La vuelta a Jardiel, sin freno ni marcha atrás
Menospreciado tanto por la derecha como por la izquierda del siglo XX, el autor no deja de ser aplaudido por el público y crítica; se cierra así un año muy jardielesco que continuará en 2018.
Menospreciado tanto por la derecha como por la izquierda del siglo XX, el autor no deja de ser aplaudido por el público y crítica; se cierra así un año muy jardielesco que continuará en 2018.
Incomprendido por unos, menospreciado por otros y aplaudido por casi todos. Así fue Enrique Jardiel Poncela; y así ha seguido siendo después de su muerte, como un personaje escrito por él mismo que discute mucho con los vivos desde el más allá. La opinión que se ha ido creando en torno a él y a su legado artístico es a veces tan disparatada e inverosímil como la propia naturaleza de sus obras. Mientras algunos estudiosos afirman hoy que «La ‘‘tournée’’ de Dios» es una de las novelas españolas más originales y valientes de la primera mitad del siglo XX, otros no terminan de creerse que el autor madrileño tuviera siquiera una voz narrativa propia; mientras algunos directores lo señalan como un verdadero revolucionario del lenguaje teatral y de la escena, otros solo quieren ver en sus comedias convencionalismo y aburguesamiento. Y entretanto, eso sí, nuevos lectores y espectadores siguen entrando en el universo jardielesco para deleitarse con lo que allí encuentran, tanto como los de antaño. Ya se sabe, aunque no se quiera saber: el público, tan ninguneado en ocasiones, es en realidad el receptor de la obra de arte más desprejuiciado que existe; por eso, casi siempre va por delante.
Afortunadamente, en el propio entorno de los creadores, productores y gestores, también se están desmoronando ya, por fin, los prejuicios en torno a Jardiel –casi todos ellos, por cierto, bastante espurios, y asentados únicamente en la imposibilidad para clasificar el ideario vital y político de un espíritu tan escéptico, libérrimo y extemporáneo como fue el suyo–, y son cada vez más los que se atreven a hincarle el diente a un melón teatral que siempre había estado abierto en realidad para todos.
Bonito tributo
Uno de los primeros en hacerlo con renovada intención ha sido Ernesto Caballero. En las postrimerías del pasado año, el director del Centro Dramático Nacional hacía entrar en la institución al autor de «Un marido de ida y vuelta» con un montaje que unía esta conocida comedia a un sucinto recorrido por la biografía del propio Jardiel, que se convertía en un personaje más sobre el escenario. El bonito tributo –titulado con inteligencia «Jardiel, un escritor de ida y vuelta»– ocupó la cartelera a comienzos de un 2017 que ha resultado muy feliz para el recuerdo del más ingenioso humorista de la «otra» generación del 27. Este año, amén de la recientemente inaugurada exposición en el Instituto Cervantes sobre su figura, se ha consolidado la gira –que seguirá durante todo 2018– de «Eloísa está debajo de un almendro», otra de sus piezas más conocidas y redondas, revisitada en esta ocasión por Mariano de Paco. «Creo que el problema de Jardiel era que las puestas en escena de sus obras se habían quedado ancladas en el tiempo –explica el director–. Estéticamente no se había evolucionado; sin embargo, sus textos permiten perfectamente esa evolución. Sus temas son universales; no están anclados a su tiempo. Él toca el amor, los celos, la infidelidad... y lo hace con la chispa del genio. Jardiel es, sin duda, un verdadero clásico». Precisamente, la versión de esta Eloísa está firmada por el bisnieto del autor, Ramón Paso, que también prepara una adaptación para TVE de «Los habitantes de la casa deshabitada» y que está, a su vez, dirigiendo estos días en el Teatro Fernán Gómez «Usted tiene ojos de mujer fatal... en la radio».
Paso abunda en esa necesidad de actualizar las puestas en escena que ya señalaba De Paco: «Tradicionalmente los directores han venido representando a Jardiel como lo hubiera hecho el propio Jardiel..., ¡pero en su tiempo, no en éste! Porque no nos olvidemos de que él era un auténtico transgresor; iba siempre 50 años por delante de su tiempo. Así que hoy él mismo haría su teatro con métodos que ni se nos ocurren. Lo que no hay que tocar apenas es el texto, porque es de una inteligencia y una modernidad increíbles. Se ríe de los donjuanes, de los señoritos, de la muerte, de la venganza, del amor... Igual que Shakespeare escribió sobre las pasiones humanas, Jardiel se cachondeó de esas pasiones humanas».
Pasiones y cachondeo que están muy presentes también en el montaje de «Cuatro corazones con freno y marcha atrás» que dirige, en el Teatro Maravillas, Gabriel Olivares, quien señala otras virtudes del autor: «Su escritura tiene una cantidad de capas increíble. Sus textos permiten, como los de todo verdadero genio, cualquier juego teatral. Y su teatro invita a conectarnos con nuestra parte eterna; es impresionante descubrir cómo alguien del siglo pasado conoce tan bien a la gente de este». Concluye, pues, un año muy jardielesco que dará paso a otro que inevitablemente no dejará de serlo, porque, como dice Ramón Paso: «Por más que la izquierda lo despreciase y la derecha lo mutilase, él jamás ha dejado de conectar con el público, que es para quien escribió en realidad toda su obra».