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Crítca de "La corte de Faraón": Cuando Egipto se vuelve gay

Obra de Lleó. Intérpretes: M. Rey-Joly; M. Rodríguez; E. Viana; A. Pinto;  A. Navarro; A. FONT; T. Rodríguez; L. Cansino; J. Rodríguez-Norton; R. Maturana; J. M. Díaz. Dirección musical: C. Aragón. Dirección de escena: E. Sagi. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 30 - I - 2025.
Crítca de "La corte de Faraón": Cuando Egipto se vuelve gay
Un momento de la representación en el Teatro de la Zarzueladel Real fotografia
Gonzalo Aonso

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El afamado título «La corte de faraón», opereta bíblica de Vicente Lleó, llega al Teatro de la Zarzuela para narrar una historia inspirada en el mundo del Antiguo Egipto. Esta partitura, de carácter cómico, muestra una pseudo parodia de Aida de Verdi, con momentos llenos de insinuación, sicalipsis, y connotaciones eróticas que han convertido a esta zarzuela en un clásico para los amantes del género lírico español. Se trata de una reposición de un espectáculo de 2012 firmada por Emilio Sagi, en coproducción con el Teatro Arriaga, Teatro Campoamor y Teatros del Canal.
Generalmente me convencen los trabajos de Sagi en ópera y más si se encuadran en el género cómico y por ello esperaba pasar un rato más que divertido. Sin embargo, no fue así con lo que realmente es la obra de Guillermo Perrín, Miguel Palacios y Vicente Lleó. De hecho, me resultó muy monótona durante su primera hora. Lo mismo que hace catorce años en el Canal.
Recordemos que el texto narra la historia del casto José, un esclavo hebreo que es comprado para Putifar, general egipcio que perdió el pene en una batalla, a fin de que sirva a su mujer, con quien acaba de esposarse y a quien obviamente no puede satisfacer sexualmente. Ésta desea consolarse con José, pero éste es casto. Se quiere vengar acusándole de intento de violación, pero el faraón deja el juicio en manos de su esposa, quien también se queda prendada del esclavo.
Sagi le da la vuelta a esta especie de zarzuela-opereta-revista para convertirla en un espectáculo eminentemente gay. El faraón resulta una reinona reprimida que gobierna una corte con poses gays en sus movimientos y danzas, muy especialmente los de los esclavos de Putifar, y la intervención de Sul en la célebre «Ay babilonio…» responde a un clarísimo número de «drag queen». Sagi se ríe además de todo ello mezclando los cuerpos atractivos de José o Putifar con los más rellenos de los sirvientes. La primera hora trascurre tediosa, una vez contemplados los vistosos decorados, llenos de dorados, a pesar de la variedad de la que se la quiere dotar y de la dirección de Carlos Aragón, muy volcada a lo externo y la correcta interpretación, más en lo hablado que en lo cantado, de María Reu-Joly, María Rodríguez, Jorge Rodríguez-Norton, Ramiro Maturana, etc. y, especialmente Luis Cansino. Viene luego el número drag queen de Enrique Viana, con quince minutos de show en los que ofrece parte de su bien nutrido catálogo lírico-cómico con la excusa de cantar y hacer cantar al público el «Ay Ba!». Es entonces cuando éste –y uno mismo– despierta y ríe a pierna suelta, pero la gracia y el histrionismo de Viana, maestro en esto como pocos, no debería ser el sustento de toda la corte del faraón. El problema probablemente sea que esta zarzuela se ha quedado obsoleta.

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