Selección Española

Pedro «sigue» en Curitiba

La Razón
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La estancia de la Selección en la Isla de Ré era un cuento de hadas. Las victorias (hasta ayer), el juego y una camaradería que hizo, por ejemplo, que empezaran a seguirse en Twitter dos viejos «enemigos» como Ramos y Piqué, propiciaron que España volviera a ser una «familia». Pero Pedro rompió esa armonía negando dos veces a Del Bosque. La primera: «Si no tengo continuidad, no merece la pena seguir viniendo sólo para hacer grupo». Su rajada, una falta de compañerismo imperdonable en el manual del seleccionador, además de no ser acorde a su rendimiento, cayó tan mal en el vestuario que tuvo que salir a dar explicaciones (que no pedir perdón) en conferencia de prensa tras justificarse primero ante el Del Bosque y los capitanes. Pedro negó una segunda vez al míster, quien reveló previamente que el canario estaba arrepentido: «No estoy arrepentido», le contradijo el extremo suplente del Chelsea.

«Postureo» y ejemplo

El «postureo» de Piqué y Jordi Alba abrazando a su amigo en los 15 minutos de entrenamiento abiertos a la Prensa (a la que el central culpó del incidente y puede que dedicara una peineta ayer) no se corresponde con lo que piensa el grupo, especialmente Ramos, y aquellos que no han jugado. Casillas, aunque no digirió bien su suplencia en el Madrid, sí lo está haciendo de forma modélica con España. Pero Pedro, en lo que debería ser su último torneo con España, no ha abandonado la inercia perdedora de la Selección en el Mundial de Brasil desde que pisó la fría Curitiba.

Viejos fantasmas

Allí vimos atónitos a Cesc arrojarle un peto a Del Bosque. Alucinamos cuando Piqué se fue de la concentración para irse a cenar con Shakira o se puso a tomar el sol en el banquillo durante el partido ante Australia. Temimos por un periodista español cuando Alba amenazó con arrancarle la cabeza. Comprendimos el cabreo de Villa al ser sustituido, con España ya eliminada, en su despedida de la Selección. Nos quedamos sin explicaciones de los jugadores porque muchos no concedieron entrevistas y ninguno atendió a medios ni aficionados al llegar a Barajas. Extrañamos a Arbeloa porque se quedó en casa tras un rifirrafe en un derbi con Diego Costa, cuya presencia, dicho sea de paso, fue tan incómoda como improductiva. Y nos solidarizamos con Xabi Alonso cuando recibió el desprecio del vestuario por decir, después de caer frente a Chile, lo que pensábamos todos: que había faltado «hambre». En realidad, no todos abroncaron al tolosarra: Xavi, por ejemplo, ni se dirigía la palabra. Ni siquiera podían sentarse a la misma mesa para comer. Rencores, cuentas pendientes y desacatos que Pedro se ha encargado de reproducir cuando, sin Costa, con ciertos aires de renovación en el equipo y, lo más importante, con el viento a favor de las victorias, ha demostrado seguir aún en Curitiba.