LaLiga Santander
Y encima tuvo que ser él
En la Ciudad de Sevilla hay partidos y partidos, y después están los derbis. Antes de comenzar estos encuentros, todos saben de la importancia y la trascendencia que dejará el resultado en ambos conjuntos y aficiones en el devenir de la temporada. Pero únicamente el perdedor entonará un discurso de que sólo son tres puntos y todas esas cosas que se dicen siempre con la boca pequeña. A mí no me oirán caer en ese error. Estoy muy fastidiado por haber perdido y por cómo ocurrió. Y porque las distancias entre Sevilla y Betis o Betis y Sevilla se han recortado en las dos últimas temporadas. Por mérito del Betis y también por demérito del Sevilla.
Pánico a perder La primera parte no estuvo ni de lejos a la altura de la expectación creada en la Ciudad con el nuevo enfrentamiento entre los equipos de Quique Setién y del debutante Pablo Machín. El juego sucio y subterráneo fue la principal característica de los primeros 45 minutos, o lo que es lo mismo, el pánico de ambos entrenadores a perder, conscientes claramente de la repercusión negativa de salir derrotados, se impuso a todo lo demás. Vimos muy poco fútbol anoche en el campo en un derbi que desde luego no va a pasar a la historia.
Esto es para listos En la segunda parte parecía que el Sevilla Fútbol Club se iba arriba a por la victoria, pero era un espejismo. La mayor calidad que en teoría tienen los jugadores de Machín no se plasmó jamás en el terreno de juego. Y llegó el minuto 65. Pau López se convirtió en el mejor jugador del partido, pues el portero del Betis estuvo listo y fabricó una acción determinante que inclinó la balanza claramente hacia los verdiblancos. El extremeño Gil Manzano llevó hasta las últimas consecuencias la chiquillada de Roque Mesa y entonces sólo fue cuestión de tiempo que marcara el Betis. Encima... ¡tuvo que ser Joaquín!
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