Tour de Francia

Rojo

Los Pirineos eligen a Thomas

Nairo Quintana gana la etapa más corta del Tour con un ataque a pie del Portet, donde llegó el desplome de Froome

El ciclista colombiano Nairo Quintana, del equipo Movistar, durante la decimoséptima etapa del Tour de Francia. EFE/KIM LUDBROOK
El ciclista colombiano Nairo Quintana, del equipo Movistar, durante la decimoséptima etapa del Tour de Francia. EFE/KIM LUDBROOKlarazon

Nairo Quintana gana la etapa más corta del Tour con un ataque a pie del Portet, donde llegó el desplome de Froome

Hay momentos en que las palabras sobran, las habladurías no tienen cabida ya. Ha costado que uno de esos llegase en el Tour pero sucedió ayer. Cuando la carretera se pone cuesta arriba y los kilómetros se cuentan por porcentajes y desnivel. Es entonces la hora de las piernas y los jadeos. De dejar de hablar de quién es el líder y quién gregario y destapar las caretas. Ayer, los Pirineos dictaron sentencia en la etapa más corta de la historia del Tour en sus últimos cincuenta años. Y dijeron que este año quieren a Geraint Thomas como ganador. Amarillo y esplendoroso luce el galés por las cuestas del Portet, el último puerto de la etapa más señalada y más temida, por ser tan corta, por el miedo a las explosiones, por el temor a que todo saltase por los aires.

Y sucedió que quien estalló fue Chris Froome. En el último kilómetro no pudo más. ¡Booom! Reventón. Venía tentando a la suerte con disimulo, oculto su sufrimiento bajo sus gafas gigantes y silenciando su asfixia en el último puerto. «Pensaba que estaba jugando», dice Mikel Landa cuando asoma por la puerta del control antidopaje que le toca pasar al cruzar la meta en la cima de Saint Lary Soulan. «Me ha sorprendido porque iba con Dumoulin todo el rato como el perro y el gato. Se quedaba uno atrás y después iba el otro a la misma posición. Por eso pensaba que nos iban a arrancar cualquiera de los dos desde atrás».

Y no. Bastó esperar a que uno de los pocos ciclistas que aguantaban ya el endiablado ritmo que había impuesto Egan Bernal para Geraint Thomas despegase y así deshojar la margarita. Fuera caretas. Fuera palabras. Froome se ahogaba en sus propias pedaladas al mismo ritmo que Thomas se marchaba controlando los ataques de Primoz Roglic, el más valiente ayer en el Portet. Sentó el esloveno a Dumoulin, pero no consiguió despegarlo. Tampoco a Thomas. Para entonces, Romain Bardet ya era una sombra que se diluía a lo lejos mientras Mikel Landa no podía más que aguantar el ritmo de Froome. Cada uno a su paso. El que dictan las montañas.

De ellas viene Nairo Quintana. De unas, las de su Boyacá, tan altas como este Portet, la cima más alta de la presente edición del Tour. 2.215 metros. Así que subiéndolo, mientras otros como Dumoulin se marean, él se siente en su entorno. Como en casa. El martes, cuando le preguntaron qué podía pasar en esta etapa tan propicia para estallidos y explosiones, Quintana respondió por él. «Saldré como un león y espero tener un día grandioso». Y lo hizo.

Hacía tiempo que no se veía un Nairo así, majestuoso. Atacó a nueve kilómetros de la cima, se topó con Valverde que le ayudó todo lo que pudo y después atrapó a Kangert, fugado casi desde el inicio. A lo campeón. «Tenía este día marcado y ha salido como esperaba, a la perfección». No falló. Su triunfo le aúpa hasta la quinta plaza de la general. Mikel Landa baja un puesto y pasa a ser séptimo. «Estaba atado de pies y manos pero tampoco podía», confesó.

Y mientras, Thomas es más líder. Froome ha caído hasta la tercera plaza en detrimento de Dumoulin y ya le separan de su compañero y líder del Tour más de dos minutos y medio. «A Froome no lo considero como rival, somos compañeros de equipo. Es un luchador, seguro que peleará hasta el final. Todavía es tercero», decía el maillot amarillo. La montaña ha elegido a Geraint Thomas.