Giro de Italia
Contador es el patrón
Mikel Landa vence en Madonna di Campiglio ante la permisividad del madrileño
Cuando era un chavalito que cada viernes cogía un tren en Pinto hasta el País Vasco para correr en el Iberdrola amateur, a Alberto Contador lo llamaban Pantani. En cuanto la carretera se ponía cuesta arriba se lanzaba a atacar como un loco. Pero cuando llegaban los descensos temblaba. Tenía miedo. Contador creció y se hizo ciclista con las imágenes de Indurain y del Pirata, sus dos ídolos. Y también con la decadencia de Pantani que empezó ahí arriba, en Madonna di Campiglio hace ahora dieciséis años y donde el Giro no había vuelto hasta hoy donde Contador, como el Pirata entonces, ha demostrado que él es quien dicta las órdenes.
En realidad, a Pantani no le dio tiempo a mostrarlo al mundo. A las 7:25 de la mañana del 5 de junio de 1999, líder total y con cuatro victorias en las cuatro montañas de aquel Giro, la última, el día anterior en Madonna di Campiglio, a Marco Pantani le hicieron un control sorpresa. Tan inesperado que la noche anterior, avisado el Pirata, se sometió a uno a manos del médico de su equipo para comprobar que su hematocrito estaba en orden. 47-48 dio como resultado. A la mañana siguiente, los vampiros apenas tardaron en comunicar a Martinelli, director del Mercatone Uno de Pantani, que había superado el límite. Y que el líder del Giro estaba fuera de carrera.
Martinelli fue quien llamó a la puerta de la habitación 27 del Hotel Touring, la habitación de Pantani, para comunicárselo. El Pirata, de la rabia, soltó un puñetazo a un espejo y lo rompió en mil pedazos. Al poco rato llegó su padre, que venía siguiendo, orgulloso, el espectáculo de Giro que estaba regalando su hijo al mundo. Cuando Marco lo vio sintió pavor. De repente, a su mente le pareció que volvía a ser un niño y que su padre le iba a castigar por la última de sus travesuras. Por haberse pasado con el hematocrito. Pensó que iba a darle una bofetada en la cara. Sabía que lo había decepcionado. Ese fue el peor momento de Pantani. Pero Paolo no dijo nada. Se fijó en las manos de su hijo, ensangrentadas del golpe que había dado al espejo y se puso a curarlo quitándole las esquirlas y cubriéndole las heridas. No le dijo nada.
Minutos después, entre una maraña de cámaras y micrófonos Pantani salía del Hotel Touring en lo que fue el principio de un fin que acabó el 14 de febrero de 2004, cuando fue hallado muerto por sobredosis. El Giro de Italia se fue de Madonna di Campiglio huérfano de líder y no volvió más. Hasta hoy.
Dieciséis años después de ser el primero en comunicarle una muerte anunciada a Pantani, Martinelli es hoy el director del Astana de Aru y de Landa. Y comprueba, impotente, cómo la superioridad numérica de su equipo frente a la soledad de Contador de nada sirve para derrotar al madrileño. Ni siquiera en un sprint bonificado donde cinco hombres del Astana no fueron capaces de anular el arranque del madrileño para arañar dos segundos a su ya abultada ventaja en la general. “No sólo es complicado batirle, es que lo considero imposible”, dice Martinelli. “Contador es el patrón del Giro”. Igual que lo era su Pantani.
Nadie pudo hacer sombra al madrileño. Los ataques de Landa, tímidos y mirando para atrás, solo le servían para comprobar que Aru sufría más de la cuenta en seguirle la rueda. Era cuestión de tiempo que Martinelli y el propio sardo le dieran luz verde para luchar por la etapa. Les costó, eso sí, hasta que a falta de dos kilómetros dejaron que el alavés al fin volara a por su triunfo merecido que no disputó Contador. “Pero el capitán sigue siendo Aru”, defiende Mikel. “Alberto no iba a dejar que ganara por orgullo”. Tampoco hubiera podido el sardo. “Dejando ganar a Landa, Contador quiere sembrar la cizaña en casa Astana”, opina el ex ciclista Gilberto Simoni.
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