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Identidad de género y adolescencia

José Padilla cierra su «Trilogía veloz», dedicada a los problemas personales y sociales que tienen que afrontar los jóvenes, con «Dados», «una comedia muy luminosa», presenta.
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José Padilla cierra su «Trilogía veloz», dedicada a los problemas personales y sociales que tienen que afrontar los jóvenes, con «Dados», «una comedia muy luminosa», presenta.
La productora Ventrículo veloz y el dramaturgo José Padilla cierran su trilogía dedicada a un mundo de la adolescencia al que el teatro –y el arte en general– no ha solido prestar demasiada atención. Si el argumento de «Papel» giraba alrededor del acoso escolar y el de «Por la boca» trataba sobre los trastornos alimenticios, «Dados» aborda ahora la identidad sexual en esa etapa de la vida en que, precisamente, empieza a ocupar un papel relevante en la personalidad del individuo.
En la trastienda de un establecimiento dedicado a los cómics y los juegos de rol, un chaval de 15 años –llamado simbólicamente X e interpretado por Almudena Puyo– se dedica a subir podcast a la red sobre su particular universo, tal vez friqui, de intereses. Cierto día, antes de empezar una de sus grabaciones, se cuela en la tienda Y –Juan Blanco–, un tipo treintañero que le ruega a X que le ayude con la elección de un regalo. «No se puede contar mucho más para no destrozar la trama–dice con resignación José Padilla–. Digamos que, a partir de este encuentro, irán descubriendo y conociendo esa noche muchas cosas sobre el otro y sobre sí mismos».
Igual que las dos primeras obras de esta «Trilogía veloz», llamada así por la celeridad con la que la productora se puso en pie, «Dados» pretende contar una historia que resulte interesante para cualquier tipo de espectador, independientemente de su edad, pero tiene el especial objetivo de concitar la atención de esa franja de público que se sitúa «entre los 12 y los veintitantos años». Para ello, ha sido prioritario innovar en el enfoque a la hora de acercarse al tema «trans». «Históricamente, este asunto ha sido tratado en la ficción desde un punto de vista algo sórdido –explica Padilla–. Son obras que denuncian el sufrimiento que han tenido que pasar estos colectivos; hablan de la estigmatización y del maltrato, y eran y son, sin duda, obras muy necesarias. Pero nosotros hemos querido poner el foco en otro lugar: en un chaval adolescente que en realidad está lleno de vida. No busqué deliberadamente un tono de comedia, pero a medida que me fui acercando de verdad a ese mundo, tan ignorado por mí, me di cuenta de que estaba lleno de luz. Así que me dejé llevar».
Más de 30.000 escolares han visto ya las otras dos piezas de la trilogía y el resultado, a juicio de su autor, no ha podido ser mejor: «Creo que la clave es que he tratado de huir de lo discursivo, de lo moralizante; porque eso solo hubiese dado como fruto una mala obra que a los chavales les hubiese espantado».