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El día que Aretha Franklin cantó por la gracia de Dios

El documental «Amazing Grace» recupera una filmación olvidada de 1972 de Sydney Pollack del disco más importante de la historia del góspel y de la carrera de la diva.

Aretha Franklin canta en una escena de las grabaciones de «Amacing Grace», el documental que ha rescatado la filmación de 1972
Aretha Franklin canta en una escena de las grabaciones de «Amacing Grace», el documental que ha rescatado la filmación de 1972larazon

El documental «Amazing Grace» recupera una filmación olvidada de 1972 de Sydney Pollack del disco más importante de la historia del góspel y de la carrera de la diva.

«Amacing Grace» es al góspel lo que «Sargent Peeper’s» al pop. Una expresión cimera, definitiva, de un estilo. «¿Te imaginas que hubiera una grabación en cine del “Sargent Peeper’s”?». El productor Alan Elliott lanza la pregunta desde el hotel María Cristina de San Sebastián y no duda en que aquello hubiera salido a la luz hace mucho, mucho tiempo. Sin embargo, misteriosamente, las grabaciones de ese monumento del góspel que fue «Amacing Grace», el disco más vendido del género y de la carrera de Aretha, quedaron durante cuatro décadas arrumbados en unas latas en la sede de Warner. Todo, hasta lo más estúpido, confluyó para que aquello fuese así.

Alan Elliott ha pasado una década bregando porque aquel material que se creía perdido saliera a la luz. Se ha enfrentado a todos los actores de aquella grabación que se ejecutó en dos días de enero de 1972 en la iglesia baptista de Los Ángeles. Al final, «Amacing Grace» tiene carne fílmica y fue presentado ayer en el Festival antes de su estreno en salas en España el viernes que viene.

Para aquella gran misa góspel presidida por la voz de una joven Aretha Franklin de regreso al canto divino tras su paso por el pop, la discográfica Warner contrató a través de su división de cine a un director asimismo joven pero de inicios francamente boyantes: Sydney Pollack. El estadounidense, que venía de rodar «Danzar, danzad, malditos» y «Las aventuras de Jeremías Johnson», debía captar con todo su equipo los detalles de aquellas dos jornadas de conciertos, con un auditorio mayoritariamente negro, entregado a las palabras y el piano del reverendo James Cleveland, enérgico maestro de ceremonias, y a la tímida presencia y rotunda voz de Aretha en presencia de, entre otros, su propio padre.

Y sí, Pollack grabó todo aquello, pero el mismo Pollack se cargó todo aquello. El director olvidó la claqueta y eso generó un gravísimo problema a la hora de sincronizar el audio. Un trabajo que era realmente inabordable con la tecnología de la época. Warner, probablemente abochornada, decidió dar carpetazo al asunto mientras el disco iba creciendo imparable en las listas.

Una mitología propia

«Pero Pollack nunca dijo la verdad, al menos no a mí –señala Elliott–. Era un hombre poderoso y orgulloso y jamás admitió que se la había olvidado la claqueta. Sydney creó una mitología alrededor del tema para no admitir su error y que tenía que ver con que había problemas con el contrato de Aretha y por eso se desechó el proyecto. Pero ahí hablaba por él su ego, que le impedía admitir el problema».

Elliott adquirió en 2007 el material y comprobó que sí existían contratos. «¡¿Tú crees que voy a mandar a Pollack con cámaras por ahí sin contrato?!», le espetó un viejo ejecutivo. Hasta, en su día, se contrató al director del coro de Los Ángeles presente en la grabación para «leer los labios» y así poner orden entre imagen y sonido. Pero ni eso funcionó.

Muerto Pollack, quedaba Aretha Franklin para poner obstáculos a que «Amacing Grace» se editara con la nueva tecnología y saliese a la luz. «La misma Aretha se pensó que había un problema con el contrato de tanto que lo dijo Pollack. Eso lió más la situación. Además, era productora en todo lo que hacía, tenía siempre el control de todo y quería controlar esto también». «Quería controlarlo», insiste tras unos segundos de duda Alan Elliott, que sabe que la cuestión monetaria estaba muy presente en aquella disputa. «Pero es que, además, Aretha se estaba muriendo. Yo no lo sabía, y luchaba por la película, pero ella tenía problemas mayores: estaba luchando contra el cáncer de páncreas».

Una vez fallecida Aretha, la familia dio el OK a Elliott para montar las latas de Pollack y sacar a la luz este tesoro del documental musical. En él vemos, con naturalidad, a los propios cámaras pasando por el cuadro, a Pollack mismo con grandes gafas, a un público que, como en las misas góspel, interactúa y vive desde dentro aquellos cantos y loores al Señor que las cuerdas vocales de Aretha filtraban mejor que ninguno. Habían pasado tres años de la muerte de Martin Luther King, y Aretha transmite de forma sutil mensajes a la comunidad negra, cantando por ejemplo «Precious Lord», que ya había entonado en el funeral del líder negro.

«Franklin tendría que estar en el monte Rushmore», confiesa emocionado un Elliott que ha visto cómo su lucha particular ha valido la pena a la luz del resultado: «Los problema técnicos fueron lo de menos, eso se solucionó rápido, no como el aspecto legal. Yo suelo decir de broma que la película ha costado 100.000 dólares de producción y 4 millones en abogados. Y encima para resolver problemas que ni siquiera eran reales». Pura mitología, insiste. Pero es que Aretha era mucha Aretha y «Amacing Grace» un material de primera que, mágicamente, resurge del olvido.