José Luis Garci: «Ya no estoy para reuniones ni para pelearme»
Debuta en el teatro con un homenaje a Arte Nuevo, la compañía que le marcó y de la que rescata dos de sus obras.
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Debuta en el teatro con un homenaje a Arte Nuevo, la compañía que le marcó y de la que rescata dos de sus obras
Iñaki Miramón y Lydia Bosch ya le rindieron homenaje en «You’re the One». Era el año 2000 y fue el primer tributo de Garci al grupo de teatro que le había fascinado de pequeño, Arte Nuevo. Pero era cine... Ahora lo lleva a su ecosistema: las tablas. Las del Español (del 18 de febrero al 27 de marzo). Es «Arte Nuevo: un homenaje», compuesto de «Cargamento de sueños», de Alfonso Sastre, y «El hermano», de Medardo Fraile. Recibe en el mismo sitio en el que inventó a su Sherlock Holmes, El Parnasillo del teatro en el que estrena en una semana. Entonces era el camerino de Irene Adler; ayer, no más que un espacio barroco en el que quitarse presión: «Me dicen que me ven calmado, y es que cuando se levante el telón los que dan la cara son otros». Cero intranquilidad en su estreno en la dirección teatral. El cine, aparcado, siempre en su mente, pero de forma diferente: «Antes era un nómada, iba al cine, lo hacía y lo veía; ahora soy un videófilo que disfruta desde el sofá».
–¿Cómo comienza la aventura?
–Gracias a Max Aub. Hubo un tiempo en que pensé llevar al cine «San Juan», y coincidí con Pérez de la Fuente.
–Buen admirador de Aub...
–Me dijo que iba a montarla. Yo había intentado hacerla, pero se iba de las manos. Entonces, Pérez me invitó al estreno y descubrió mi afición al teatro. Y de ahí salió el «tenemos que trabajar juntos». Hace año y medio me llamó para preguntarme qué me gustaría montar y le respondí que un homenaje a Arte Nuevo.
–¿Y por qué estas dos obras?
–Cuando estudiaba PREU cayó en mis manos un tomo de este grupo que me leí en dos días. Encontré un teatro diferente. Me impresionó.
–¿Cómo se unen?
–Haces «clic» y listo. Acaba una y empieza otra. Aprovechamos el descanso para cambiar barbas, vestuario, decorado...
–Cambiar el chip al completo.
–Del todo. Es lo bonito. Un programa doble, una obra en color y otra en blanco y negro.
–¿Qué significó Arte Nuevo en esa época?
–Fue el primer grupo que dio un grito existencial de un teatro español de vanguardia. Era místico, experimental, insólito... Recogía la esencia de todas las corrientes europeas.
–¿Cómo cambia el método de trabajo del cine al teatro?
–De momento he hecho las cosas igual. Hemos ido puliendo frases para que la gente siga más fácil la obra, que hay frases que han quedado arcaicas, pero la esencia debe ser la misma. Después, fijamos los movimientos para sentirnos a gusto en el escenario, aunque no ensayemos en él, la luz, el decorado... Como el cine, pero sin sus técnicas. Esto es teatro.
–¿Qué referencias tiene?
–Mihura, Jardiel Poncela, Jacinto Benavente, Buero Vallejo...
–¿Qué opina de la situación de Pérez de la Fuente al frente del Español?
–Dicen que si lo van a cesar y demás, pero no tengo ni idea. Ha bajado a vernos en los ensayos y le sigo viendo todos los días y charlando con él.
–Afortunado usted que puede...
–Mi opinión personal es que es un extraordinario director para el Español. Un hombre de gran cultura. Si esto trata de un problema de ideología sólo hay que ver que estreno a Sastre y Fraile, lo más representativo de la izquierda española en su tiempo...
–Ha actuado sin mirar colores.
–Es de esas escasas personas en España que somos independientes. Según las noticias tendría que estar fuera desde hace dos semanas, pero yo le veo trabajando.
–Además estrena en no mucho.
–Sí, «El cerco de Numancia», de Luis Alberto de Cuenca.
–Volvamos a «Arte Nuevo», ¿dónde está su sello?
–Pues mi idea ha sido hacerlo como a ellos les hubiera gustado en 1950. Sin tecnologías. No levanto la mano para que se me vea.
–No es decir estoy aquí, sino mostrar una pincelada.
–He servido a la obra al máximo para que el público salga con la idea del talento de los dos. Aunque no son obras de autores cuajados.
–Eso le da un toque...
–Claro, he quitado cualquier ingenuidad.
–Hable de ese primer contacto con las tablas de adolescente.
–El director de mi colegio era un gran aficionado al teatro y cada año hacía una función. A los trece empecé a participar y decían que era buen actor, y así lo creo. La única vez que lo he hecho en una película, en «Viva la clase media», estuve muy bien, pero no he querido interpretar más.
–¿Por?
–Prefería la dirección.
–Y con toda esta pasión por el teatro, ¿por qué no entrar antes?
–Estaba con el cine, que tiene teatro, pintura, música... Lo ha copiado todo, es pirata.
–¿Y está aparcado definitivamente?
–Nunca puedes decir jamás, pero ya son cuatro o cinco años sin hacer nada. Me voy a poner una medalla: cuando vi que el mundo había cambiado decidí dejar paso a otros. Fui el primero, luego vino el Rey y dijo «aquí está mi hijo».
–¿No puede adaptarse?
–La pregunta es si me interesa.
–Eso...
–Tengo la ventaja de haber terminado con una película que me gusta mucho, «Holmes & Watson», no creo que exista un Sherlock como el de Gary Piquer. También es mi tiempo porque estoy aquí, pero hay que dar un paso al lado, es ley de vida. Me sigue gustando mucho el cine, de hecho si un día me dices: «Oye, Garci hazme el vídeo de la boda». Yo te lo hago.
–Un lujo.
–Sí, porque sería cine. Ya no estoy para reuniones, ni para pelearme, no tengo la energía de antes. Prefiero pasar el tiempo leyendo, escribiendo, escuchando música... Igual que me ha surgido esto del teatro, si me sale ser comisario de una exposición lo haría.
–Todo esto no significa que haya ido a peor, ¿no?
–No. De hecho, cada vez es más real. Lo digital ha aproximado la imagen y las historias que interesan son las mismas. Me gustaría tener la capacidad de decir cuáles son los clásicos de ahora y que no nos damos cuenta. Yo diría «Master and Comander», podría haberla hecho Raoul Walsh.
–¿Qué tiene que decir una voz autorizada como usted de los Oscar que vienen?
–Que la Academia cada vez es mejor y yo peor. Antes coincidía en el 80% de los premios, pero ya me gusta un tipo de cine diferente al de los miembros jóvenes. Eso es bueno, se renueva y apuesta por el progreso, pero yo me quedo en mi cine. No soy de «El renacido», en cambio gusta. Tarantino sí.
–¿Qué tal la última?
–Estupenda, porque tiene el don de ser ameno.