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Baloncesto

Un manta Pablo Laso

No es posible imaginar a algún aficionado de los Chicago Bulls de la década de los noventa diciendo que vaya manta que es Phil Jackson. Que podríamos haber ganado siete u ocho anillos, pero sólo tenemos seis y es por su culpa. Pues, aunque resulte sorprendente, se pueden encontrar a ciertos seguidores del Real Madrid que se atreven a decir algo parecido a esto de Pablo Laso. Son entrenadores de salón y cervecita, que lo ven todo clarísimo desde el sofá, pero que evidentemente no han entendido nada. Porque además de una lista interminable de títulos, finales y victorias sólo comparable con las épocas doradas de Lolo y Ferrándiz, es que encima el equipo juega bien, se divierte en la pista y a la vez hace disfrutar a los que miran desde la grada. En estos nueve años, el Real Madrid de Laso se ha convertido en el mejor plan para el viernes por la noche en el WiZink Center. Es un equipo que transmite optimismo y compite como nadie. Es el método Laso, que se basa en la normalidad de un entrenador de élite que es un tío sencillo, no muy alto para ser exjugador de baloncesto y que ve series y va a conciertos indie. Messina debía escuchar música clásica y desayunar gatitos, pero fracasó en el Madrid, y sí, se puede decir alto y claro. Laso ha demostrado que no hace falta poner cara de malo para convencer a los jugadores. Es mejor saber manejar su felicidad, como dice Campazzo. El argentino ha pasado de bajito sospechoso cedido en Murcia a mejor base de Europa. Y algo tendrá que ver Laso, como en que Tavares sea el pívot más dominante y Doncic pasase de niño a hombre a base de copas de Europa. Un manta Pablo.