FIFA

Cien años de Havelange

Joao Havelange, fallecido ayer, en una imagen con los aros olímpicos de fondo
Joao Havelange, fallecido ayer, en una imagen con los aros olímpicos de fondolarazon

Con 21 años, Marcus Walz, heredero de David Cal, celebraba el oro en el K1 1.000. Hijo de inglés y alemana, nacido en Oxford y afincado en Mallorca desde que era un bebé, se considera español por los cuatro costados y hace gala de ello. A estas alturas de la película, Ona Carbonell, en cambio, preferiría competir con la selección catalana. Maneras de sentir.

El lunes advertía Walz: «Mañana estaremos ahí dando caña». Dicho y hecho, campeón olímpico. Mientras él festejaba el antológico triunfo, antesala de otros que están por venir, dos necrológicas de muy distinto calado encogían el ánimo olímpico. Stefan Henze, entrenador de la selección alemana de piragüismo, fallecía como consecuencia de un accidente de tráfico en Río. Su taxi fue embestido por otro vehículo. Sufrió graves heridas en la cabeza y las intervenciones quirúrgicas no le salvaron la vida. Hace dos años, durante el Mundial, el reportero argentino José Luis «Topo» López murió en Sao Paulo cuando volvía en taxi al hotel. Unos delincuentes con un coche robado se lo llevaron por delante.

Conociendo la vida, descubriéndola, sin haber cumplido los 40, no hace falta ser Confucio para reflexionar sobre lo injusto que es acordar una cita involuntaria con la más indeseable de las desconocidas, la muerte. Con pie y medio en primera línea de la playa, la parca no es sorpresa. A cierta edad contemplamos «cómo se pasa la vida, / cómo se viene la muerte / tan callando» (Jorge Manrique). En silencio, con cien años cumplidos, expiró en un hospital de Río, Jean-Marie Faustin Goedefroid de Havelange, mundialmente conocido como Joao Havelange, presidente de la FIFA entre 1974 y 1998. Todo un personaje.

Havelange, que fue waterpolista olímpico con Brasil en los Juegos de 1936, descubrió el filón con los derechos de televisión y a la empresa que los iba a comercializar, ISL. Afianzado en el cargo, con el delfín Blatter en la secretaría general de la FIFA desde 1981, y la compañía de su yerno Ricardo Teixeira, que presidió la CBF (Confederación Brasileña de Fútbol) durante 23 años, no resistió la tentación de la avaricia. La fiscalía suiza le acusó de «apropiación indebida, infracción del deber y gestión desleal». También a Teixeira. La sangría supuso a FIFA unas pérdidas de 100 millones de euros. ISL quebró después de haber pagado 90 millones en sobornos. Havelange y su yerno cobraron cerca de veinte. Para que sus nombres no salieran a la luz, devolvieron cinco. También en eso fracasaron. Don Joao, figura imprescindible en la elección de Río para estos Juegos, renunció a su sillón del COI en 2011 y a la presidencia honoraria de la FIFA en 2013. El yerno, presidente del Comité Organizador del Mundial de Fútbol’2014, dimitió de ese cargo y del Comité Ejecutivo de Blatter, el de las bolas calientes. Havelange descansa en paz mientras otros purgan sus pecados.