Historia

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¿El Ku-Klux-Klan cabalga de nuevo?

La elección de Donald Trump como próximo presidente de EE UU los ha devuelto a la primera fila de la información debido a su apoyo al candidato republicano.. Pero ahora existen otras fuerzas que defienden lo mismo que ellos y que cuentan con más fieles que la organización racista

Un grupo de miembros del Ku Klux Klan, en un encuentro de la organización
Un grupo de miembros del Ku Klux Klan, en un encuentro de la organizaciónlarazon

La elección de Donald Trump como próximo presidente de EE UU los ha devuelto a la primera fila de la información debido a su apoyo al candidato republicano.

En abril de 1865 concluyó la guerra de Secesión que había enfrentado durante cuatro años al sur del país con el resto de la nación y que había costado no menos de seiscientas mil vidas. Al terminar, el sur era un territorio devastado y sujeto a la ocupación del ejército de la Unión. En diciembre de 1865, en Pulaski, una localidad de Tennessee situada cerca de la frontera con Alabama, tuvo lugar una curiosa reunión de la que emergió una organización que sería conocida como el Ku-Klux-Klan (KKK) o el clan del círculo. Sus seis fundadores eran personas de estudios que habían sido oficiales confederados e, inicialmente, no pensaban ir más allá de crear un club sureño con resonancias peculiar e incluso ridículamente esotéricas. Al principio, la violencia no formaba parte de sus medios ni de sus actividades y su extensión territorial era escasa. Sin embargo, en aquel sur ocupado por el ejército, el partido republicano excluyó de los censos electorales a los votantes blancos y, a la vez, entregó el sufragio a los negros prometiéndoles la entrega de una mula y un acre de tierra.

Dado que el mismo partido republicano estaba votando en contra de conceder el voto a los negros en algunos estados del norte, no sorprende que muchos sureños sospecharan que aquella acción respondía a segundas y nada nobles intenciones. Ciertamente, lo que surgió fue un sistema de corruptelas que formaba legislaturas estatales y gobiernos pasando por encima de la mayoría de la población y que favorecía a especuladores procedentes del norte. En 1867, los radicales republicanos, apoyándose en el voto negro, controlaban políticamente todos los estados sureños y fue precisamente esa situación la que provocó la transformación y el crecimiento del KKK. En abril de ese año, un grupo de representantes del KKK se reunió en Maxwell House, Nashville, y procedió a redactar unos estatutos en los que se insistía en la defensa de la constitución de Estados Unidos y de los «débiles, inocentes, indefensos y oprimidos». Los «débiles y oprimidos» eran los blancos sureños a los que la política republicana estaba privando de su posición social.

El general confederado Nathan Bedford Forrest, siempre invicto en el campo de batalla, fue elegido Gran Brujo. Con la excepción de Florida, Tennessee y partes de Alabama y Mississippi, el Klan no actuó en zonas donde los negros fueran un porcentaje reducido de la población.

En una mezcla curiosa de moralismo y coacción, el KKK flagelaba lo mismo a los que maltrataban mujeres que a los negros que pretendían participar en la política. Sin embargo, los hombres del Klan no se centraron únicamente en la realización de incursiones punitivas. En realidad, el KKK diseñó una estrategia de recuperación que, por ejemplo, en Tennessee y Georgia, intentó obtener el voto negro; y en Carolina del sur, apeló a los republicanos y negros descontentos.

El origen de la violencia

Sin embargo, los negros votaron masivamente a favor de los republicanos y lo que se produjo a continuación fue una oleada de violencia en la que el Klan buscó destruir la base del peso político de los negros – a los que se atacó despiadadamente– cortando de paso la posibilidad de triunfo republicano. La violencia era innegable, pero el hecho de que fuera acompañada por proclamas en favor de respetar la ley y el orden contribuyó a crear en torno suyo una aureola de prestigio. Para muchos sureños, el KKK devolvía a las gentes blancas sencillas una sensación de seguridad para sus vidas y sus haciendas que no existía desde la llegada de los invasores del norte. En enero de 1869, Forrest anunció la disolución del Klan afirmando que estaba dando lugar a abusos inaceptables. A finales de 1872, el KKK había desaparecido por completo, pero sus metas políticas estaban a punto de ser alcanzadas. Así, en 1873, el tribunal supremo de Estados Unidos dictó un fallo que cambiaría la Historia del sur retrotrayéndola a los tiempos anteriores a la guerra civil. En un caso relacionado con los mataderos de Louisiana, el tribunal resolvió que determinados derechos deben ser defendidos por los respectivos estados y no por el poder central. Esa sentencia tuvo como consecuencia inmediata que las tropas de la Unión tuvieran que abandonar los estados del sur y que sobre éstos recayera la defensa de los derechos reconocidos a los negros tras la guerra de Secesión. Durante los años siguientes, de manera inexorable, los demócratas se fueron haciendo con el poder en los distintos estados y privando del voto a los negros para satisfacción de los derrotados en la contienda. El KKK era ya cosa del pasado y no existían razones para su reaparición. Esta tuvo lugar de manera oficial en 1921 y fue fruto del impacto que causó la película «El nacimiento de una nación» de D. W. Griffith donde la guerra civil y la Reconstrucción eran relatadas en clave confederada y los hombres del KKK eran presentados como paladines del bien. Puede juzgarse la manera en que la cinta reproducía cómo veía la Historia buena parte de la sociedad sureña teniendo en cuenta que el entonces presidente Wilson la alabó públicamente como un relato fiel de lo acontecido.

Con todo, hay que tener en cuenta que, a la sazón, Estados Unidos vivía una reacción contraria frente a cierta inmigración. Este segundo KKK tuvo una veta anti-católica motivada no tanto por razones propiamente religiosas sino porque veía con aversión la ayuda proporcionada por la Iglesia católica a los inmigrantes procedentes de Italia a los que se asociaba,no sin cierta razón, con el terrorismo anarquista y la mafia.

A mediados de los años 20, los miembros del KKK llegaban al 15 por ciento del censo electoral y no fueron escasos los que ocuparon cargos públicos especialmente en el partido demócrata y en los Estados del sur. Marcados por una visión moralizante que, por ejemplo, defendía la prohibición de las bebidas alcohólicas, millones de miembros abandonaron el KKK al conocerse los escándalos económicos relacionados con alguno de sus dirigentes. Con todo, el papel fundamental en la lucha contra el KKK lo tuvo la Liga Anti-Difamación judía. En los años cuarenta, el segundo KKK ya era cosa del pasado. El tercer KKK apareció en los años cincuenta y, especialmente, en los sesenta, en un intento por bloquear los avances del movimiento de los derechos civiles. Nunca llegaron a superar los cinco mil miembros en toda la nación, pero, por añadidura, el que estuvieran implicados en muertes como las de los fieles de la iglesia bautista de la calle 17 de Birmingham en 1963 o las de voluntarios en Mississippi en 1964 acabó con las posibilidades del KKK de ser una organización de relieve.

El único intento realista de adaptar al KKK al paso de los tiempos lo protagonizó David Duke en los años setenta. Congresista republicano en Louisiana, Duke fue Gran Brujo e intentó conducir al KKK hacia una estrategia basada en la defensa de la población blanca. En 1980, Duke abandonó el KKK, pero esa circunstancia sigue siendo una constante en las menciones que sobre él se hacen en los medios de comunicación. De hecho, hasta la actualidad es la única figura de relieve a la que se vincula con la organización.

En los años ochenta, miembros del KKK protagonizaron algún crimen aislado en Tennessee y Alabama que tuvieron como consecuencia directa la pérdida de sus propiedades en indemnizaciones para las víctimas y la primera ejecución –en 1993– de un blanco que hubiera asesinado a un negro desde 1917.

Una situación mortecina

En la actualidad, el KKK no existe como tal organización sino que vive a través de centenar y medio de capítulos independientes y bajo diversos nombres ubicados a lo largo y a lo ancho de los Estados Unidos. En su mayoría, están localizados en el sur, pero también tienen cierta presencia en la zona baja del Medio Oeste. La legislación de discriminación positiva hacia las minorías raciales y una inmigración cada vez más numerosa han ayudado a animar la situación mortecina del KKK como, por otro lado, ha sucedido también con los grupos negros extremistas que no contemplan con agrado la llegada de millones de hispanos. En 2015, los capítulos del KKK pasaron de 72 a 190. Con todo, la idea de un KKK que alcance el peso que tuvo a inicios del siglo XX o incluso en los años sesenta del siglo pasado parece encontrarse bastante lejos de la realidad. En buena medida, el rechazo de la inmigración masiva y de lo políticamente correcto ha sido asumido por otras fuerzas políticas más atractivas e incluso por el presidente Trump. Los que respaldan esas posiciones son también muchos más millones que aquellos que respaldaron al KKK en sus mejores momentos. El KKK no cabalga de nuevo, pero muchos de sus seguidores contemplan con satisfacción a otros jinetes.