LaLiga Santander
Benítez, regreso al futuro
El científico del fútbol María José Navarro
En todas las aventuras en las que le han dejado tiempo, ha sabido sacar el máximo provecho a sus equipos, y dejar poso en la historia de los clubes.
Seguro que todos Vds. recuerdan el penalti que Casillas le paró a Cardozo en el partido que en el Mundial nos enfrentó a Paraguay. El portero titular de España se lo dedicó a su suplente y no era para menos: Pepe Reina le había dicho por dónde los lanzaba Cardozo. La culpa fue de Rafa Benítez, el entrenador que le obligó a estudiar detenidamente al Benfica, rival del Liverpool en cuartos de final de la UEFA ese mismo año. Eso es exactamente el entrenador del Chelsea, un estudioso del fútbol, lo más parecido a un científico. En todas sus aventuras largas, en las que le han dejado tiempo, ha sabido sacar el máximo provecho a sus equipos, con resultados magníficos y dejando poso en la historia de los clubes por donde ha pasado. Quizá su única mácula sea la del Inter de Milán. Cogió a los italianos después del paso del Atila de los banquillos. Seguro que saben a quién me refiero.
A Benítez se le escapó ayer en Yokohama el Mundialito de Clubes y los que quieran señalarle están en su derecho. El resto, los que vemos todas las semanas al Chelsea (en mi caso porque ahí juega un pecoso de Fuenlabrada), sabrá que en unas pocas semanas no se arreglan los problemas estructurales del equipo de Londres, un desastre en ideas, con tremendas lagunas en la creación de juego y grandes pardilladas en defensa. Puede que Roberto Di Matteo ganara una Copa de Europa, pero es una pena que lo lleve en el currículum.
Ahora la afición del Chelsea echa de menos al ex futbolista italiano, que llegó como interino de Villas-Boas, y repudia a Rafa Benítez. Comparar a uno y a otro ofende al fútbol. Allá ellos, que no son mi equipo aun teniendo a mi jugador.
Ayer fue ayer Lucas Haurie
«Tonto es quien jamás se repone de un éxito»... y es pertinente señalar que a Benítez le sentó mal la investidura como mánager.
Por utilizar una expresión muy de moda este fin de semana en los mentideros capitalinos, empecemos por reconocer que Rafa Benítez es un entrenador «top». Ahí está su palmarés, con esas dos Ligas del Valencia como última intrusión en la tiránica diarquía hasta que reine el tataranieto de Leonor y esa «Champions» milagrosa que ganó en Liverpool. Desde entonces, y vamos para la década, nada. No rescataremos esa maldad de Oscar Wilde, «tonto es quien jamás se repone de un éxito», pero sí es pertinente señalar que le sentó mal la investidura como mánager, que es como los ingleses denominan al que manda en un club. Aquí somos más de decir que «si quieres conocer a Juanillo, dale un carguillo».
Total, que Anfield empezó a llenarse de españoles a un ritmo inversamente proporcional a los logros deportivos del equipo y suerte tuvo Benítez de que no anduviese ningún Maragall exiliado por el Mar del Irlanda para decirle aquello de que «su problema se llama tres por ciento». Al Sevilla le fichó un juvenil por más de lo que costó Daniel Alves y el pobre chaval todavía no ha jugado cinco partidos seguidos en Segunda.
Por el Inter de Milán pasó como una plaga de peste bubónica y en el Chelsea han recibido su llegada, encima entre protestas de amor eterno, con idéntico pasmo de quien viese llegar a María José Navarro al fondo sur del Bernabéu tocada con casco vikingo. Cualquiera puede perder contra el Corinthians, vale, pero esa derrota fue la constatación de que su tiempo en el primer nivel ha pasado. Si a Ernesto Valverde no le va bien en Valencia, tendrá un buen sitio para llenarse (más) el bolsillo antes de jubilarse.
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