos determinados. Igual que el coche desplazó la hípica a algo residual».

¿Son los caracoles los autores?

Una de las preguntas que le surgieron a Fontcuberta es quién es el autor de la obra: «¿Soy yo o son los caracoles? ¿Qué significa ser autor? Para mí, no es fabricar la imagen. Lo que cuenta es quién da sentido a la imagen, quién la hace vivir. Los caracoles no tienen voluntad y para que haya autor hace falta voluntad. Una cámara de vigilancia, por ejemplo, hace fotografías, pero sin intención». La imagen se ha desnaturalizado. «Vermeer hizo 25 cuadros en toda su vida. Tú puedes hacer 25 en cinco minutos con tu móvil. La imagen se ha secularizado y se ha convertido en algo conversacional, como la palabra que se la lleva el viento. No para perdurar. Es prosaica y banal. Por eso hablo de la muerte de la fotografía, pero más bien como una provocación, porque no morirá nunca».