Literatura

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Muere a los 66 años el escritor Rafael Chirbes

Su muerte cogió ayer por sorpresa a propios y extraños. El escritor valenciano, uno de los grandes narradores de la novela contemporánea, había recibido el Premio Nacional de la Crítica (2007) y el de Narrativa (2014). Con sus últimos libros había conquistado al gran público

El escritor valenciano Rafael Chirbes, en una imagen de 2013
El escritor valenciano Rafael Chirbes, en una imagen de 2013larazon

Su muerte cogió ayer por sorpresa a propios y extraños. El escritor valenciano, uno de los grandes narradores de la novela contemporánea, había recibido el Premio Nacional de la Crítica (2007) y el de Narrativa (2014). Con sus últimos libros había conquistado al gran público

Nos llega, con estas lluvias veraniegas, la noticia de la muerte de Rafael Chirbes (Tavernes de la Valldigna, 1949), el novelista que mejor supo reflejar en sus obras la historia de la corrupción política, el deterioro económico y el coste humano de la crisis que ha azotado la España de los últimos años. Pero su dimensión literaria va más allá del cronista que deja constancia testimonial del entorno que le tocó vivir, porque su narrativa goza de la sólida coherencia de una imperecedera tradición estética: la del realismo crítico. Desde el «Lazarillo de Tormes» –aquella novela del hambre ambientada en el entonces imperio más poderoso del mundo– hasta la escritura social de la postguerra española, pasando por los juegos metarrealistas del Quijote, el tremendismo barroco de Quevedo o el documentado historicismo de Galdós, encontramos un secular proceso de implantación en nuestra literatura del viejo postulado aristotélico: el arte imita a la naturaleza; y, de paso, cabría añadir, la critica en una impenitente tendencia a su positiva transformación.

A sus estudios universitarios de Historia, Rafael Chirbes unirá la dedicación al periodismo todoterreno, en el que frecuentaría desde la crítica gastronómica a las crónicas viajeras, sin olvidar su interés por el materialismo histórico y la lucha de clases. Pero estos elementos formativos tampoco explican enteramente su entrega a una original literatura de denuncia social, porque la calidad de su estilo y la solidez de su retórica hay que buscarlas en otras influencias.

Partiendo de la ascendencia que sobre nuestro escritor ejercen Miguel Delibes o Ignacio Aldecoa y del impacto que le supone «Tiempo de silencio», de Luis Martín-Santos, debe constatarse también una cierta insatisfacción, como si a estos inolvidables clásicos les faltara ese punto de desinhibida proclama social, de desenfadado compromiso testimonial que acaso su época no hizo posible del todo. Por ello Chirbes dará un paso más, una vuelta de tuerca que le sitúa en la línea de una novelística que combina sentimentalidad, denuncia, intriga, tradición y modernidad. Esta mezcla explica que los protagonistas negativos de sus obras sean cuestionados, pero no juzgados, y la severa denuncia civil no devenga en una convencional moralina colectiva. Sin apartarse de su admirado Balzac, por no hablar del idolatrado Galdós, Chirbes mantenía una rara fascinación por Vicente Blasco Ibáñez quien, releído de su mano, ilumina esa zona de sombra realista en la que conviven el melodramatismo novelesco y la crónica histórica.

El núcleo medular de esta narrativa lo constituye una informal trilogía: «La larga marcha» (1996), relato intergeneracional que abarca desde la postguerra al principio del fin del franquismo; «La caída de Madrid» (2000), historia de unos personajes impactados por la desaparición de ese régimen; y «Los viejos amigos» (2003), donde los protagonistas que dan título a la novela reflexionan sobre su legendario –también autocuestionado– pasado revolucionario.

- Sin maniqueísmos

Estas tramas conforman un sentido claramente revisionista del pasado inmediato, sin la razón beligerante de vencedores o vencidos, sin maniqueísmos de guardarropía o vinculantes teorizaciones ideológicas. Pero tal vez el Chirbes más conocido, celebrado y justamente reconocido, sea el de los últimos años, con dos impresionantes panoramas de la sobrecogedora realidad actual; en «Crematorio» (2007) asistimos al derrumbe de toda una época marcada por la especulación inmobiliaria, la depredación del litoral mediterráneo y una nefasta ingeniería financiera; mientras que «En la orilla», y a partir del misterioso hallazgo de un cadáver en las turbias aguas de un pantano –inexcusable metáfora–, asistimos a la decadencia de un protagonista que, con la quiebra de su negocio, muestra la terrible realidad de un irreversible fracaso personal. Como si de una crítica imaginería zombi se tratara, podemos leer en esta novela una impresionante reflexión del narrador dirigida a sus personajes: «Aunque no te quedaste en el pantano como pretendías, tú no fuiste de ésos. Te mantuviste en tu madriguera. Otros también lo hicieron. Vivieron como sin haber vivido. No contaron, no fueron parte de su tiempo. Se fueron muriendo sin haber tenido existencia. Caminaban deprisa por la acera pegados a las paredes, miraban de reojo, esquivos. Encerrados en casa cocían su tristeza en silencio. Formas parte de esa legión de sombras, tan cargadas de dignidad como carentes de importancia». Es ésta la crónica de un presente arrebatado por una crisis que no es sólo económica, sino también, quizá sobre todo, ética, civil y convivencial. Lo peor y lo mejor de la condición humana subyacen en las novelas de Chirbes, sabedor éste de que vivimos inmersos en un vendaval de imprevistas circunstancias históricas. En la evidente dureza de estas peripecias cabe encontrar también un punto de socarrón sarcasmo, en la certidumbre que asiste al escritor de que la realidad se burla de nosotros, mutilando aspiraciones personales o creando insólitas carambolas del destino.

Estafadores y estafados, triunfadores y fracasados giran así en una extravagante e incontrolable rueda de la fortuna, porque tras el elemento puramente narrativo de estas novelas, anida un componente sabiamente teórico e intelectual. Y es que no debe olvidarse la faceta ensayística de nuestro escritor, en la que destaca «Mediterráneos» (1997), espléndido recorrido por las culturas y civilizaciones generadas por ese inacabable mar; o «Por cuenta propia» (2010), ilustrativo compendio de filias y fobias literarias, bien fundamentadas en una mantenida experiencia crítica.

Ha muerto Rafael Chirbes. Echaremos a faltar o, sin contradicción alguna, queda con nosotros para siempre, la apostura de su desgarbada figura, su desdén hacia toda futilidad cultural, el rigor de su estilo narrativo, su rechazo de toda oscura componenda sociopolítica, el valor de su testimonial denuncia y su incontestable pertenencia ya a la mejor literatura de nuestro tiempo.

Un hombre al que le gustaba el silencio

Con «En la orilla» en las manos, leyendo la dedicatoria que le emociona más que nunca, Reyes Monforte recuerda su primer encuentro. Fue durante el rodaje de «Crematorio»: «Llegó en silencio, con paso calmado, observando todo, como diciendo ‘‘qué van a hacer estos locos con mi libro’’. Pepe [Sancho] fue el primero en saludarle, y le dijo que se quedaba tranquilo sabiendo que Rubén Bertomeu, el protagonista, llevaría su voz y su cara. Después se fueron juntos al camerino, hablando en valenciano seguramente. Rafael bromeó con que podían hacer lo que quisieran con la obra, ya le habían pagado...». Tras ello, comenzó una gran amistad con «un hombre al que le gustaba el silencio».

Carlos Marzal: «Era un clásico contemporáneo»

A Carlos Marzal, poeta valenciano, la muerte de Chirbes le dejó noqueado: «Su caso en la literatura actual es el de un clásico contemporáneo, un clásico vivo, capaz de enriquecer y configurar la mejor tradición de un género. Había adquirido una maestría especial en el análisis de la realidad. Su compromiso con la sociedad en la que vivía hicieron de su literatura con un grado de compromiso civil muy importante», para añadir que «tenía muy clara su idea de lo que hacía , de su poética de la novela, en una apuesta clara por la novela galdosiana que apostaba por la intervención en la realidad». Marzal, que se reconoce un poeta intenso lector de novela, disfrutó largamente de la obra de Chirbes, «y de sus últimas novelas, de ese ciclo de la crisis que ha envuelto a Europa y a España. Admiro su compromiso total con la escritura, apartado de los círculos literarios, dedicado por entero a la vocación suya, la de escribir».Para el poeta, el naraddor había dado un importante paso hacia el gran público, «pues antes era un escritor para escritores, un autor para sus lectores. La serie televisiva basada en ‘‘Crematorio’’ tuvo mucho que ver en el éxito» de quien define como «un tímido muy especial y discreto, a quien no le gustaban ni los excesos del reconocimiento ni de ningún otro tipo. Su narrativa se puede decir que casi había despertado fervor».

Su bibliografía

Del papel a la pantalla

«Crematorio» y «En la orilla» como culmen de una obra que fue a más. La vida de Rubén Bertomeu–protagonista de la primera– incluso dio para una serie. Además, su legado nos deja otras pinceladas como «La larga marcha», «En la lucha final», «Los viejos amigos»...

- 1988 «Mimoun» fue la presentación del autor ante el público. Quedó con este libro finalista del Premio Herralde

- 1991El Madrid contemporáneo se convierte en el escenario de «En la lucha final», una historia de peleas por el poder

- 1992 Con Ana como protagonista, lo íntimo y lo cotidiano se convierten en el foco principal de«La buena letra»

- 1994 Un hombre en los últimos coletazos de su vida se convirtió en la excusa perfecta para «Los disparos del cazador»

- 1996 «La larga marcha» ahonda en la España de la posguerra y en los inicios del largo final del franquismo

- 2000 Franco agonizaba y los movimientos paralelos por hacerse con el poder marcan el paso en «La caída de Madrid»

- 2003 «Los viejos amigos» propone en sus 256 páginas una reflexión sobre la condición humana

- 2007 El éxito de «Crematorio» fue duradero y tomó cuerpo en la figura de Pepe Sancho, que lo interpretó

- 2013 El hallazgo de un cadáver en el pantano de Olba pone en marcha la narración de su última perla: «En la orilla»