Buenos Aires

Neruda murió de cáncer

No hay evidencias que permitan «establecer una etimología médico-legal por causas no naturales en su muerte». A pesar de la polémica suscitada y tras ocho meses de investigación, ayer se supo que el poeta falleció por causas naturales y no envenenado

El escritor, durante la rueda de prensa en París después de conocer que le habían concedido el premio
El escritor, durante la rueda de prensa en París después de conocer que le habían concedido el premiolarazon

«Hay cementerios solos, tumbas llenas de huesos sin sonido», escribió el Premio Nobel chileno Pablo Neruda. No es su caso. Su tumba en Isla Negra tiene vistas al mar, su banda sonora la componen las olas rompiendo contra el rocoso acantilado. Mientras, frente a ella, siguen desfilando cada año miles de personas que todavía se preguntan cómo murió el escritor. Ayer se vivió el último capítulo de su biografía, aunque quizá el desenlace dejó un sabor agridulce para muchos. Es también muy probable que Neruda hubiese preferido otro final más épico para completar sus memorias «Confieso que he vivido»... Después de ocho meses de investigación, los peritos indicaron que el poeta murió de un cáncer, descartando que su fallecimiento haya sido provocado, como aseguró en reiteradas ocasiones su chófer, Manuel Araya, por una inyección letal. «No se ha encontrado evidencia forense alguna que permita establecer una etimología médico legal por causas no naturales en la muerte del señor Pablo Neruda», afirmó Patricio Bustos, director del Servicio Legal chileno. En la investigación participaron cinco expertos del SML, cuatro de la Universidad de Chile y otros cuatro extranjeros (una estadounidense y tres españoles). Certificado de defunción de Neruda donde se establece: «Causa: caquexia cancerosa». Sin embargo, el resultado no fue una sorpresa para quienes ordenaron y realizaron los peritajes. La tranquilidad costera de los restos del autor de «Canto General» fue interrumpida el pasado 8 de abril, el día elegido para exhumarlo con el fin de investigar las denuncias de que fue asesinado por el régimen militar del general Augusto Pinochet en 1973. La versión oficial de los hechos es que Neruda había muerto de cáncer de próstata. Pero el Partido Comunista chileno presentó una querella por homicidio y asociación ilícita basada en el testimonio de Araya. La razón para el traslado de Neruda desde Isla Negra a la Clínica Santa María en Santiago el 19 de septiembre era su delicado estado de salud. Pero, según Araya y algunos de los más cercanos al poeta, en realidad existía un plan para sacarlo lo antes posible hacia México, potencial blanco de la represión del gobierno de facto por su liderazgo político y cultural. En su testimonio, el ex chófer asegura que el embajador mexicano en Santiago, Gonzalo Martínez, se había conseguido una habitación en la Clínica Santa María donde el poeta podía esperar seguro hasta que llegara el avión que lo llevaría a tierra azteca. Sin embargo, nunca llegó a abordarlo. El 23 de septiembre de 1973 el Nobel moría de «caquexia cancerosa» como resultado de un cáncer de próstata, según consta en su certificado de defunción. Sin embargo, una desnutrición severa –básicamente, lo que es la caquexia– producto del cáncer en un hombre que pesaba alrededor de 100 kilos es algo que le pareció dudoso a su círculo cercano. El sábado 22 de septiembre de 1973, Martínez visitó a Pablo Neruda y «conversó largamente con él los detalles del vuelo. Hablaron acerca de su visa ya lista y de cómo trasladar los manuscritos de sus próximos libros y cuadros originales», se lee en la querella, basada en el testimonio de Araya. El vuelo se realizaría dos días después, por lo que el domingo Matilde Urrutia, mujer de Neruda, y el chofer viajaron a Isla Negra a buscar las últimas cosas antes de partir al exilio. Pero hubo un cambio de planes. «Recibieron alrededor de las 4 de la tarde un llamado telefónico suyo (de Neruda) mediante el que les solicitó a ambos regresar de inmediato a Santiago señalándoles que estaba muy preocupado pues dijo que mientras dormitaba en su habitación de la clínica ingresaron personas que procedieron a inyectarle algo en su abdomen y que se sentía en mal estado», recoge la querella. Según el chófer de Neruda, al llegar de vuelta a la clínica encontraron al poeta con «la cara algo hinchada y afiebrado» y un médico de la clínica le pidió ir urgente a buscar un medicamento con el que no contaban en el lugar. Aunque la solicitud le pareció extraña, Araya partió. Sin embargo, a medio camino su coche fue interceptado «por militares que le bajaron a golpes del mismo», dice. Fue detenido, le dispararon en una pierna y le llevaron al Estadio Nacional, uno de los principales centros de detención de esos días. Allí se enteró de la muerte de «Pablito», como llamaba a su jefe.

El día siguiente de la muerte de Neruda, «El Mercurio» –principal matutino chileno– hacía referencia a lo que en su minuto pareció un simple detalle, pero que hoy apoya la tesis del asesinato, según el abogado querellante Eduardo Contreras. En la nota que narra el deceso se lee: «A consecuencia de un «shock» sufrido luego de habérsele puesto una inyección de calmantes su gravedad se acentuó». El juez a cargo de la investigación, Mario Carroza, determinó plausible las declaraciones de Araya y ordenó exhumar el cuerpo de Neruda para examinar los restos del poeta.

En marzo pasado, al ordenarse la exhumación, Carroza y Bustos coincidieron en que no había ninguna seguridad de encontrar restos del potencial veneno tras cuatro décadas de la fecha de muerte y dos inhumaciones previas, para mover el cuerpo de sepultura. «Lo que es seguro es que hay que hacer el esfuerzo por buscarlos», aseguró entonces Bustos.

No están conformes

Más que avalar la premisa del asesinato a priori, lo que buscaba la exhumación era despejar, en la medida de lo posible, las dudas sobre la muerte del Premio Nobel. Sin embargo, algunos miembros de la familia de Neruda insisten en la tesis del asesinato. «Nosotros no nos quedamos conformes con esto», dijo este viernes Rodolfo Reyes, su sobrino, a la prensa chilena. «Falta todavía hacer un examen, no hay la menor duda de que se interfirió en su muerte», añadió. Por su parte, el abogado querellante, Eduardo Contreras, aseguró que «hay elementos que desaparecen (con el tiempo), como el gas sarín. El caso no se cierra hoy día, vamos a solicitar nuevas muestras».

De hecho, las causas de la muerte del poeta fueron una vez más un motivo de desacuerdo entre distintos miembros de la familia y representantes de la fundación que lleva su nombre, que disienten también sobre cómo administrar el patrimonio y el legado del autor.

Dudas con las conclusiones

El mayor problema fue que los forenses no tuvieron los registros médicos que reflejaban el curso de la enfermedad del poeta. Los registros médicos habrían facilitado los detalles del tratamiento que tomaba, ayudando a distinguir las trazas de los posibles venenos. Pero muchas de las técnicas para enmascarar tóxicos presentes en el cuerpo eran desconocidas hace cuatro décadas. Los expertos tuvieron que depender de los huesos para conocer la extensión del cáncer. La presencia de metástasis óseas originarias del cáncer de próstata confirmó una etapa avanzada del mal. Por otro lado, encontraron trazas de tóxicos en la parte esponjosa del hueso, la que contiene la médula ósea. «Pero pudo haber falsos negativos», dice Barry Logan, presidente de la Academia Americana de Ciencias Forenses. «Si hubiesen encontrado tóxicos que no deberían estar ahí, entonces el resultado sería inequívoco». Sin embargo muchos venenos vegetales no son detectables ni siquiera en condiciones forenses óptimas y se pueden encontrar trazas de cianuro producto de la descomposición. «Finalmente, el análisis determinó qué sustancias están presentes o no, pero la cuantificación en esas condiciones es difícil». Un envenenamiento por sobredosis de medicamentos legales, como la morfina, sería difícil de detectar. En la imagen, momento de la presentación del informe sobre la muerte del poeta.