Tour de Francia
El renacimiento francés
Bardet y Pinot luchan por el podio 29 años después del triunfo de Hinault
Ya hace casi 30 años, media vida humana, que en julio, en París, el único día que se iza la bandera francesa es el día 14. El día de la patria. Sólo ese día. A finales de mes, nada, ningún galo hace honores para que el azul, el blanco y el rojo sobrevuelen los Campos Elíseos con el Arco de Triunfo, la bella mole erguida en honor de Napoleón y sus batallas victoriosas. Desde que Bernard Hinault conquistara el de 1985 y con la salvedad del podio de Virenque en el 96, el ciclismo francés se ha pasado la última treintena adormilado. Bueno, el ciclismo no, los ciclistas. Porque a pesar de la sequía, los equipos, la base y las carreras no sólo no han desaparecido, sino que además se han hecho más fuertes.
Y eso trae, inevitable, que tarde o temprano alguno de esos críos por los que nunca han dejado de apostar, que alguna de esas promesas que hace dos días hacían yinkanas con sus bicicletas, se hayan convertido, no ya en esperanza, sino en la piedra angular de lo que ya es el florecer de la nueva Francia ciclista. Ahora en su jardín salen flores por todas partes. Sprinters, como Demare o Bouhanni, escaladores y vueltómanos. Es el renacimiento francés.
El Leonardo Da Vinci de esta espléndida vuelta a la vida gala es Thibaut Pinot. 24 años, profesional desde los 19. Con los Pirineos y la crono del sábado por delante es, de momento, cuarto y no se esconde. Ya ha dejado sello de su fortaleza en montaña y le ha plantado cara al viejo Valverde, a quien pretende arrebatar el segundo puesto. Pinot ahora siente que puede, hasta hace poco, no. Las bajadas le provocan pavor, tiembla. Por eso este invierno se apuntó a un curso de carreras de coches sobre hielo en el Alpe d'Huez para aprender a tomar las curvas sin quedarse cuadrado. Bajando por la Casse Desserte, la cara desierta del Izoard el sábado, cuando le atacaron, demostró que ya lo ha superado.
No lo hace sólo por él. Pinot pedalea con dos corazones. El suyo y el de su hermano Julien, que también era ciclista, también de los buenos decían. Hasta que en 2008 le detectaron una hipertrofia cardiaca y tuvo que bajarse de la bicicleta. Desde entonces, Thibaut pedalea también por él. En su honor quiere subirse al podio de París.
Y si Pinot es Da Vinci, el Miguel Ángel, más huesudo pero también más bello, es Romain Bardet. Tiene 23 años, hasta el pasado era un chico más de la facultad de Derecho, con sus libros pesados bajo el hombro. Ahora, es tercero en la general del Tour y tiene a Valverde a tiro de piedra, a 13 segundos.
Pero Pinot tranquiliza a las masas. No quiere ser otro ídolo caído en el pozo de la esperanza gala y se aleja de la presión que ya le coloca como el próximo rival de Nairo Quintana en las grandes vueltas. «El podio, por el momento, no es mi objetivo», afirma. «Tengo que centrarme en ganar segundos a mis rivales directos en vista de la crono final, en la que puedo perder tiempo», dice Bardet, que es flaquito y lo sabe. Uno de los dos estará seguro en el podio de París. Y Francia renacerá de nuevo.
Valverde no se rinde
Ni se rinde ni se conforma. «Hay que aspirar a más». Así de claras muestra sus intenciones Alejandro Valverde ante la parte final del Tour que se reanuda hoy con la primera jornada pirenaica con final en Bagneres de Luchon y el Port de Balès en la parte final. «Estoy donde pensaba estar, aunque es un Tour diferente, sin Froome ni Contador. Nibali está superfuerte y yo estoy bien, contento», asegura el murciano. En los Pirineos, Valverde lo tiene claro: «Los que tienen que recortar son mis rivales».
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