Atletismo
El rey David recupera su trono
El 800 metros es la prueba con mayor rotación de protagonistas, pero (casi) siempre está David Rudisha, campeón mundial en 2011 y olímpico en 2012, cuando protagonizó la más fabulosa gesta de la historia del mediofondo. Desde aquel legendario 1:40.91, el keniano estaba en retroceso. Pero su presencia en la final ya era un desmentido a los agoreros: ausentes los tres defensores de las medallas de 2013 así como sus cuatro acompañantes en los podios de Daegu y Londres, el plusmarquista universal se enfrentaba a la nueva camada de ochocentistas. El francés Bosse, quinto al final, reveló que «Cheruiyot me dijo en la cámara de salida que iba a hacer la misma carrera que en 2012». Estaban todos pues prevenidos: en una carrera contra otros tres compatriotas (el qatarí Balla es un keniano nacionalizado), Rudisha sólo temía la capacidad para esprintar de los tres jóvenes europeos. Fue un esquema idéntico, en efecto, pero con unos tiempos mucho más modestos. Desde la calle libre, el rey cogió la cabeza y nadie osó toserle pese a que el paso por el ecuador de la prueba fue modesto, podría incluso decirse que mediocre (54:17). Los ocho corredores se apiñaban en seis décimas y sólo el que iba en cabeza se libró del festival de codazos que se desató al toque de campana. Sin Amos ni Aman en carrera, el temor reverencial que infunde un campeón de esta talla en los adversarios llevaría a Rudisha hasta el título con una marca (1:45.84) más propia de un Campeonato de España que de un Mundial. Nadie se atrevió a contravenir los planes del jefe, que ganó con una pierna. En la última recta, los demás se pelearon por las migajas y no escondió su decepción al entrar en meta, pese a que se colgó el bronce el bosnio Amel Tuka. En exceso conservador durante toda la prueba, el mejor marquista de la temporada confió demasiado en su capacidad de aceleración final, pero su remontada de costumbre murió esta vez en la tercera plaza, por detrás del polaco Adam Kszczot, campeón de Europa y, sin lugar a dudas, el atleta que mejor encara las grandes competiciones. Poco más de medio segundo separó a la plata de la quinta plaza, una consecuencia del ritmo lento de una carrera en la que siete de sus protagonistas decidieron jugarse las medallas en el siempre aleatorio embalaje.
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