Champions League
Con orgullo y sin prejuicios
El Barcelona, sin demasiada convicción, se agarra al Messi de San Mamés para soñar con la remontada. Vilanova tiene dudas con la alineación
Llevaba tres partidos de Liga sin participar. Había dejado su cuenta goleadora en 42 goles. Se quitó el chándal, calentó unos minutos y saltó al terreno de juego. Unos segundos más tarde, «La Catedral» ya temblaba. Messi recibió el balón y empezó a correr hacia la portería de Iraizoz sin que se le despegase del pie. Como hace siempre cuando está en plena forma. Como no hizo en el Allianz Arena. La conclusión es que Messi ha vuelto, uno de los pocos argumentos a los que puede agarrarse el Barcelona para soñar con una remontada imposible ante el Bayern de Múnich el próximo miércoles.
No hay demasiada convicción en las filas azulgrana de obrar el milagro, pero a medida que avanzan las horas y se acerca el día del partido, las esperanzas renacen con timidez. «Hay que creer», defendía Alba en San Mamés. El lateral se perderá el duelo ante el conjunto alemán después de ver una absurda tarjeta amarilla tras una acción muy poco deportiva con Robben en la recta final del encuentro del Allianz. «Remontaremos seguro», se aventuraba Thiago en las entrañas del estadio bilbaíno. Pero todo dicho con la boca pequeña. Nadie ha remontado nunca cuatro goles en la historia de la Liga de Campeones. Claro que tampoco nadie había dado la vuelta a un 2-0 y el equipo de Tito Vilanova lo logró en octavos ante el Milan.
La superioridad futbolística y, sobre todo física, mostrada por el Bayern en la ida apaga cualquier euforia por la remontada. No parece el Barcelona actual capaz de dar la vuelta a una situación así y ante un equipo de la talla del de Heynckes. Los azulgrana hace ya varias semanas que están un peldaño por debajo de su excelencia habitual. El 4-0 ante el Milan es una isla en un enorme océano, en el que los azulgrana han navegado, sorteando las tormentas como les ha sido posible, pero con escasa brillantez. Vive el Barça de rentas en la Liga, en la que en la próxima jornada aún dependerá del resultado del Real Madrid para cantar el alirón. En Europa, la campaña puede acabar antes de lo esperado el próximo miércoles, aunque no sin antes presentar batalla como se le presupone a un conjunto como el de Vilanova.
La primera piedra para el milagro la ha decidido colocar el club, que quiere que el Camp Nou presente sus mejores galas ante el Bayern y animar a su afición a empujar desde la grada. Y lo hará con un mosaico gigantesco en el que se leerá la palabra «orgullo» en medio de una enorme bandera azulgrana con un par de detalles de la «senyera». El mosaico parece más un intento de que la gente rinda homenaje a los jugadores de Vilanova que una convicción por dar la vuelta al marcador. Es una mezcla de ambas cosas.
Después de ejercitarse en el día de ayer, Tito Vilanova decidió conceder un día de fiesta a sus hombres, que regresarán al trabajo mañana por la tarde, ya en la víspera del partido. Una sesión muy importante para el técnico, que mantiene muchas dudas en el sistema y la alineación.
Valdés no se negó a llevar el brazalete
Aunque sigue sin hablar para los medios de comunicación, Víctor Valdés decidió ayer salir al paso de las informaciones que apuntaban a que se negó a llevar el brazalete de capitán en San Mamés en el momento en que Xavi abandonó el terreno de juego. En un comunicado a través de las redes sociales, el portero de L'Hospitalet aclaró los motivos por los que el brazalete lo acabó portando Messi y no él, que era a quien le tocaba por antigüedad. «Fue por un problema con la talla. Al no poder ajustarlo con comodidad a mi brazo, decidí cederlo», defiende Valdés.
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