MotoGP

El país 93

El país 93
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Un par de horas después de que Marc Márquez consiguiera su sexto campeonato del mundo me encontré con la siguiente reflexión en un grupo de Whatsapp: «¿Ha sacado Márquez la bandera de España? Es por saber si es un éxito más del motociclismo español o del motociclismo del país 93». Mi amigo, formado e incisivo, no es ajeno, como casi nadie, al problema independentista y sus aristas. Entre ellas, las que afectan al deporte. Le contesté que Marc había tirado por la calle de en medio, que había elegido la bandera del 93. Es decir, ni la bandera de España ni la senyera. Y está en su derecho, cómo no. Cada uno es dueño de sus sentimientos y también de sus miedos. Marc puede ser capaz de arriesgar a 300 kilómetros por hora sobre una moto y en cambio evitar lucir una bandera públicamente en un momento tan delicado. Lo cierto es que Márquez ha llegado a ser más explícito en una entrevista («me siento catalán y español», ha repetido varias veces) que ante su público, en un circuito. Y no le culpo. A nadie le gusta ser señalado.

La «salvada»

Márquez es más que un campeón. Lo volvió a demostrar con una maniobra digna de un genio, de un talento superior. Salvó una caída segura para cualquier otro piloto que habría abierto la puerta del título al italiano Dovizioso. Pero consiguió levantar la moto, manejarla en la grava y acabar tercero. Aunque su rival italiano no tenía ritmo para conseguir la victoria. Forzó y acabó en el suelo convirtiendo a Márquez en campeón, su cuarto título de MotoGP. A uno de Doohan y a tres de Rossi. Y sólo tiene 24 años. Sin duda, Márquez es un orgullo para el deporte español, un tipo que se sentará en la misma mesa que los Rafa Nadal, Fernando Alonso, Pau Gasol y compañía. La mesa de las leyendas.