Exhibición de Van der Poel en la Amstel Gold Race

Mathieu van der Poel entró en meta llevándose las manos a la cabeza. No se lo creía. Y era para no creérselo. Alaphilippe y Fulgsang tenían cuarenta segundos de ventaja sobre Kwiatkowski y un minuto sobre el grupo de Van der Poel a escasos kilómetros para la meta. Tiempo suficiente para preparar la llegada con tranquilidad. El francés era el favorito, más rápido que el danés, pero no quería arriesgar. Presa de un miedo aparentemente innecesario a su rival, Alaphilippe renunció a llevar la iniciativa y permitió que Kwiatkowski los alcanzara. Fue entonces cuando temió por una victoria que creía asegurada, pero el rival llegaba por detrás.

Van der Poel había llevado el peso de la caza, pero el último kilómetro lo hizo en solitario, sin ayuda de ninguno de sus seis compañeros de grupo. Esperaban que el holandés hiciera el trabajo y llegara cansado al final para tener su oportunidad. Pero al nieto de Poulidor, al hijo de Adrie van der Poel, no había nadie capaz de contenerlo. Alaphilippe arrancó y él respondió por detrás. Con mucha más fuerza, con mucha más fe, hasta superar a todos. No se lo creía y al cruzar la meta se tiró al suelo. Las lágrimas de emoción se adivinaban por debajo de las gafas.

Lo que no había conseguido con su ataque a 40 kilómetros de meta lo logró en el último kilómetro. Cuando saltó lejos de la meta sólo le siguió Gorka Izagirre. Después fue él quien no pudo seguir el ritmo de Alaphilippe. Pero tuvo compensación a su fe en los últimos metros. El francés ni siquiera pudo mantener su puesto en el podio. Simon Clarke, que llegaba en el grupo de Van der Poel, fue segundo; Fulgsang, tercero. Valverde no pudo seguir esta vez el ritmo de los mejores.

Van der Poel ha ganado esta temporada ya la A través de Flandes, la Flecha Brabanzona y, ahora, la Amstel Gold Race. Además, ha sido cuarto en Flandes y en la Gante-Wevelgem.

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