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Real Madrid

El «demolition team» ha vuelto

Kaká, Higuaín, Benzema (un gol) y Cristiano (tres), artífices del ataque supersónico, letal para el Sevilla

Cristiano Ronaldo celebra un gol larazon

Sin Alonso, con molestias y entre algodones; ni Khedira ni Özil, en el banquillo; ni Di María, en la grada, castigado o descansando, que el partido con el Manchester es lo que importa, el Madrid ganó al Sevilla con una pléyade de jugadores de ataque que permitieron recordar al equipo que arrasó la pasada temporada, el «demolition team», una suerte de artilleros que convierten en gol casi todo lo que tocan. Veloces, combativos y precisos en los contragolpes y en los pases, a Cristiano le secundaron Higuaín, expulsado en el 66 por doble amonestación, como Maduro en el 80, y el sorprendente Kaká, el soldado –por todo lo que trabajó– desconocido –por lo bien que jugó–.

«Más madera, es la guerra», gritaba Groucho en el Oeste de los Hermanos Marx. Chico y Harpo desmontaban pieza por pieza los vagones, hasta dejarlos en el esqueleto, para abastecer a la insaciable locomotora. Mourinho, en un alarde de osadía sin fronteras, que esta Liga no es su guerra según propia confesión, frente al Sevilla sólo le faltó recurrir de salida a Morata –que entró en el 63–, delantero centro del Castilla, para demostrar una ambición sin límites, o una desesperación sin disimulos. Higuaín, Cristiano y Benzema, puntas de lanza atómicas impulsadas por Kaká, mire usted por donde, y sostenidas por Essien, el pilar defensivo del doble pivote, y por Modric –remedo de Alonso–, una estrella todavía en periodo de adaptación. Arbeloa, Albiol, Ramos y Coentrao defendían a Diego López. La zaga, convencional. Lo demás, un mensaje nítido: el Manchester United es lo que importa, con esa lista de bajas. Pues resultó.

Agotado el mercado de invierno, las gestiones para encontrar un destino a Kaká resultaron infructuosas. Kaká sigue, Mourinho carga con él y le utiliza a capricho: no le convocó para el partido de Granada y le hizo titular contra el Sevilla. La situación laboral del brasileño, idéntica en ambos casos. ¿Qué ha cambiado? Los objetivos: la Liga por la «Champions» y la Copa, de ahí las suplencias de Khedira y Özil, por ejemplo. Pero funcionó, también Kaká, brillante y aguerrido. Parecía él.

Si Mourinho lograba que el Sevilla no rompiera a su equipo en dos mitades, defensores y atacantes, la revolución sería un éxito y los buscadores de gol habrían trabajado para evitarlos; caso contrario, sexta derrota o un empate; pero la Liga, dicho está, no es su guerra. Salió cara. Primer indicio positivo del invento: pase larguísimo de Sergio Ramos, toque sutil de Higuaín hacia Cristiano y centro de éste que Benzema convirtió en gol con cierta fortuna. Funcionaba.

Hasta llegar al Bernabéu, sumaba el Sevilla dos victorias y un empate en tres partidos con Emery. Podía no ser el equipo hispalense, que ganó en la primera vuelta con Míchel en el banquillo, rival para experimentos; sin embargo, quizá deslumbrado por el brillo de tanta estrella junta, ante delanteros que en carnaval se disfrazaron de obreros, a los 26 minutos perdía 2-0. El segundo tanto, un golazo de Cristiano, regate seco en la frontal y zurdazo imparable. Mejores indicios, imposible.

Higuaín, ese jugador que tanto gusta a Sandro Rosell, se vaciaba en labores defensivas y organizaba contragolpes como si fuera Özil. Y como lo que funciona no se toca, en el segundo tiempo desembocó el mismo equipo por el túnel de vestuarios. En el minuto 46, 3-0, el segundo de Cristiano. Colaboró Fazio, sobre todo, pero también el Sevilla, que no ofrecía más que destellos de Navas. Y en el 59, 4-0, contraataque de «CR7» que marca tras combinar con Higuaín. Acierto pleno.

Tras marcar su tercer gol (24 en Liga), Cristiano dejó el sitio a Morata, el delantero que faltaba. Luego vio la segunda amarilla Higuaín y Mourinho plegó velas: Pepe por Kaká y Callejón por Benzema. Con diez jugadores se trataba de conservar la ventaja y de que Diego López continuara sintiéndose seguro y protegido. Fue el único deseo que no se materializó, al marcar Del Moral el tanto de la honrilla, casi al final, cuando el Sevilla también jugaba con diez por expulsión de Maduro. Si el Madrid necesitaba una inyección de autoestima para recibir al Manchester United, ahí la tiene.