Sergio Ramírez: «Cuando uno no es Quijote se convierte en Sancho»
El escritor recibirá este galardón durante una ceremonia en la Universidad de Alcalá de Henares presidida por los Reyes
El escritor, que acaba de presentar su nueva novela, «Ya nadie llora por mí», gana el Premio Cervantes por, según el acta del jurado, «reflejar la viveza de la vida cotidiana convirtiendo la realidad en una obra de arte».
Su nombre figuraba en la quiniela del Premio Cervantes desde hacía varias convocatorias, pero él había dejado de prestar atención a ese murmullo insistente. Sergio Ramírez se había habituado a vivir de espalda a los rumores, igual que los aventureros se acostumbran a la presencia de los riesgos y los peligros y ya no les prestan atención. Por eso, la llamada que recibió ayer temprano en su domicilio de Nicaragua, le sorprendió como si no estuviera al tanto de lo que realmente sucedía. «El ministro de Cultura me llamó hoy muy temprano, por la diferencia de horario serían aquí las siete de la mañana. Yo acababa de ducharme y estaba disponiéndome para marcharme al estudio y ponerme ya a escribir, cuando sonó el teléfono», explica el novelista a este diario. Después, entre risas, comenta: «El Cervantes me ha cambiado la vida».
Una nueva obligación
Lo de Sergio Ramírez es una vida de pasiones, bifurcada entre sus compromisos políticos y la atracción de una vocación literaria que cultivó en su primera juventud, en la orilla de los diecinueve años, y que empezó a crecer a los veintiuno, cuando editó su primer libro, un conjunto de relatos que vieron la luz en 1963 y que tituló «Cuentos». Desde entonces, lo suyo ha sido una estrella ascendente en las diferentes geografías de la palabra escrita, desde el ejercicio de novela hasta el periodismo, el ensayo y los textos de trazos memorialísticos, trabajando siempre con fascinación una prosa sólida, firme, en ocasiones dura como la plata, pero de una ágil versatilidad, capaz de habituarse a las exigencias de los géneros. «Este galardón me obliga a partir de ahora a escribir mejor», declaraba ayer con humor. El escritor se mostró «muy contento» por recibir este galardón y reconocía que «esta distinción culmina mi carrera por los premios, aunque no la principal, que es la carrera por la literatura. Para mí es muy importante ser reconocido con él, encontrarme en el pedestal de los héroes literarios que siempre he admirado, como Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier y Mario Vargas llosa. Ahora soy yo quien entra en esta fila, pero lleno de humildad», reconocía.
Sergio Ramírez ha tenido una vida que son muchas vidas, una dentro de otra, como una muñeca rusa. Se opuso a la dictadura de Somoza, se implicó en la Revolución Sandinista y fue vicepresidente de su país entre 1985 y 1990. Aunque en los noventa se retiró de la cancha política para dedicarse por completo al oficio de escritor, su voz crítica jamás ha dejado de escucharse y en 2008, su figura volvió a ser el centro de la atención cuando fue objeto de un repentino veto por parte de una institución de su país, una decisión que suscitó una movilización de intelectuales, que se manifestaron a su favor. Pero nada de estas experiencias y reveses parecen haber entoñado a este novelista de carácter optimista y afable, y que todavía se ve con ganas de defender ideas. «Cuando uno no es un Quijote se convierte en Sancho. Y este es un papel que jamás me ha gustado demasiado. Soy más propenso a las vidas quijotescas, a luchar contra los molinos de viento. Cuando uno sale de aventuras, uno tiene que aprender a disfrutarlas, no tener amarguras», defendía en una conversación telefónica. Los años no han mermado sus ilusiones y al creador de libros tan emblemáticos como «Un baile de máscaras» (1995), «Margarita, está linda la mar» (1998), «Sombras nada más» (2002), «El cielo llora por mí» (2009), «La fugitiva» (2011) o la reciente «Ya nadie llora por mí», su regreso al género negro y que presentó hace unos días a Madrid, momento en el que, en declaraciones a LA RAZÓN, habló de la actualidad política de su país, con la que fue crítico: «La izquierda en la que nosotros creímos cuando hicimos la revolución en Nicaragua, el bienestar social primaba sobre la democracia, como era el ejemplo de Cuba. Uno de los asuntos que no estaba en discusión entonces. El Gobierno de Cuba se convirtió en un régimen obsoleto, gerontocrático, con ideas retrógradas y donde la iniciativa de mercado es reprimida. Esta idea fue derrotada con la caída de los países del llamado socialimo real. La economía de estado está condenada a muerte. Ahora todo el mundo se pliega a la economía de mer-cado. Este es el gran cambio».
Pero ayer, Sergio Ramírez recordaba su faceta de hidalgo, como la del Caballero de la Triste figura, de hombre que perseguía la Justicia, y, también, el papel que han desempeñado las utopías en su propio decurso vital: «Para mí, “utopía” es una palabra muy hermosa. Recuerdo que una vez consulté su definición en un diccionario y me gustó mucho lo que leí ahí y que aseguraban que las utopías nunca son posibles en la actualidad, son posibles únicamente mañana. Yo estoy a favor de las utopías mientras no sean regresivas, de esas que quieren echar una rueda hacia atrás en nombre de algo». El novelista, a su edad, 75 años, despojado de ímpetus pasados, reconoce que no está en contra de casi nada, pero « sí a favor de muchas cosas. Estoy a favor de la democracia, por ejemplo, de las libertades, de los derechos humanos, del respeto del medio ambiente y del derecho de vivir en libertad». Después se toma una breve pausa antes de continuar: «También deseo que los países latinoamericanos nivelemos la pobreza, la desigualdad que existe. Todo es mi credo. Es por lo que lucho. Ahora me dedico a la palabra y admito que abandoné la acción hace tiempo, pero soy de ese tipo de escritor que no se calla. Y se puede ser un buen escritor callado, pero creo que tengo un deber como ciudadano, que es algo que me enseñó Saramago y Carlos Fuentes». Y como apostilla deja toda esta declaración de intenciones: «Conservo ideales de la adolescencia, como la justicia, que son invariables y que nunca cederé. En este punto soy intransigente».
Jurado
Ha estado formado por Darío Villanueva, representante de la Real Academia Española, que además ha actuado como presidente; Eduardo Mendoza, autor galardonado en 2016; designada por la Academia Nacional de Letras de Uruguay, Beatriz Vegh; por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), Carmen Ruiz; por la Unión de Universidades de América Latina (UDUAL), Diego Valadés; por el director del Instituto Cervantes, Esperanza López Parada; por el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Antonio Pau; por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), M.ª del Carmen Pérez de Armiñán, por la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP), Ileana Alamilla; y por la Asociación Internacional de Hispanistas, María Augusta da Costa.
Óscar Sáenz de Santa María, director general de Industrias Culturales y del Libro, ha actuado como secretario (con voz pero sin voto); y como secretario de actas (también con voz pero sin voto) Javier Pascual, subdirector general del Libro, la Lectura y las Letras Españolas.
La relación de los galardonados constituye una clara evidencia de la significación del Premio para la cultura en lengua castellana:
1976 Jorge Guillén
1977 Alejo Carpentier
1978 Dámaso Alonso
1979 Jorge Luis Borges y Gerardo Diego
1980 Juan Carlos Onetti
1981 Octavio Paz
1982 Luis Rosales
1983 Rafael Alberti
1984 Ernesto Sábato
1985 Gonzalo Torrente Ballester
1986 Antonio Buero Vallejo
1987 Carlos Fuentes
1988 Maria Zambrano
1989 Augusto Roa Bastos
1990 Adolfo Bioy Casares
1991 Francisco Ayala
1992 Dulce María Loynaz
1993 Miguel Delibes
1994 Mario Vargas Llosa
1995 Camilo José Cela
1996 José García Nieto
1997 Guillermo Cabrera Infante
1998 José Hierro
1999 Jorge Edwards
2000 Francisco Umbral
2001 Álvaro Mutis
2002 José Jiménez Lozano
2003 Gonzalo Rojas
2004 Rafael Sánchez Ferlosio
2005 Sergio Pitol
2006 Antonio Gamoneda
2007 Juan Gelman
2008 Juan Marsé
2009 José Emilio Pacheco
2010 Ana María Matute
2011 Nicanor Parra
2012 José Manuel Caballero Bonald
2013 Elena Poniatowska
2014 Juan Goytisolo Gay
2015 Fernando del Paso
2016 Eduardo Mendoza