Sabadell
Apoteosis final de Mireia
Sufrir y disfrutar. Palabras opuestas que no siempre lo son y que Mireia Belmonte hace coincidir en la misma frase. «Lo he pasado mal, pero también he disfrutado», reconocía la española después de nadar por última vez en el Mundial de Natación de Barcelona, de hacerlo en casa y de escuchar cómo su nombre era coreado por todo el público al unísono. Mireia disfrutó porque fue plata en los 400 estilos y ganar es maravilloso, pero además lo hizo con una marca extraordinaria, su mejor registro de siempre, dos segundos más rápido que el anterior, el récord de España y un tiempo que le hubiera valido para lograr la plata en los Juegos de Londres (4:31.21). «Guau», dijo tras tocar la pared por detrás de la húngara Hosszu, la campeona, y por delante de la estadounidense Beisel, el bronce. Después lanzó el puño arriba y lo mantuvo encogido mientras se estiraba en el agua para saborear el momento. La marca de Mireia fue fantástica y sus últimos 100 metros, para enmarcar.
La española se ha vuelto a plantear un calendario muy exigente para una gran cita. Ha nadado seis pruebas individuales más un relevo. La de ayer era la decimoquinta vez en una semana que se lanzaba a la piscina para competir, y eso cansa los brazos, las piernas y la mente. Mostró signos de agotamiento el sábado en la final de 800. «Tenía mucha rabia por lo de ayer [por el sábado], por el público...», reconoció la nadadora. Convirtió esa rabia en energía para moverse a toda velocidad y ser la más rápida en los últimos 50 metros, poco más de un segundo mejor que la ganadora en ese parcial. «Me he sorprendido a mí misma», afirmaba algo incrédula.
El tramo de espalda no fue un lastre para Belmonte, que logró aguantar en su peor estilo para remontar entre la braza y el crol. Mireia partía con el segundo mejor tiempo de las participantes por la mañana y demostró que se puede vencer al cansancio. Por última vez hizo el camino hasta la calle cinco, de la que partía, con la toalla en el cuello a modo de bufanda y con uno de los cascos por los que escucha música quitado para percibir el estruendo que se monta en el Sant Jordi cuando anuncian su nombre. «He salido a tope», dijo la medallista de plata, segunda tras el primer tramo de mariposa, sin relajarse después, ya que durante más de media prueba estuvo en tiempo de récord del mundo, y apoteósica al final. Sólo se le escapó Hosszu. Penúltima llegó la china Ye Shiwen, de 17 años, que impresionó en los Juegos con sus dos oros, con una última piscina más rápida que la prueba masculina, y con plusmarca en los 400, pero que a Barcelona no ha llegado en condiciones. Ayer nadó diez segundos más lenta que hace un año.
El segundo puesto corona una actuación casi impecable de Belmonte y confirma que los Juegos de Londres fueron el comienzo. Hay Mireia para rato. Tiene margen de mejora y lo ha demostrado con un campeonato excelente pese a la corta preparación. Tras Londres tuvo problemas para encontrar equipo con su nuevo caché de doble medallista olímpica. Se fue de Sabadell, probó en Francia y finalmente fichó por la Universidad de Murcia, aunque se entrene en Sabadell a las órdenes de Fred Vergnoux, el entrenador que ha sacado la estrella que hay en la española, y al que abandonó momentáneamente en esos días de incertidumbre. «Pasar una dificultad te hace más fuerte y estoy muy contento por ella. No lo ha tenido fácil», resumió el técnico francés. «Finales, medallas, récords... Nunca había tenido una competición tan buena. Ha dado un paso muy grande», añadió.
Porque, pese a todo, se ha colgado tres metales, dos platas y un bronce, récord en la historia de un nadador español, y ha disputado cinco finales individuales más la de relevos. «Este Mundial ha sido increíble, no puedo pedir más», afirmaba la catalana. Sólo se le ha resistido una medalla de oro, que perdió por medio dedo en los 200 mariposa. Falta saber qué podría hacer Mireia si se planteara disputar menos pruebas y tener más descanso, pero ella es así. Cada vez que nada es una oportunidad de hacer algo grande. Una bala. Y la última que tenía era de plata.
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