Estreno

El espíritu, huérfano sin teatro clásico

Un montaje de «Divinas palabras», un clásico de Valle-Inclán
Un montaje de «Divinas palabras», un clásico de Valle-Inclánlarazon

Ramón María del Valle-Inclán, Federico García Lorca, los nuevos clásicos, inventores de mundos, dignos de culto por la profesión y el público, y de lectura obligada en institutos y universidades. Es de lamentar el poco teatro que se lee en la actualidad, como culto entretenimiento. Nadie parece tener en cuenta las letras dramáticas, cuando fueron tan populares colecciones hebdomadarias como «La farsa», que mantenían al corriente al público del movimiento teatral de la temporada. ¿No es esto un evidente empobrecimiento cultural? Durante el siglo XVIII y el XIX, todos los textos se publicaban y se vendían a las puertas de los teatros. Leer teatro era cosa de lo más habitual. No es así en el presente. Hay avances que son retrocesos. En este caso, la televisión y el cine son un escollo a la lectura. El abandono popular de las letras dramáticas lo considero una merma lamentable para la formación espiritual del ciudadano actual.

Pero aún hay más que lamentar. El teatro más popular se ha vuelto televisivo, facilón y de un lenguaje callejero y ramplón. Hasta los divos de mayor éxito proceden de la televisión, y lo peor es que hasta los clásicos sufren adaptaciones que son traducciones a ese lenguaje sin ninguna calidad literaria o poética. Los mismos profesionales opinan: «El teatro no debe ser literario; debe reflejar la calle y la intimidad cotidiana de las personas. No hagamos un teatro de museo». ¿Es teatro de museo representar las obras de Lorca o de Valle-Inclán tal como se escribieron, literalmente? El actor español nunca ha sido una persona culta ni de formación humanística y universitaria. Aunque se manifiesten de izquierdas, son muy reaccionarios y muy primitivos de mente. «Carnaza de teatro», farándula oportunista y resultona, que ahora parece dominar en la escena y contaminar a directores y empresarios. Están muy lejos de creer que sin literatura no hay teatro, ni buen teatro que no sea buena literatura. Y así, me remito a esos nuevos clásicos citados al principio. Vale.