Portugal
Doce años esperando
Ronaldo tiene la espina de conseguir un título con su selección. En 2004, con sólo 19 años, perdió la final contra Grecia.
Ronaldo tiene la espina de conseguir un título con su selección. En 2004, con sólo 19 años, perdió la final contra Grecia.
«Era otro futbolista. Estaba empezando», dijo Ronaldo cuando, tras ganar a Gales le hicieron recordar la final de hace doce años, en la que Portugal perdió contra Grecia en Lisboa. En el equipo de Figo, Rui Costa y Pauleta, Ronaldo era un chico más que prometedor, que le había quitado el sitio a Simão y que en la semifinal, como ocurrió el miércoles, marcó un tanto de cabeza. Ha cambiado, pero tampoco tanto.
No queda ningún futbolista de Portugal de esa decepción, sólo Ronaldo, que tiene el mérito de haber jugado estos doce años en la élite, sin desfallecer casi nunca, batiendo récords y haciendo goles con continuidad. Cambió de equipo y dejó Mánchester para fichar por el Real Madrid, ha ganado tres Copas de Europa, tres Balones de Oro, es el máximo goleador del Madrid y puede convertirse en el máximo goleador de las Eurocopas. Ha ido derribando barreras y alejando los límites, pero aún tiene la espina de conseguir algo grande con su selección. Estuvo cerca en ese 2004 y, desde entonces, a Portugal siempre le ha faltado un último paso para competir hasta el último segundo. España, por ejemplo, se ha cruzado un par de veces en su camino. Pero en esta Eurocopa, no. Portugal ha ido arañando resultados al principio, salvando el escollo de Hungría en el último partido del grupo, con dos goles de Ronaldo, y mostrando una formidable capacidad de resistencia en los malos momentos y su fútbol poco prometedor. No juega mucho, la verdad, pero tiene a Cristiano Ronaldo: «Siempre soñé con conquistar un trofeo con Portugal. Ahora estamos a un solo peldaño de conseguirlo y soñar es gratis», decía el futbolista, capitán del equipo y líder indiscutible en el vestuario. El seleccionador, Fernando Santos, asegura que Cristiano está mostrando su lado más altruista en el vestuario, «es un ejemplo», ha dicho.
Aunque juega como delantero centro, intenta participar lo máximo posible en el juego. Contra Gales bajaba a recibir para organizar un equipo al que le cuesta encontrar los caminos a la portería. Es un futbolista maduro, con experiencia, que ha aprendido a dejar el barroquismo para ser más concreto. Hace doce años tenía cara de niño, una dentadura sin arreglar y jugaba en la banda. A veces le sobraban los regates. Estaba al cuidado de Figo. «Respeto a los colegas como Figo y Simão, que juegan en mi puesto (...). Tengo un respeto muy grande por ellos, por Couto y Rui Costa, que son mis referencias», decía aquel chico, con dos pendientes en cada oreja, dispuesto a comerse el mundo. Ya se lo ha comido y ahora es él quien pide a Moutinho que tire un penalti, cuando el centrocampista luso se esconde en la tanda decisiva contra Polonia.
Antes no mandaba. Ahora sí. Antes regateaba mucho, ahora remata, sobre todo: «Puede haber futbolistas de otro perfil, mejores en otras facetas, el regate por ejemplo, como Leo Messi, pero desde el análisis del remate puro y duro Cristiano es el número uno», explica Santillana. Han pasado doce años y un millón de cosas desde entonces. Pero Cristiano recuerda las lágrimas de aquella vez: «Este domingo espero sonreír o en todo caso que las lágrimas sean de alegría».
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