Una vengadora por aburrimiento
La figura del justiciero tiene un amplia trayectoria cinematográfica. Aparece con «Harry el sucio» (1972), en los violentos años 70, de la mano de DonSiegel. Ante las debilidades de la justicia, un policía decide tomarse la justicia por su mano. Y en la mano lleva una 44 Magnum. Todos los demás son meros imitadores de Harry Calahan, comenzando por Charles Bronson, que hizo del su arquitecto Paul Kersey en «El justiciero en la ciudad» (1974) el modelo de siere B, hoy interpretado por Bruce Willis en «El justiciero» (2018).
Santiago Díaz, un escritor y guionista muy currado en series televisiva para como «Aquí no hay quien viva» y «El secreto de Puente Viejo», acaba de publicar «Talión», un excelente thriller de acción, cuya figura principal es una periodista justiciera aquejada de un tumor maligno a la que han pronosticado tres meses de vida. A Marta Aguilera no le guía, como a las numerosas justicieras que la precedieron, vengarse de un violador, como a la sordomuda Thana (Zoë Lund), forzada dos veces, y tras asesinar al culpable le coge gusto al asunto y se convierte en un «Ángel de venganza» (1981) nocturno contra machistas y gentuza del hampa. Tampoco como la madre y mujer engañada de «Doble culpa» (1999), Ashley Judd, a la que el espectador desea que cumpla su destino y restablezca la verdad ante la injusticia. Y menos aún «La Novia» (Uma Thurman), la más salvaje de la vengadoras contemporáneas en «Kill Bill» (2003).
Contra mafiosos y pederastas
En «Talión» la sed de venganza, el propósito que induce a esta periodista a tomarse la justicia por su mano y asesinar a desalmados asesinos que explotan a fulanas rumanas, ensartar a pederastas y fulminar a capos de la mafia de la droga se reduce a un sentimiento difuso: matar el aburrimiento en los meses que le quedan de vida. Pero carece de una motivación que arme internamente el relato y le de sentido a la venganza y el placer que el lector encuentra en esa satisfacción morbosa. Primero mata por asco. Luego comienza a ser una asesina sistemática, pero no en serie, porque Marta Aguilera no pertenece a esa categoría de psicópata. Ella es una diletante incapaz de sentir ni amar, un ser tan abyecto moralmente como los que mata. Santiago Díaz es un buen escritor al que debe reconocerse que tiene mano para cualquier género. Con recursos de oficio suficientes para escribir un buen thriller de acción, repleto de violencia explícita, personajes bien definidos y una trama tan rocambolesca como este folletín que en momentos alcanza cierta altura literaria y en otros se deja arrastrar por las convenciones más triviales y el melodrama estándar.
Con «Talión» ha conseguido revelarse como un escritor con la garra necesaria para competir en la novela de intriga. Pero le sobra personajes secundarios, simplificar la trama y motivar la venganza. Gozar de las escabechinas que produce matar sin complejos a seres inmundos con la ley del talión le resta la complejidad moral que requiero el género. Un comienzo excelente al que le sobra relleno melodramático.