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Víctor García de la Concha: «La sociedad civil debe asumir su parte en el drama de la inmigración»

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Al frente del Instituto Cervantes desde 2012, acaba de presentar el Siele, un proyecto pionero en su género.
«El balance es satisfactorio porque estamos en el buen camino”. Con esta frase arranca Víctor García de la Concha una conversación en la que se muestra pletórico por el proyecto que acaba de presentar el día anterior el Instituto Cervantes, en colaboración con la Universidad de México y la de Salamanca. El Siele, el Servicio Internacional de Evaluación de la Lengua Española permitirá certificar el grado de conocimiento del español de cualquier estudiante por medios electrónicos, a través de internet, con un plazo de validez de dos años. «Cuando se presentó el pasado mes de julio en México, en un acto inolvidable en el colegio de San Ildefonso, decorado por los grandes muralistas mexicanos, me di cuenta de que efectivamente estábamos en el buen camino». Ante los retos que se le han presentado no se ha amilanado. Muy al contrario, le han servido de acicate. Cuando se hizo cargo de la dirección de la Docta Casa, De la Concha llevaba ya un ejemplar y vasto entrenamiento. Doce años estuvo como director de la Real Academia Española. Dicen que nadie mejor que él conoce sus entresijos.
–El Siele, que acaba de presentar en Madrid, se va a convertir, si no lo es ya, en un proyecto fundamental para esta casa.
–Es el gran proyecto que se abre ahora de par en par para el Cervantes y un buen número de instituciones iberoamericanas. Es el Servicio Internacional de Evaluación de la Lengua Española. El español es de todos los que lo hablamos. Pensé que teníamos que unirnos y, por qué no, hacer una acción común. Esta prueba es un examen distinto al diploma DELE que otorga Cultura.
(De la Concha mira y nos hace mirar el mapa del español que tiene colgado en su despacho, frente a su mesa, con los puntos donde se habla nuestro idioma, y al que se referirá numerosas veces durante el encuentro, con los alfileres que señalan los centros). Y prosigue: el Instituto Cervantes llegaba tarde, pues se fundó en 1991. Desde el momento de su creación ha crecido mucho y se ha trabajado muy bien, sin distinción de etapas políticas porque todos los gobernantes han sentido al Cervantes como una cuestión de Estado... El día que despierte África (dice ante la ausencia de Cervantes allí). En Asia poco tenemos... Sin embargo la presencia es buena en Brasil, con ocho centros. No olvidemos que la mitad del continente americano son brasileños.
–Los nuevos tiempos –internet, las redes– han condicionado la aparición de este tipo de prueba.
–Hoy se echaba en falta una prueba de este tipo en un mundo en que todo se multiplica a velocidad supersónica. Necesitamos certificados que acrediten nuestro conocimiento del idioma en cuestión de horas, para un trabajo, para ser seleccionados en una prueba y así nace ésta, de calificación digital en la parte oral y esperamos que pronto también en la parte escrita y que es de tipo escalar de cero a 1.000 puntos. Y en la que no se aprueba ni se suspende. La persona puede hacer las cuatro pruebas (comprensión lectora, comprensión auditiva, expresión e interacción escritas y expresión e interacción orales) e ir ascendiendo de esta manera por la escala de puntos, es decir, que si completas las cuatro tendrás una certificación y si decides hacer solamente una un informe acreditativo en el plazo de dos semanas. Con la movilidad actual era necesaria una prueba de estas características, que está más cerca del Toelf americano.
–Panhispánico y consenso son dos términos que no faltan en su diccionario.
–El primer lo puse yo en circulación, aunque he de decir que me lo prestó Alfredo Matus (director de la Academia Chilena de la Lengua). Le tendría que pagar a él, por utilizarla, derechos de autor. Y es así, una realidad. Siempre he querido que tuviera ese carácter marcadamente iberoamericano, por eso vamos a llamar a las puertas de Iberoamérica para que se incorporen al Siele.
–El Cervantes está en una etapa de avance. Recuerdo que cuando llegó en 2012 a la dirección del Instituto aseguró que en la tesitura en que se encontraba «o crecía o se moría». Deduzco que el crecimiento es un hecho.
–Cuando llegué el 38 por ciento de recorte en el presupuesto fue un hachazo. Teníamos dos opciones, cerrar o despedir. Con lo que había costado levantar y poner en pie el Cervantes íbamos a cerrar, después de tanto trabajo hecho... Era la muerte. Y en ese punto tomamos una decisión dura, tuvimos que recortar y ajustar un montón de cosas (Y en este punto, ya al final de nuestra conversación cuando nos hemos levantado de la mesa, el director confiesa con orgullo que jamás se ha hecho un ERE en la casa, «nunca», subraya de pie frente a la puerta de su despacho). Echamos mano de actividades iberoamericanas y hemos ido saliendo. El año pasado nos devolvieron cinco millones y éste, 15. Ya se puede decir que podemos respirar un poco más.
–¿Es Estados Unidos uno de los grandes retos del español?
–Vivimos en un mundo de competencias de lenguas en el que el español es la segunda lengua de comunicación internacional, pero eso no es una condición que se pueda garantizar totalmente, pues si no tenemos presencia en los foros internacionales ni suscitamos interés en ser conocidos perderemos esa condición. La lengua es un hecho social y educativo. Es lo que hicieron de ella los hispanohablantes, lo que hacemos hoy quienes lo hablamos y lo que harán en el futuro. Y con esa perspectiva no se puede más que crecer. Como te pares, mueres. Sin duda es Estados Unidos uno de los grandes retos. Esa condición de segunda lengua se juega su permanencia en Estados Unidos en pocos años. Tengamos en cuenta que ha decrecido el número de inmigrante hispanos y se ha incrementado el de asiáticos; de ahí la responsabilidad que tenemos de insistir en Estados Unidos.
–Y de Estados Unidos a España. ¿Cree que está en peligro el español en Cataluña?
–Para nada. De hecho, las últimas estadísticas de evaluación de resultados escolares arrojan resultados incluso mejores en Cataluña que en otras regiones.
–Es importante, entonces, la convivencia lingüística.
–Es un hecho natural. Las lenguas nacen para poder comunicarnos y entendernos, por naturaleza son instrumentos de comunicación y de mutua comprensión. «Sólo es español quien sabe las cuatro lenguas de España», escribió el poeta vasco Gabriel Aresti y ése es el espíritu. Salvador Espriu escribió en «Sefarad» «Haz que sigan seguro los puentes del diálogo», y esos puentes son las lenguas.
–Un escollo importante hoy es que los jóvenes que llegan al instituto y la Universidad lo hacen con una preparación de nivel inferior a la de años atrás. ¿Tenemos que volver a lo básico, reaprender a leer y escribir?
–Sí, a lo básico. Muchos profesores se lamentan de que los que llegan a las aulas lo hacen con un nivel más bajo que antes. No es un tema simple y por tanto no se debe simplificar. Hay que replantear la educación lingüística primaria porque lo que se aprende bien de niño no se olvida jamás. Yo siempre cito a mi maestro de lengua Primaria Luis Cortés porque creo en la necesidad de que la enseñanza primaria sea buena, sobre todo, en el ámbito de la lengua.
–Nos espera, señor García de la Concha, un otoño caliente. ¿Qué opina de la situación de España?
–Yo sólo hablo de política lingüística (lo subraya con un gesto casi de excusa). Aspiro a ser un buen ciudadano y a servir de la mejor manera a esta casa.
–Y pegados a la actualidad, ¿qué se puede hacer con el drama tremendo de la inmigración?
–Ser generosos. Le contaré que en Siria teníamos un centro en Damasco. Al estallar la guerra me llamó el ministro para comunicarme el cierre del centro. Yo hablé, entonces, con el director, casado con una greco-chipriota, y él me dijo: «Va a ser terrible porque es una guerra étnica, Acabarán con el extermino de unos por otros». Mire cómo está hoy la ciudad, destruida. Todos tenemos en la mente la imagen de ese niño de 12 años que pide a gritos: «Paren la guerra. Nos os pedimos más». España debe hacer un esfuerzo por recibir inmigrantes, repartirse la carga, asumir la parte que le toque y que lo asuma, y esto es lo importante, la sociedad civil. Es una causa humanitaria. Ese niño lo dijo de una manera clara y nosotros debemos hacer ese esfuerzo y asumir lo que nos corresponda.

Superviviente por partida doble

Este asturiano de 1934 sobrevivió durante la Guerra Civil a un bombardeo (de hecho, tiempo después leyó en una crónica que le sacaron de una casa derruida en Villaviciosa, su pueblo de nacimiento) y en 2010 a un terremoto que sacudió Chile con fuerza brava. No tiene miedo y su agenda está repleta de citas, de reuniones, de actos. América y el español, que viene a ser decir casi lo mismo, le llevan casi su tiempo completo. Le imaginamos también disfrutando de su ocio, leyendo en voz alta, como hacía el viernes en su despacho, marcando las pausas y los versos de esa «Sefarad» de Espriu que no es sino España, entonando bien, diciendo bien. No es amigo de la risa fácil, y apenas la deja escapar durante el encuentro. Habla sin pausa y pasa de un tema a otro con celeridad porque no hay tiempo que perder. No se pronuncia sobre política: ni lo hizo cuando era director de la RAE ni ahora toma la palabra para hacerlo como responsable del Instituto Cervantes. «En esta casa no entra la política». Ni en aquella ni en la de ahora. Su mesa de despacho está perfectamente ordenada aunque él se queje cuando nos quiere enseñar un libro que no encuentra a la mano.