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Una mujer clara como la leche

Nell Leyshon, la primera escritora en firmar una obra para el Globe Theatre, retorna con su nueva novela al siglo XIX para hablar de la discriminación de género

Una mujer clara como la leche
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Suena la melodía de James Brown «This Is a Man's World» ("Éste es un mundo de hombres"). Ya empezamos a tararearla cuando alguien para la cinta y nos deja a capela con el «it would be nothing, nothing, without a woman or a girl» (no sería nada, nada, sin una mujer o una chica). Quien pone final a los primeros versos de Brown podría ser Nell Leyshon, la primera mujer en escribir una obra de teatro para el Globe Theatre. «Me convocaron en una reunión frente a tres hombres y me preguntaron: "¿Puedes hacer una pieza para el Globe en tres meses?". La verdad es que no lo sabía, pero dije que sí, con determinación, como lo hubiese dicho un hombre. Luego, a la hora de hacer el trabajo, ya lo enfoco como una mujer. Si no, te comen», una actitud que la escritora ha llevado a rajatabla desde que era joven y que da una idea de su personalidad arrolladora y de la militancia feminista que de alguna forma ejerce. Ahora presenta «Del color de la leche», una novela ambientada en el siglo XIX y en la que su protagonista femenina, como Leyshon, no tiene pelos en la lengua. Una «carencia» que a ambas les ha acarreado muchos problemas. La sinceridad mal se vende en cualquier siglo, pero es irresistiblemente atractiva.

Apenas una historia

La entrevista transcurre en una librería escondida en el Madrid de los Austrias. Como si quisiera provocar al entorno señorial que lo rodea, Mujeres y Compañía es un espacio dedicado a la literatura escrita por el llamado «sexo débil». Una bocanada de aire fresco se respira al traspasar la puerta. Allí, frente a un grupo de diez mujeres, la autora británica da un coloquio sobre su libro y con cierta sorpresa ante la respuesta de las asistentes. «¡Vaya! No sabía que su libro era tan profundo", me atrevo a decirle una vez concluido. «Yo tampoco», me contesta entre risas. Las lectoras han quitado cada una de las capas que conforman «Del color de la leche» con sus interpelaciones. «Cuando escribo intento hacerlo muy sencillo, apenas una historia que tiene distintos niveles. Puedes quedarte en lo sencillo o profundizar. Pero si pienso mucho en el simbolismo acabo teniendo conciencia de mi propia presencia, pienso que soy importante y se pierde la magia», explica sobre su proceso creativo. Escribir, para ella, tiene algo de misterio: «Sabes que estás haciendo algo interesante, hay una sensación de que está escondido, aunque intento no analizarlo hasta que termino. Luego todo encaja», asegura.

En este caso, Leyshon «escuchó» la primera frase de la novela («éste es mi libro y estoy escribiéndolo con mi propia mano») y al plasmarla en la hoja descubrió que no tenía letras capitulares. Es éste uno de los matices particulares y característicos de su libro, directamente relacionado con la historia de la protagonista, Mary, una muchacha de quince años que vive con su familia en una granja, en 1830. Mary tiene el pelo del color de la leche y un defecto físico en la pierna que hace que se balancee al caminar, un infortunio que motiva a su padre a enviarla como criada a la casa del vicario, a cuidar de la mujer de éste. Allí aprenderá a leer y su vida dará un giro para siempre. «Ella es inteligente, pero está atrapada en un contexto histórico determinado. Todo lo que conoce es la granja y en verdad desea quedarse. En cuanto está en contacto con los libros anhela poseer la llave que desvela esos secretos. Otro detalle del que me percaté cuando terminé de escribir es que, al principio del libro, cuando aún vive en la granja, todas las metáforas que utiliza hacen referencia a la naturaleza. Su entendimiento del mundo es a través de ésta. Después, en la vicaría, empieza el proceso de "aprendizaje a través de los libros", como yo lo llamo», destaca.

Pero volvamos a la librería y a esas mujeres que desgranan un simbolismo que ni la propia autora era consciente que moraba en su novela. Hablan del queso, de un alambre, del papel de la madre de Mary y de la mujer del vicario, del aborto, de la sociedad... de la mujer. Entonces y ahora. «Ya no tenemos este tipo de librerías en Inglaterra. Amazon ha barrido con todo. Venir a Zaragoza y a Madrid, y reunirme con mujeres tan fascinantes, dispuestas a compartir sus ideas, es estupendo. Me han hecho reflexionar sobre lo que había en el libro y eso es verdaderamente algo, porque normalmente sabes lo que hay en él y estás preparada para las preguntas que te van a hacer. Pero me han sorprendido. Y me han inspirado», dice con emoción.

Leyshon piensa que muchos de los tópicos que hay sobre las mujeres y algunos de los que éstas han terminado por creer e interiorizar son pamplinas. «¿Emociones distintas por el ciclo menstrual? ¿Cansancio? "Bullshit"(reproducimos el término anglosajón por lo categórico de su significante y significado: literalmente es "caca de toro", pero se emplea para decir de forma tajante "tonterías")». Parece que el lema que la acompaña desde que era joven es un "que no te pare nada ni nadie". Envidia a sus hijos, porque, dice, «jamás tendrán que sufrir las barreras que ha de superar una mujer para llegar a lo que un hombre consigue con la mitad de esfuerzo». Y no por diferencias puramente físicas, sino por una discriminación histórica del género femenino. «La estética femenina favorece que se conviertan en seres inútiles: tener las uñas largas y pintadas nos hace tener reparo a la hora de manipular con determinación los objetos por si nos las estropeamos, los tacones no nos permiten caminar rápido y con zancadas grandes... decir las cosas sin recato no es aceptable y así un largo etcétera», exclama ante la audiencia de mujeres. Ese es uno de los principales rasgos de Mary y de la autora: «Ella nació con fortaleza de carácter y su padre decidió enviarla precisamente porque suponía un problema: "Ella dice la verdad, ella es sucia". Además, hace menos trabajo que las demás por su pierna». Comenta que ha trabajado con dos colectivos en su vida, los gitanos y los drogadictos, y que para ninguno de ellos ha supuesto un problema su fortaleza de carácter –con tal afirmación parece que da a entender que para el resto sí-.

Sus hijos ya son mayores, hecho que comenta con alivio. Ahora puede dedicarse de lleno a la literatura, que para ella es una artesanía, esperando a que vengan los personajes. Cita a Nathaniel Hawthorne y su dedicatoria al comienzo de «La letra escarlata»: «Thank you for coming» ("Gracias por venir", refiriéndose a los personajes). Cada uno de ellos vive en la autora: «Parece una locura, pero creo que responde a que los seres humanos somos como icebergs. El consciente, lo que vemos, es ese 10% que está por encima del agua. El resto, está en las profundidades, en el inconsciente. Así que, cuando escribes, tienes que confiar en el instinto creativo. Cuando sueño, soy capaz de volar, de hablar idiomas que yo misma me invento, con toda su gramática, diseñar edificios, puedo ser quien quiera. Es una cuestión de ir a nuestro inconsciente sin volvernos locos. Es todo un reto». Todo un reto.