Carolina Marín
El #MeToo del deporte femenino: Más medallas, menos dinero
La mujeres han conquistado los campos de fútbol, las canchas de baloncesto, las piscinas, los rings y desbordado los medalleros. Tras el cara a cara de Serena Williams con el juez de la final del Us Open, el #metoo del deporte también ha salido del armario para exigir una igualdad real de salario y oportunidades.
La mujeres han conquistado los campos de fútbol, las canchas de baloncesto, las piscinas, los rings y desbordado los medalleros. Tras el cara a cara de Serena Williams con el juez de la final del Us Open, el #metoo del deporte también ha salido del armario para exigir una igualdad real de salario y oportunidades.
Aunque no todas se dediquen a saltar vallas, las carreras profesionales de las deportistas sí que han estado salpicadas de obstáculos por el simple hecho de ser mujeres. Pero el fenómeno del #Metoo también ha entrado de lleno en el mundo del deporte. Más aún después de la polémica durante la final del US Open, cuando Serena Williams se enfrentó al juez que la había sancionado hasta en tres ocasiones tachándole de machista. Hay quien la criticó por su reacción desmesurada y otros aplaudieron al compás de las voces de la «poseída» deportista. Y es que, aunque pueda sonar exagerado, la respuesta de Williams ante la mirada atónita del juez escondía más que unos puntos en su contra. Esa rabia albergaba años de desigualdad, de desaires, de humillación con los que tanto ella como miles de mujeres deportistas han tenido que lidiar. Afortunadamente, la situación actual dista mucho de lo que ocurría décadas atrás y la imagen de la corredora Kathy Switzer siendo expulsada de la Maratón de Boston queda en el archivo histórico de la vergüenza. Sin embargo, la diferencia salarial entre hombres y mujeres en el deporte sigue siendo abismal y ellas continúan exigiendo una presencia más equilibrada en los medios así como fondos públicos equitativos o cláusulas que protejan a aquellas que desean ser madres y continuar con su profesión una vez hayan dado a luz. LA RAZÓN reúne a cuatro deportistas de élite que han colmado los medalleros de España con el fin de analizar la situación y buscar vías para conseguir una igualdad total.
Convivencia de género
La boxeadora Joana Pastrana nos recibe durante uno de sus entrenamientos en Alcobendas. A sus 27 años luce con orgullo el haber sido la primera mujer de la historia en ganar el Campeonato de Europa de boxeo de peso mínimo en 2016, título que revalidó el año pasado, eso sí, con un sueldo tres veces por debajo de lo que gana un boxeador de su mismo nivel. «Estoy muy orgullosa de ser boxeadora, pero no todo ha sido sencillo. Recuerdo que cuando comencé a practicar este deporte, los gimnasios donde entrenaba estaban llenos de hombres, no había ninguna mujer», explica la madrileña. Entre golpe y golpe que apura con destreza intimidatoria para un inexperto del ring, Pastrana reconoce que todavía falta mucho para conseguir que la mujer esté al mismo nivel de reconocimiento que el hombre. «Para empezar, es complicado compartir entrenamiento con mujeres, ya que hay pocas licencias. Así que me toca repetir con las mismas siempre. Otro tema es el de las categorías, ya que en las Olimpiadas solo hay cuatro o cinco para nosotras, mientras que los hombres tienen once. Esto nos obliga a adaptar nuestro peso para poder competir. Si pesas 50 kg y solo tienes categoría de 45 o 55, debes adelgazar o engordar. Los hombres tienen categorías de dos en dos kilos y eso es una ventaja», lamenta. También critica que a las boxeadoras amateur las obliguen a llevar casco y a ellos no. «Esa sobreprotección no es innecesaria». Y continúa con argumentos: «Nuestras peleas se dividen en dos minutos de combate y uno de descanso. Ellos tienen tres, y uno de descanso. Es injusto», defiende.
Pastrana apuesta por la igualdad total, pero que las mujeres tampoco estén por encima del hombre. «Así que ojo, que también hay algunas feministas exageradas. Yo formo parte de este empoderamiento de la mujer y me llena de satisfacción porque han sido muchos años de trabajo en la sombra y ya era hora de que se reconociera nuestra labor. Pero no dejemos a los hombres de lado porque también les necesitamos igual que ellos a nosotras. Es un trabajo conjunto», matiza. Una experiencia completamente diferente ha vivido la leyenda de la sincronizada en España Ona Carbonell, que nos atiende en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat donde se entrena a diario de ocho de la mañana a siete de la tarde de cara al Mundial de Corea de julio y los Juegos de Tokio, de donde aspira a ganar más medallas. «Este deporte siempre ha sido de mujeres, aunque en los últimos años ya se han formado equipos masculinos. Por este motivo nunca he sentido desigualdad de trato, pero sí reconozco que la figura de la mujer en el deporte no ha estado igual de reconocida que la del hombre», afirma. «Nosotras hemos evolucionado y el reconocimiento a nuestra labor es cada vez mayor porque, entre otras cosas, no paramos de dar buenos resultados», explica aludiendo a Carolina Marín, campeona olímpica en Río. «Seguir trabajando y conseguir medallas es la mejor manera de luchar por la igualdad», sentencia.
Permisos de maternidad
Una opinión que comparte Marta Xargay, de la selección española de baloncesto y que se prepara estos días para el mundial de Tenerife que comienza el próximo sábado. En su haber cuenta con dos oros europeos, es subcampeona del mundo y olímpica. Un orgullo patrio al que solo le traen de cabeza las yanquis. «Es el momento de la revolución, somos unas campeonas y no nos vamos a callar. Entre todas las mujeres estamos haciendo una labor extraordinaria. Hemos dado un paso al frente y nadie nos va a frenar», asegura. Entre sus principales reivindicaciones están el que se apueste por aportar más facilidades a las deportistas fuera de temporada para poder estar al mismo nivel que los jugadores. «Además, muy pocas de nosotras podremos vivir de la profesión cuando nos retiremos, así que además de jugar al baloncesto tenemos que seguir formándonos en otras áreas para cuando dejemos el deporte y eso es injusto. Los hombres de mi categoría cobran el triple y hay que luchar contra eso. Y hacerlo juntas, porque si vas sola puede que vayas más rápido, pero unidas llegaremos más lejos», argumenta Xargay.
La futbolista del Levante Maitane López destaca otro aspecto clave en el camino de la igualdad: la protección de las que desean ser madres y no quieren retirarse. «Hasta hace unos meses no había dado importancia a este tema, pero ahora es algo que sí me preocupa. Estamos luchando que incluya una cláusula en los contratos para que se nos proteja en este aspecto. En el Ajax de Ámsterdam, una mujer del club se quedó embarazada y la renovaron automáticamente. Esto sí que son políticas de igualdad», destaca. Es consciente de que en una «sociedad machista como la actual», en la que el fútbol de hombres se impone sobre todas las cosas, encontrar un hueco es complejo, pero también asume que el reconocimiento a los clubes de mujeres también ha crecido en los últimos años. «Nosotras hemos tenido que aguantar insultos en el campo por ser mujeres del tipo de: ''Vete a casa a limpiar que es para lo que vales'' o ''marimacho''. Sin embargo, afortunadamente, eso ya ha quedado atrás. Nos hemos ganado el respeto, algo que a los hombres deportistas les ha venido dado, y esto nos ha hecho más fuertes», concluye.
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