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Ana Ojeda: «Si yo puedo correr a mi edad, puede cualquiera»

Ana Ojeda
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Hace diez que corre maratones y enarbola una veintena de trofeos. Claro está que en su categoría hay pocas rivales. Todavía más mérito

Hay un refrán muy español que dice que nunca es tarde si la dicha es buena. Y está claro que la dicha puede llegar a cualquier edad. Por ejemplo, a los 66. Está claro que con esos años no se es «viejísimo», en este siglo XXI, en el que todos hemos rejuvenecido diez, pero ya se ha entrado, por decreto, en la edad de jubilación y tarjetas doradas, donde muchos empiezan a tirar la toalla. Ana Ojeda, no. Todo lo contrario. Ha llegado a esos años en mejores condiciones que muchos de los nacidos una o incluso dos décadas después que ella. Y lo ha hecho gracias a su carácter, a sus ganas... ¡y a haberse entregado a la carrera! Como lo leen. El running bendito, para tantos no sólo tabla de salvación sino también de regeneración. Y como muestra, Ana Ojeda, que llegó a los 56 sin haber practicado nada de deporte y, a partir de ahí... «Me apunté a un gimnasio y descubrí el deporte. Primero hice yoga, luego a pilates, después escalada y, finalmente, a correr».

Dice Ana que hasta entonces iba de vez en cuando a un gimnasio pequeñito, por aquello del mantenimiento, pero nada más. «Nada de nada, ahora todo el mundo se cree que llevo toda la vida haciendo deporte, pero ni lo había probado». Pero llegan los 56 y aunque ni le habían rozado las crisis de las decenas y se sentía en plena forma pese a no haber movido un músculo jamás, le entra la furia de correr. «No sé qué es exactamente lo que me empezó a gustar. Se habla mucho de las endorfinas, de que es como una droga. Y la verdad es que cuando empiezas a correr te enganchas y no lo puedes dejar. Yo no sé si será como una droga, pero una especie de fiebre, sí que es». Una fiebre más bien asociada a otros años, en los que los huesos están más nuevos, y en los que no amenazan las roturas y las lesiones; pero eso Ana, por ganas o por inconsciencia, ni se lo pensó, por mucho que hubiera quien se lo recordara. «Me decían de todo. Que si me iba a pasar esto, que si me iba a pasar aquello, pero en los diez años que llevo corriendo sólo he tenido una lesión. Y más bien creo que ha sido por no haber hecho deporte. Los de mi edad que han hecho deporte toda la vida lo tienen todo roto. Yo todavía lo tengo todo nuevo».

Nuevo y en perfectas condiciones. Tanto como para haber corrido infinidad de carreras populares. Pero, digo yo que no empezaría con los 42 kilómetros de una maratón... «Nooo, empecé con la carrera de la mujer de 5 kilómetros. Al año siguiente me pasé a la de 21, que es media maratón, y después con el maratón, que son 42 y es lo más de lo más».

En estos diez años, Ana ha ganado una media de dos copas anuales. Así que tiene una mesa llena de trofeos, donde se cuentan unos veinte, además de las medallas que dan en todas las carreras simplemente por acabarlas, que ya es un mérito. «Claro, pero es que en mi categoría somos muy poquitas corriendo. Mujeres de mi edad que corren hay muy pocas... Así que yo soy toda una atracción». Eso será, cuando dice su edad. Porque ¡hay que ver el tipazo juvenil que tiene! Y, según cuenta, tiene el corazón como Indurain, así que no es raro que recomiende correr. «Claro que sí. Lo recomiendo porque es un ejercicio muy completo. Y hay quien dice que te puede estropear las articulaciones pero también quien asegura que las refuerza. Hombre, no se trata de que te pongas unas pruebas tremendas, hay que ser un poco prudente. Pero, en general, es un ejercicio que incluso a la gente que no corre porque no puede o porque le da pereza, le da envidia. A mí no sabes la cantidad de niñas que me la tienen...».

No es raro, viéndole ese aspecto tan juvenil, que ya quisieran algunas apoltronadas de treinta y ese peso ideal que otras mujeres tratan de conseguir casi muriendo de inanición. Le pregunto si eso de correr le ha cambiado la vida «Estoy encantada. No sólo corro, sino que, además, tengo amigos por todos los lados, mucho más jóvenes que yo, y me lo paso de miedo porque estamos todo el día organizando cosas. Organizamos carreras, cenas, y me lo paso fenomenal». La filosofía del correr. Todo un estilo de vida. Aunque conlleva tiempo y esfuerzo. «Preparar maratones sí implica mucho esfuerzo y si trabajas tienes que salir a las 6 de la mañana a correr; pero quitando el maratón, que te lo debes preparar muy bien, correr carreras cortas no te supone tanto esfuerzo y todo el mundo saca tiempo de donde sea. Yo lo tengo más fácil porque soy la única que no trabaja. Por eso no voy estresada a todos lados».

EL MURO DE LOS 30

No sabe Ana lo que me estresaría a mí tener que ir a correr tantos kilómetros. Me mira sonriendo casi como apiadándose de mí y me dice: «Pues en realidad hasta veintiún kilómetros es una distancia muy cómoda y no requiere tanto esfuerzo. A partir de los 30, ya has consumido el glucógeno y ahí es donde aparece lo que se llama el muro, que hay gente que lo siente, y es cuando hay que tirar de la mente». ¿Lo sentirá Ana a sus 66 años? «A mí a partir de los 30 kilómetros me cuesta, sí, ¡pero me gustan tanto los maratones! ¡Es donde puede pasar cualquier cosa! Que te duela algo, que te dé un tirón... Yo he visto de todo entre mis amigos y hay gente de 30 o 35 años. Pero es una carrera diferente y me encanta». Le pregunto si ella cree que todo el mundo puede correr. «Pues sí, soy muy optimista. Hay gente muy jovencita que dice que no puede, pero si puedo yo, puede cualquiera. Pero también debes tener fuerza de voluntad, constancia y capacidad de trabajo. La inspiración, si existe, te tiene que encontrar trabajando, como decía Picasso».